Las rebajas llegan a la marihuana
El desplome del precio del cannabis por la caída de demanda dibuja un nuevo escenario en el tráfico de drogas en Sevilla
Quedan pocos compradores a gran escala y están pagando el gramo a un euro, cuando antes abonaban más del doble
En los últimos años la marihuana había colonizado barrios enteros con plantaciones en muchas de sus viviendas, locales y garajes
El que era el negocio más lucrativo para los traficantes de droga no sólo de Sevilla, sino de toda España, empieza a dar señales de recesión. El precio de la marihuana lleva meses bajando y hay cultivadores que están dejando de cuidar sus plantas para dedicarse a otras actividades, ilícitas en la mayoría de los casos. Llama la atención que el precio de la droga baje en un momento de hiperinflación en la mayoría de productos legales y bienes básicos, como la luz o la gasolina.
Esta deflación del cannabis dibuja un nuevo escenario del tráfico de drogas en la capital andaluza, algunos de cuyos barrios han sido literalmente colonizados por plantaciones de marihuana desde hace aproximadamente cinco años. En algunas calles del Polígono Sur, Torreblanca, Palmete o Su Eminencia pueden verse ya algunas macetas depositadas en la basura, indicio claro de que se está dejando de cultivar en los pisos.
Para los traficantes, la marihuana suponía un negocio redondo. Con una inversión inicial de entre 3.000 y 4.000 euros, se montaba una estructura que se rentabilizaba pronto, con aparatos de aire acondicionado, focos, balastros y demás elementos necesarios para el crecimiento de las plantas. En la práctica totalidad de los casos, los cultivadores robaban la luz mediante enganches ilegales a la red, lo que ha provocado incendios, apagones y sobrecargas en distintas zonas de la ciudad.
Además, para los tribunales, está considerada como una droga blanda, por lo que en caso de detención era raro que un juez enviase a prisión a una persona por tener una plantación en su casa. Igualmente, para las Fuerzas de Seguridad suponía una dificultad añadida la persecución de estas prácticas, pues se desarrollan en el interior de domicilios, naves industriales o garajes y no suele haber una afluencia de compradores como sí ocurre en los puntos de venta de otras sustancias. De esta forma, es más difícil vigilar y, sobre todo, conseguir indicios suficientes de que en un determinado piso hay una plantación para que un juez pueda conceder después una orden de entrada y registro.
A ello se le une el buen precio que se pagaba por ella, pues había una importante demanda procedente de distintos países de Europa. La marihuana que se cultivaba en Sevilla se vendía en países como Alemania o Suecia a precios mucho más elevados. En España se producía íntegramente todo el cannabis que se consumía en Europa, incluso en Holanda, donde está permitido el consumo pero no la producción.
Esto hizo que muchas personas vinculadas no sólo al narcotráfico, sino al mundo de la delincuencia en general, se dedicaran a cultivar marihuana. Muchos dejaron el tráfico de cocaína o hachís y otros incluso abandonaron otras actividades delictivas como los robos con fuerza mediante los alunizajes. Se centraron en exclusiva en intensificar los cultivos y comercializar después el cannabis.
En muchas ocasiones se instalaban plantaciones en viviendas en alquiler, sin que los propietarios supieran de la actividad que se estaba desarrollando en sus casas. Más de un casero se encontró con que su piso o chalé de la periferia se había convertido en un laboratorio de drogas sin saberlo, apunta una fuente de la lucha contra el narcotráfico. En el negocio del cannabis confluyeron tanto los clanes familiares de la droga, con amplia experiencia en el sector, como pequeños productores que buscaban un sobresueldo y apenas tenían experiencia en el mundo del hampa, así como grupos de jóvenes que tenían cierta experiencia delictiva, sobre todo en los robos, y se pasaron a instalar plantaciones.
Los informes estadísticos reflejaron durante años este auge de la marihuana. En el año 2020, último ejercicio del que se disponen datos, se incautaron en Sevilla 4.998.186 gramos de esta droga, lo que supuso un incremento del 79% en relación con el año anterior. Esta cantidad representó un 26% del total de esta sustancia intervenida en Andalucía y un 8,35 de la aprehendida en toda España. Sevilla es la cuarta provincia española en incautaciones de marihuana, sólo superada por Madrid (14,5 toneladas), Alicante (7,2) y Málaga (5,3). Así consta en la Estadística Anual sobre Drogas, que publica cada año el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), organismo que depende del Ministerio del Interior.
Este informe distingue esta sustancia, generalmente intervenida en cogollos o ya preparada para su consumo, de las plantas de cannabis, es decir, de la marihuana en proceso de crecimiento. En Sevilla se decomisaron en 2020 66.240 plantas, lo que supuso un aumento del 47% sobre el año anterior. Todo este incremento de los cultivos se tradujo también en más detenciones. En Sevilla fueron arrestados ese año 986 personas por delitos contra la salud pública, lo que supuso un repunte del 9% en relación con el ejercicio anterior. Y ello a pesar de que se presentaron un 8,35% menos de denuncias.
Sin embargo, en los últimos meses el panorama ha experimentado un profundo cambio desde que se elaboró esta Estadística Anual sobre Drogas hasta ahora. Desde hace meses, el precio de la marihuana ha ido cayendo y son bastantes las personas relacionadas con el mundo de la droga que han abandonado este negocio. En los balances de criminalidad ya empieza a apuntarse esta recesión en la marihuana. Las últimas disponibles son las del primer trimestre de 2022, y ahí ya consta una caída del 19% de los delitos relacionados con el tráfico de drogas, que han pasado de 80 en el mismo periodo de 2021 a 65 entre enero y marzo de 2022. En la provincia la caída es más sostenida, de en torno al 4%.
Son varios los factores que explican esta involución. El primero de ellos es que ya no hay tanta demanda del extranjero. Antes, la totalidad de la marihuana que se consumía en Europa se producía en España, y buena parte de ella en Sevilla. Había clanes encargados de comprar la droga a los cultivadores y llevarla a otros países europeos, con sus propias redes de distribución o incluso a través de empresas de paquetería.
Así lo explicaba el jefe del Grupo VI de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional en Sevilla, grupo dedicado en exclusiva a la lucha contra la fabricación y distribución de esta sustancia, en una entrevista mantenida con este periódico en la primavera de 2021: "Las grandes organizaciones se dedican a la compra al por mayor con vistas al transporte al extranjero. En torno al negocio también existen intermediarios que se encargan de facilitar acuerdos provechosos a los grandes compradores a cambio de una comisión. Hay una cadena de compra que busca obtener el máximo beneficio a través de la compraventa de la sustancia, y los márgenes de ganancia son más amplios cuando el destino es el extranjero. Cuando la marihuana sale de nuestro país, el precio se multiplica".
Si en España, entonces, el kilo de cogollos se pagaba a precios que oscilaban entre los 1.600 y los 2.300 euros, en Alemania esa misma droga llegaba a costar unos 6.500 euros, y en Suecia se pagaban hasta 9.000 eurosSuecia. Un año después, difícilmente ningún comprador pagará más de 1.000 euros por un kilo de marihuana.
La demanda del extranjero ha caído porque se ha comenzado a sembrar en los países que antes eran receptores de la droga. También lo han hecho en ciudades españolas más cercanas a sus fronteras, como Barcelona. Para las mafias ya no es tan rentable venir hasta Sevilla, pues cuanto más kilómetros se recorra con la droga, más riesgo existe de que el envío sea interceptado por la Policía, o robado por otros clanes que tengan conocimiento del cargamento. Han sido muchos los vuelcos o robos de droga en los últimos años. Algunos de ellos terminaron incluso en homicidios.
Según fuentes de la lucha contra el narcotráfico, los pocos compradores a gran escala que quedan en la capital andaluza están pagando un euro por gramo, cuando antes abonaban dos y hasta dos y medio. Tampoco quieren semillas, sino esquejes, que necesitan más cuidados y más gastos. Un esqueje suele costar unos cuatro euros. Toda esta caída ha provocado que muchos de los que se pasaron a la marihuana hace años hayan dejado ya este negocio y hayan buscado otras formas de ganarse la vida. La venta de otras sustancias, los robos y la venta de coches son algunas de las opciones más recurrentes.
Mientras tanto, en los barrios de Sevilla que han sido colonizados por las plantaciones, los cultivadores acumulan kilos de hierba a la espera de que se presente algún comprador. La caída de la demanda también afecta a los llamados grow shop, tiendas de productos para la siembra de marihuana, y a los clubes de fumadores. En Sevilla ya han cerrado varios establecimientos de este tipo por falta de negocio.
Este bajón de la marihuana es la esperanza de las compañías de suministro eléctrico, que han sido muy afectadas durante los años de auge del negocio, pues prácticamente todas las viviendas en las que había plantaciones estaban defraudando el fluido eléctrico. Estos enganches no sólo suponían el robo de la luz, sino también un elevado riesgo de incendio, sobrecargas y apagones, que se siguen dando en distintos barrios de Sevilla. En el Polígono Sur, por ejemplo, han ardido en lo que va de año tres centros de transformación, a pesar de que la compañía suministradora, Endesa, ha multiplicado la potencia en el barrio en los últimos años. Los delincuentes manipulan las instalaciones eléctricas, e incluso revientan las cerraduras de las mismas y colocan sus propios candados.
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