"La cultura moldea el modo de aparición de una enfermedad"
Desde la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática defienden una forma de praxis clínica basada en una visión humanizada del enfermo y su entorno
Defensor de una perspectiva holística de la medicina, Manuel Álvarez preside la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática (SAMP) y ha impartido recientemente un seminario sobre la personalidad, dentro de los Cursos de Otoño organizados por la Fundación Caja Rural del Sur y la Universidad de Sevilla.
-La medicina psicosomática se abre paso en la universidad. ¿Satisfecho con este curso?
-Ha sido un curso de una calidad impresionante. Es un tema muy complejo pero muy al día. Hemos podido abordar algunos trastornos de la personalidad. A la par, hemos podido realizar seminarios con la SAMP y estamos realizando también jornadas de divulgación psicosomática.
-¿En qué consiste la medicina psicosomática?
-Se puede entender en distintos niveles. Primero, como un modo de hacer medicina considerando al paciente como persona desde una concepción holística. En segundo lugar, es una disciplina de investigación en la que lo fundamental es la respuesta al estrés al que todos estamos sometidos en mayor o menor medida. La tercera sería la atención de aquellos procesos en los que de una manera prevalente lo psicológico tiene influencia en el comienzo, el curso y el final de la enfermedad. Aquí la psicosomática adquiere carácter de especialidad o especificidad.
-¿Cómo pueden llegar a desarrollarse afecciones por estrés?
-Las histerias hoy día recalan en el campo del amor y el desamor. Cuando una persona sufre estrés y tiene una contextura histérica o histeriforme, reacciona no satisfaciendo las necesidades de cariño que tiene; los requerimientos no satisfechos acaban traduciéndose en sintomatologías simbólicas que pueden ser trastornos psicosomáticos, dolores, cuadros de ansiedad, insomnio o irritabilidad. Cuando se debe a un trauma o trastorno de rechazo, se inhiben. El abordaje psisomático puede devolverle la estabilidad emocional y la salud a esa persona a través de un clima emocional adecuado que le lleve a admitir su situación. Hay incluso cegueras o hemiplejias.
-¿Proponen ustedes por tanto una forma distinta de observar al enfermo?
-A fin de cuentas nuestra práctica se rige como aquella que mira la salud y valora el curso patológico por el paradigma basado en lo biológico, los psicológico, lo social lo ecológico, por el ambiente, y también en lo espiritual.
-¿Cómo encaja eso en la asistencia sanitaria habitual?
-Todos están de acuerdo, muy pocas personas se niegan a aceptarlo. Pero luego viene la práctica y eso es otra historia. Todo esto, bien hecho, tiene la satisfacción de la eficacia y del agradecimiento del paciente. Y el inconveniente de que lleva tiempo. Hace falta un modus vivendi adecuado para poder llevarla a la práctica. Yo viví con gran dolor el día en que un catedrático me dijo que todo esto no tenía cabida en la asistencia sanitaria pública. Estoy convencido de que sí tiene cabida, pero no de una forma generalizada. Está hecha para algunos pacientes y para centros con capacidad afectiva. Hay varios centros andaluces que lo practican pero pasa desapercibido. Hay muchos más de los que, a simple vista aparecen. Por ejemplo, los médicos rurales hacen mucha medicina psicosomática.
-¿Cómo convertimos una emoción en un dolor físico?
-Ocurre con los trastornos alimentarios. Es un dolor de todos los tiempos teñido con el color de moda. Es la cultura la que colorea ese dolor. De ahí que haya más bulimias, anorexias, fibromialgias o jaquecas. La cultura va a moldear el modo de aparición escénico de una enfermedad.
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