¿Qué hay detrás de los pinchazos a mujeres en las discotecas?
Los ataques a mujeres en locales de ocio nocturno son una incógnita, pues ninguna de las víctimas ha dado positivo en drogas
Las teorías van desde la sumisión química hasta una moda importada de Europa
"Sábado 30 de julio, en una discoteca de El Puerto de Santa María (Cádiz). Nos encontramos de fiesta mi mejor amiga y yo con cinco amigos más, hasta que decidimos separarnos del grupo unos minutos para ir al cuarto de baño las dos. Agarro a mi amiga del brazo, yendo ella detrás mía, e intento apartar a la masa de personas que se encontraban delante. De repente, mi amiga me agarra fuerte el brazo y me grita 'me han pinchado'. Se gira y consigue ver a un chico con una jeringuilla en la mano y salimos corriendo de allí. Acto seguido, informo a todos los porteros de la discoteca y camareros que allí se encontraban. No me lo podía creer".
Es el testimonio de una joven sevillana que relató hace unos días en las redes sociales cómo fue el ataque sufrido por una amiga suya en un local de ocio nocturno. Es uno de los diez casos que se investigan actualmente en Andalucía, donde se están dando principalmente en las zonas costeras. Otros cuatro se han denunciado en otra discoteca del mismo municipio y el resto en la Costa del Sol.
A día de hoy no hay constancia de ninguna denuncia por este tipo de pinchazos en la provincia de Sevilla, así como tampoco se ha atendido a nadie por este motivo en los hospitales sevillanos. Hasta cierto punto, no deja de ser lógico, pues el verano es una época de temporada baja en la capital andaluza, buena parte de la población está fuera de la ciudad de vacaciones y los locales de ocio nocturno tienen una actividad menor que el resto del año.
Pero lo cierto es que este asunto está generando una enorme alarma social, sobre todo porque se trata de una práctica novedosa ante la que existe un gran desconocimiento. La principal incógnita es para qué se producen estos pinchazos. El Gobierno central, a través de la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha calificado los hechos como casos de sumisión química, es decir, ataques a mujeres para drogarlas con la principal intención de abusar sexualmente de ellas. Sin embargo, no hay ninguna denuncia por violación, agresión o abuso sexual relacionada con estos pinchazos.
Eso sí, todas las víctimas son mujeres. No hay constancia de hombres que hayan sido atacados de esta forma, no ya sólo con fines sexuales sino también para robarles o chantajearles, como sí ha ocurrido en el pasado con otras sustancias, como la escopolamina, comúnmente llamada burundanga, que se llegó a administrar en Sevilla a los clientes de algunos prostíbulos.
En el caso de los pinchazos, tampoco está muy claro qué es lo que se inyecta, si es que se inyecta algo. Aunque varias de las víctimas aseguraron sufrir mareos, vómitos, somnolencia, malestar general y en algunos casos pérdida de consciencia, en ninguna de las muestras analizadas se han podido encontrar restos de ninguna sustancia estupefaciente. Sí quedaban restos de alcohol.
Esto tampoco es concluyente, porque la mayoría de las sustancias que se utilizan como depresoras del sistema nervioso, que pueden ser conocidas popularmente como drogas de la violación, suelen desaparecer del organismo al poco tiempo. Los expertos apuntan que lo normal para conseguir el propósito de adormecer o anular la voluntad de la víctima sería que se inyectaran benzodiacepinas, ketamina o GHB (también llamado éxtasis líquido), sustancias de la que sí ha habido constancia que se han usado en la capital andaluza recientemente, pero vertiéndolas en las copas y no mediante pinchazos.
De hecho, para inyectarlas se requeriría una cierta praxis que fuera más allá de un simple pinchazo en mitad de la bulla de la discoteca. Deben emplearse jeringuillas con un cierto grosor y algo de tiempo para inocularlas. No es tan fácil hacerlo con un sencillo picotazo en un brazo. Por ello, hay quien tiene la teoría de que con estos pinchazos sólo se busca molestar, o alarmar, más allá de un propósito sexual. Fuentes policiales consultadas por este periódico no descartan siquiera que se trate de una moda, como ya ocurrió el año pasado en otros países europeos, como el Reino Unido, Francia o Bélgica.
Si realmente el objetivo de estos pinchazos es la sumisión química con fines sexuales, lo cierto es que en ninguno del más de medio centenar de ataques denunciados en toda España (sobre todo se han registrado en Cataluña, el País Vasco, Ibiza y Pamplona durante los Sanfermines, además de los ya citados en Andalucía) los agresores han conseguido sus propósitos. Tampoco las víctimas iban solas ni se quedaron en ningún momento indefensas ante sus posibles agresores, con lo cual tampoco parece haber una selección de las víctimas por parte de los autores de los pinchazos.
Al ser un fenómeno tan reciente en España, no hay todavía estadísticas que puedan dar una idea de una evolución del fenómeno. Las últimas estadísticas de criminalidad que se disponen corresponden al primer trimestre del año. En ellas se apreciaba un fuerte incremento de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual.
Así, en Sevilla capital se registraron entre enero y marzo de 2022 hasta 141 delitos sexuales, mientras que en el mismo trimestre de 2021 esa cifra se quedó en 50. La subida es, por tanto, de un 182%. Tiene su explicación porque en los primeros meses del año pasado todavía estaban en vigor algunas de las restricciones de movilidad impuestas por las autoridades para luchar contra el coronavirus. Este año, la población puede salir más y moverse con libertad, y eso se refleja también en las estadísticas de delincuencia.
En el caso de los delitos sexuales, este incremento confirma así la tendencia al alza que se venía observando en este tipo de infracciones desde unos años antes de la pandemia. Desde el caso de la Manada, las denuncias por agresiones y abusos sexuales, sobre todo estas últimas, fueron incrementándose paulatinamente. Situaciones que antes no se judicializaban, comenzaron a hacerlo a partir de entonces. Esta circunstancia explica que el crecimiento se haya dado en los abusos, acoso y otros delitos no tan graves como las violaciones, que se han mantenido en la misma cifra que el año anterior. Así, de las 141 denuncias, sólo cuatro corresponden a agresiones sexuales. Son las mismas que en 2021.
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