El parqué
Nicolás López
Tono mixto
Hace apenas unos días se cumplía un mes desde que se le perdía la pista a la joven psicóloga madrileña, Sandra Bermejo, de 34 años de edad y residente en Gijón desde hacía dos años.
Aficionada de la montaña y el deporte, se trasladó hasta el principado asturiano para estar en contacto con la naturaleza. Allí tenía una vida tranquila, con una red de apoyo fuerte, con un entorno laboral ameno y con unas circunstancias que la hacían feliz. Nunca había manifestado nada en sentido contrario.
El día que desapareció había dejado su coche aparcado en la zona de Cabo Peñas. Allí fue vista por última vez por una pareja de senderistas. Iba sola y se encontraba al inicio de un camino. Con ella solo tenía las llaves del coche y el móvil, que dejó de emitir señal una hora después de desaparecer. En el interior del vehículo habría dejado una mochila con su documentación.
Eso es todo lo que se sabía de la joven hasta que el 20 de noviembre, a las 21:20, alguien envió un correo a la plataforma SOS Desaparecidos asegurando que había visto una prenda blanca sobre una roca en uno de los acantilados de la zona.
Joaquín Amills, presidente de dicha asociación fue quien dio la alerta a la Policía de manera inmediata. Se trataba de una camisa de una marca conocida, de color blanco. Cuando los agentes la recuperaron comprobaron que no tenía restos de sangre pero sí varias manchas que están siendo analizadas en el laboratorio de la Policía Científica de Gijón.
En una primera revisión a la prenda la familia ha explicado que no la reconocía, cosa que no es de extrañar ya que Sandra vivía de forma independiente desde hacía tiempo. Sin embargo sí se ha podido comprobar que la talla corresponde con la de la chica, algo que tampoco es muy esclarecedor porque la complexión de Sandra es normativa.
Al día siguiente de recoger la prenda los agentes volvieron a peinar la zona en busca de nuevas pistas cerca de los acantilados pero de momento no han hallado nada. Sí es cierto que esta camisa antes no se encontraba ahí, por lo que o bien la ha arrastrado la marea, que tiene mucha fuerza, o se ha caído desde arriba.
La otra pista llegaría hace solo unos días cuando un senderista que paseaba por la zona encontró una etiqueta blanca, arrancada de una prenda, en uno de los caminos. Esta etiqueta pertenecería a una malla negra también de una talla que coincide con la de Sandra y que es de otra marca conocida de ropa de aventura. El senderista que encontró la etiqueta pudo hacer fotos de hallazgo y recogerlo con cuidado para meterlo en una bolsa y que fuera analizado.
Algo que ha asegurado Amills es que a medida que pasan los días “van descartando suicidio y accidente”, especialmente al tratarse de una persona acostumbrada a hacer senderismo. Por eso sostiene que entre las hipótesis quedaría un hecho criminal que o bien ha sido premeditado o bien se ha producido de forma accidenntal, pero en el que en cualquier caso habría participado una tercera persona.
La hipótesis del suicidio, aunque sigue abierta, tiene muy poca fuerza porque no había ni un solo signo de que Sandra no estuviera a gusto con su vida y la familia ha insistido desde el principio en la imposibilidad de una muerte voluntaria.
A pesar de que, como aseguran desde SOS Desaparecidos, a medida que pasan los días la probabilidad de una intervención de otra persona cobre fuerza, no hay ni un solo indicio de que esto fuera así. Aun menos de que fuera captada por un grupo como se ha asegurado desde algunos espacios. Aunque no se quiere descartar ninguna posibilidad, los investigadores siguen creyendo que Sandra sufrió un accidente estando sola.
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