La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
El jueves 22 de diciembre, en torno a las 18:00 el 091 recibía una llamada en la que se informaba de que se había producido un secuestro en la localidad murciana de Molina de Segura.
Un testigo había presenciado cómo un hombre metía a la fuerza a una mujer en un coche. Consiguió grabarlo y enseñárselo a la Policía, que rápidamente puso en alerta al Grupo de Homicidios y a la Policía Judicial de Molina de Segura.
Tras identificar la casa de que ambos habían salido supieron que el forcejeo entre agresor y víctima se había producido en presencia del hijo de 8 años de ella, que contó a la Policía que la persona que había forzado a su madre era su tío.
El primer paso que dieron los agentes fue el de la localización de su vehículo, que se encontraba aparcado en la pedanía de Cañada Hermosa. Ubicados secuestrador y víctima se produjo un amplio despliegue policial alrededor de la vivienda en la que se habían atrincherado en el que también participaban los GEO.
Marcos Castro, inspector jefe y negociador de la Policía Nacional de Murcia fue quien se encargó de contactar con él y negociar, primero a través del teléfono para tratar de calmarlo y que soltara a su hermana.
Según una entrevista realizada a Caso Abierto, de El Periódico de España, el negociador cuenta que al principio la conversación era amable pero el secuestrador parecía estar en pleno brote psicótico y después de casi 12 horas de conversación, siempre telefónica, comenzó a tirotear a un GEO que resulto herido y que tuvo que ser trasladado al hospital.
Fue entonces cuando los agentes comprendieron que la situación era muy grave. La exigencia del secuestrador era que le llevaran al hijo, pero él no tiene hijos. Tenía la creencia, debido a su estado mental, de que el hijo de su hermana, es decir, su sobrino de 8 años, era suyo y que su hermana lo tenía secuestrado. Ese era, entonces, el móvil del secuestro.
Al día siguiente, después de una noche desconectado, el agresor y el negociador consiguieron hacer una videollamada en la que Castro comprobó que éste estaba en un búnker, que tenía munición y que la víctima seguía con vida, aunque con claros signos de haber recibido una paliza.
No sería hasta la tarde cuando los policías lograrían entrar en la vivienda para deternerlo. En el transcurso de esas horas el secuestrador presentó grandes altibajos emocionales pero decidieron despistarlo llevándole comida.
Habían acordado que les entregarían alimentos a través de una cuerda de la que el propio secuestrador tiraría, fue entonces cuando éste comenzó a disparar de nuevo a un GEO y un perro de la unidad canina consiguió abalanzarse sobre él y reducirlo. Otro policía propinó un tiro limpio en el hombro del agresor que lo dejó inmóvil pero fuera de peligro.
La hermana consiguió salir de la casa sana y salva pero con un cuadro ansioso grave y con varias heridas fruto de haber recibido una paliza. Fueron varias las ocasiones en que los agentes pensaron que no iban a sacar con vida a ninguno de los dos debido a que durante el tiempo que estuvieron allí escucharon disparos, pero finalmente no fue así.
El delincuente fue trasladado para que se le hiciera un análisis psíquico y finalmente ha ingresado en prisión, de manera preventiva, en el módulo psiquiátrico.
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