La historia del ‘Asesino de Valdepeñas’: tres asesinatos, dos violaciones y 103 años de condena

Gustavo Romero pasó desapercibido durante años hasta que su mujer, a la que maltrataba, decidió denunciarlo y confesar lo que había hecho.

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Fotografía de Gustavo Romero
Fotografía de Gustavo Romero / EFE

Gustavo Romero Tercero nació el 16 de diciembre de 1971 en Valdepeñas (Ciudad Real), en el seno de una familia en la que los malos tratos y el uso de la violencia eran frecuentes. No existen muchos datos sobre su infancia, pero ya en su adolescencia destacó por ser mal estudiante y empezar a mostrar interés por la delincuencia.

Destacaba en él el desprecio que tenía por los demás y lo impulsivo que era, por eso antes de cumplir la mayoría de edad comenzó a perpetrar pequeños robos y a acechar a algunas mujeres. A pesar de esto contrajo matrimonio con Yolanda Sáez, con la que tuvo dos hijas, pero finalmente se acabaron divorciando tras haberla sometido a maltrato físico y psicológico durante años. De hecho sería ella la que ayudaría a dar con este asesino que quedó impune durante años en lo que podrían haber sido crímenes casi perfectos.

El crimen de los novios

Era 18 de junio de 1993 cuando Ángel Ibáñez y Sara Dotor, dos jóvenes que eran pareja, decidieron ir al Parque Municipal de Valdepeñas para sentarse a charlar en un banco. Eran las 21:00 cuando comenzaron a notar que alguien los vigilaba.

Gustavo llevaba horas en su bicicleta merodeando por la zona. Tras intentar cambiarse de banco en varias ocasiones para tener tranquilidad, la pareja decidió marcharse del recinto en torno a las 22:45 horas, pero Gustavo los detuvo, amenazándolos a punta de navaja.

Con el arma en la mano el criminal consiguió llevar a los dos jóvenes hasta la parte trasera del parque, a un sitio poco iluminado, para exigirles que le dieran todo el dinero que llevaban. Ángel llevaba encima, en ese momento, 3.000 pesetas (18 euros), pero esto no le bastó a Gustavo, que decidió ensañarse con él y apuñalarlo repetidas veces en presencia de Sara.

La joven lo había reconocido porque era el sobrino de su jefa pero esto no le hizo detenerse. Aunque ambos trataron de huir, Ángel murió casi en el acto y a Sara la alcanzó cuando corría hacia la estación pidiendo auxilio.

La dejó inmóvil asentándole un navajazo en el cuello. Luego la desnudó, la violó y la mató. Se deshizo de su ropa tirándola al río Jabalón (la Policía nunca la encontró) y ocultó el arma del crimen en una huerta de la localidad, a apenas 100 metros de su domicilio.

Cuando la Policía descubrió la escena y el crimen de hizo público los vecinos de la localidad organizaron concentraciones para pedir justicia. Entre esas personas que clamaban que se diera con el responsable y pagara por ello estaba Gustavo.

Traslado a las Islas Canarias

Cinco días después de cometer el doble asesinato, éste decidió marcharse a Las Palmas de Gran Canaria para distanciarse del pueblo. Allí estuvo viviendo hasta 1997, cuando decidió regresar a Valdepeñas. Como parte de su estrategia, hizo amistad con los hermanos de Sara, la joven a la que había asesinado cinco años antes. De esta forma podía controlar cómo avanzaba la investigación. Sin embargo esta se encontraba en punto muerto y la Guardia Civil no tenía ningún sospechoso a la vista.

Gustavo estuvo en la localidad haciendo vida con relativa normalidad, trabajando como cocinero en un club de alterne, montando estructuras de pladur o como trabajador en la industria cárnica. Hasta que el 25 de junio de 1998 volvió a delinquir.

Crimen de la joven Rosana Maroto

Ese día Gustavo había salido de trabajar y se puso a conducir sin rumbo fijo porque, según él, disfrutaba haciéndolo pese a no tener licencia. En su camino y sobre las 19:00 horas, se cruzó Rosana, una joven de 22 años que circulaba en bicicleta y que iba en dirección a casa de su padre, que vivía en una zona rural ubicada a siete kilómetros de Valdepeñas.

Según Gustavo la atropelló accidentalmente y al darse cuenta de que la había matado se deshizo de su cadáver arrojándolo a un pozo. Sin embargo la autopsia y todas las pruebas encontradas determinarían que, en realidad, Gustavo se sintió atraído por ella y la arrolló con su coche para aprovecharse de la joven. Tras esto, la introdujo con vida en su vehículo, se la llevó a un caserío abandonado y allí la desnudó y la violó.

A pesar de que dejó que esta se vistiera y ella le suplicara que la dejara marcharse, él la mató estrangulándola tras un violento forcejeo donde ella trató de defenderse como pudo. Después se deshizo de su cuerpo arrojándolo a un pozo y de sus pertenencias tirándolas al río dentro de una mochila que llenó con piedras para que se hundiera.

A pesar de que la bolsa fue localizada días después de su desaparición, no conseguían dar con el autor de los hechos. Durante cinco años la Policía estuvo buscando a Rosana incansablemente. Se revisaron hasta 300 aljibes cercanos a Valdepeñas pero no consiguieron encontrarla.

El chivatazo de su mujer

Mientras Rosana seguía desaparecida y Valdepeñas continuaba conmocionado, Gustavo seguía haciendo vida normal en el pueblo junto a su mujer y sus hijas hasta que Yolanda se cansó. Atemorizada por sus continuas amenazas y malos tratos físicos y psicológicos, se armó de valor y consiguió denunciarlo por violencia de género y Gustavo fue enviado a la cárcel de Herrera de la Mancha, también en Ciudad Real.

Con el asesino en prisión su mujer dejó de tenerle miedo y el 8 de agosto de 2003 se acercó a la comisaría de Policía y confesó que su marido, Gustavo Romero, de entonces 32 años, era el asesino de los novios Ángel y Sara y contó dónde estaba escondida el arma del crimen.

Paralelamente se cotejaron las muestras de ADN del criminal con las de la pareja. El resultado fue positivo, por lo que el 9 de octubre de ese mismo año lo detuvieron por este crimen en Herrera de la Mancha.

Durante su toma de declaración ante la policía, Gustavo terminó derrumbándose y confesando no solo el ‘Crimen de los Novios’ sino también el asesinato de Rosana Maroto. Una nueva prueba de ADN confirmó que el perfil genético del detenido coincidía con el encontrado en la mochila de la joven.

Fue el propio Gustavo quien junto a la comitiva judicial, la Guardia Civil, un equipo de los GEO (Grupo Especial de Operaciones) de la Policía Nacional y agentes de la Comisaría General de la Policía Científica y de la comisaría de Valdepeñas,condujo a los investigadores hasta el lugar donde lanzó el cuerpo de la chica.

Trastorno de la conducta

Tras ser encarcelado por los tres asesinatos, los exámenes psicológicos que los forenses le hicieron a Gustavo mostrarían que el delincuente tenía “una personalidad afectada por el trastorno antisocial de la conducta”.

Sin embargo estos estudios también determinaron que en el momento de cometer los crímenes “se encontraba en perfecto uso de sus facultades mentales”, con “una capacidad intelectual normal”, y “sin que se hubiera detectado enfermedad mental”, por lo que sabía lo que estaba haciendo.

La condena

Los juicios por los dos casos de asesinato se celebraron por separado en la Audiencia Provincial de Ciudad Real en abril de 2005. En total el ya conocido como ‘Asesino de Valdepeñas’ fue condenado a 103 años de prisión.

A pesar de que lo han tenido que trasladar a varios centros penitenciarios por haber tenido problemas con otros presos, en la actualidad Gustavo Romero cumple condena en la cárcel de Herrera de la Mancha, en régimen de aislamiento y sin posibilidad alguna de tener contacto con otros presos. Aunque puede ir al gimnasio o salir al patio, siempre ha de hacerlo solo y en horario distinto al resto de internos.

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