Crímenes sin resolver en España: el brutal asesinato de la familia Barrio

El siete de junio de 2004 el matrimonio y el hijo menor de la familia Barrios Dos Ramos eran brutalmente asesinados en su domicilio, en Burgos. El crimen sigue sin estar resuelto 18 años después. Nadie ha cumplido condena por lo sucedido.

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Rodrigo Barrio, durante el funeral por el asesinato de su familia / EFE
Carmen P. Acal

10 de diciembre 2022 - 14:48

Salvador Barrio, de 53 años, y su mujer, Julia Dos Ramos, de 47, vivían en un piso en Burgos. Tenían dos hijos: Álvaro, de 12 años, y Rodrigo, de 16. Pero solo el menor vivía con ellos ya que Rodrigo estaba internado en Aranda del Duero. Normalmente pasaba los fines de semana y los periodos vacacionales en la casa familiar pero ese verano el padre había decidido que siguiera internado. No obstante, el fin de semana del 5 de junio Rodrigo regresó a su domicilio y estuvo con Salvador, Julia y su hermano Álvaro paseando y haciendo planes por Burgos.

Cuando se marchó, la familia sería víctima de un brutal asesinato. La noche del 7 de junio, domingo, el matrimonio y Álvaro se fueron a dormir pronto. Entrada la madrugada alguien accedió al edificio, subió hasta el ático en el que la familia vivía, abrió la puerta y mató a las tres personas que se encontraban en el domicilio.

Cuando los familiares del matrimonio, al día siguiente, no pudieron contactar con ellos se extrañaron y decidieron acercarse hasta su casa para ver si les había pasado algo. Fue entonces cuando se encontraron con la sangrienta escena. Salvador yacía en la cocina, cubierto de sangre. Le habían asestado hasta cincuenta puñaladas. Julia estaba en la cama, con 17 cortes alrededor de todo su cuerpo. El hijo de 12 años se encontraba en medio del pasillo, con hasta 32 navajazos. Todos ellos presentaban un corte profundo en el cuello. Quien los había atacado quería asegurarse de que los mataba antes de abandonar la vivienda.

Hay mucha sangre. ¡Vengan! No sé qué ha pasado”. Esas fueron las palabras que registraron los agentes del 091 antes de acudir al lugar del crimen. Entre todas las pistas que buscaron, solo encontraron la huella de unas zapatillas deportivas de la marca Dunnlop, del número 42. Por lo demás, no había restos de ADN por ninguna parte y la cerradura no estaba forzada. Eso hizo pensar a los investigadores que o bien el asesino era un conocido de la familia al que éstos abrieron la puerta, o tenía las llaves del domicilio. Tampoco habían robado nada por eso se creyó que el móvil del asesinato era la venganza.

Salvador era empresario agrícola, se dedicaba al cultivo de cereal y girasol y había amasado una pequeña fortuna. También era alcalde de una pequeña localidad burgalesa que se llama La Parte de Bureba. No vivía allí pero iba y venía desde Burgos. Unos días antes de que lo mataran comenzó a realizar las gestiones para adquirir una máquina para su producción tasada en 120.000 euros. En el pueblo no quedó constancia de que tuviera ningún enemigo.

Las primeras hipótesis

Las primeras sospechas se depositaron de forma casi unánime sobre Rodrigo, el hijo mayor. Así comenzó la conocida como 'operación Caín', denominada así por la policía ya que la principal hipótesis de los agentes era que el joven había orquestado el crimen bajo un trastorno del 'príncipe destronado'. Éste fue quien heredó toda la fortuna de su familia (casi un millón de euros) y ya se le conocía por ser un muchacho conflictivo.

En un primer momento y, puesto que era menor cuando tuvo lugar la tragedia, Rodrigo se fue a vivir con sus tías maternas pero luego serían ellas mismas quienes acabarían acusándolo del asesinato. En el año 2007, cuando éste ya había cumplido la mayoría de edad, los investigadores terminarían por detenerle como principal sospechoso del asesinato de sus padres y su hermano.

Procedieron al registro de su casa y en él encontraron varios indicios de haber causado el crimen. El primero de ellos fueron las llaves del coche de su padre, las cuales podría habérselas llevado aquella noche de la casa. La segunda fue un anillo de su madre, del que no dio constancia tras el crimen y que Julia llevó en el cuello hasta el momento en que fue asesinada. Por último, la policía localizó unos dibujos en el que aparecían varias personas aguillotinadas. Sin embargo, ninguna de las pruebas fueron considerada suficiente por el juez para un procesamiento judicial.

Tras su detención pasó apenas unas horas en el centro de menores ya que, aunque tenía casi 20 años en ese momento, cuando sucedió el crimen en 2004 apenas aun contaba 16. Los fiscales y la jueza tacharon las investigaciones de la policía de “meras hipótesis y conjeturas”. “Son un castillo de supuestos indicios levantado con cimientos de barro”, subrayaban, y calificaban el auto como “elaborado como una necesidad ciega de buscar respuestas”. Siguió imputado en el caso hasta 2010.

Después de aquello Rodrigo denunciaría a su familia materna por amenazas contra él, ya que estaban seguros de que era el autor de los hechos.

Giro de 180º

La investigación por la muerte de los Barrio se quedó en punto muerto hasta el 25 de agosto de 2011, cuando Ángel Ruiz, un vecino de La Parte de Bureba de 52 años, atropelló con su coche a Rosalía Martínez, una anciana que había discutido con él porque le había pisado sus girasoles con su tractor.

Este homicidio llevó a la Guardia Civil al registro de la casa del “Angelillo”, como se le conocía en la zona y allí encontraron algo que lo relacionaba directamente con la familia Barrio: Ángel tenía las llaves del despacho de Salvador. Al parecer, una de sus costumbres era robar llaves de otras personas y guardarlas en un gran cajón de su casa. Los investigadores también descubrieron que Ángel había contratado a un sicario búlgaro, unos años antes, para cometer un asesinato en Bilbao que nunca llegó a producirse.

Pero el hallazgo más sorprendente fue descubrir que Ángel Ruiz había sido el autor de unas pintadas que aparecieron en el panteón familiar de los Barrio en el día del entierro. En él aparecían pintorrajeadas frases como “te lo mereces”, “cabrón” o “hijo de puta”. Además, el funeral tuvo que ser interrumpido durante varios minutos porque alguien estaba acelerando a propósito el tractor para molestar con el ruido. Esa persona también resultó ser “Angelillo”. Según su propia versión al ser detenido en 2004, hizo las pintadas a consecuencia de una disputa por la construcción del panteón de los Barrio, para lo que tuvo que cortarse la rama de un árbol que el padre de Ángel había plantado.

Ángel Martín fue condenado a 18 años de prisión por atropellar y matar a Rosalía, pero no se encontraron las suficientes pruebas para incriminarlo por el asesinato de los Barrio. La investigación se encuentra bajo secreto de sumario desde 2017, a la espera que el delito prescriba si no se encuentra al autor o autores del crimen.

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