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Crímenes sin resolver en España: la desaparición de los pequeños Isidre y Dolors del hospital

Los hermanos Isidre y Dolors desaparecieron en el hospital Sant Joan de Déu en 1988 y el caso apenas se investigó a pesar de las plegarias de su madre.

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Isidre y Dolors, los hermanos desaparecidos / Foto Cedida Por La Familia
Carmen P. Acal

07 de enero 2023 - 11:53

María Orrit y Alfredo Pires tuvieron 15 hijos. Por aquel entonces vivían en Manresa cuando a Alfredo le diagnosticaron un cáncer que más tarde acabó con su vida. Dos meses después de enviudar María, al menor de los 15 hijos, Isidre, de solo 5 años, le salieron unas úlceras en la boca, por lo que su madre decidió llevarlo al hospital Sant Joan de Déu, en la misma localidad, para que pudieran tratarlo.

Una vez allí los sanitarios decidieron ingresarlo por una reacción alérgica que había tenido a la penicilina. Dada la situación en la que se encontraba la madre, sola y con tantos hijos a su cargo, fueron las hermanas mayores de Isidre las que se turnaron para quedarse cuidando al pequeño. Les habían dado la habitación 229, en la segunda planta del centro médico.

La tercera noche que Isidre pasaba en el hospital fue su hermana Dolors, de 17 años la que se quedó junto a él. La chica tenía una discapacidad visual que le habían descubierto muy tarde y que le había provocado grandes problemas de aprendizaje, que la habían convertido en una persona muy introvertida y con algunas dificultades para desenvolverse.

A las 06:30 del 5 de septiembrede 1988 una enfermera entró a la habitación en la que debían estar los dos hermanos para tomarle la temperatura al niño, pero se encontró con todo vacío.

Puso en conocimiento a la Guardia Urbana, ya que lo primero que pensaron en el hospital era que los niños habrían salido por su propio pie para volver a casa, pero cuando los agentes se presentaron en el domicilio de María se llevaron la sorpresa de que allí nadie sabía nada de ellos.

La madre intentó denunciar la desaparición de inmediato, pero le dijeron que no podía hacerlo hasta que no pasaran 24 ó 48 horas y no fue hasta entonces cuando empezaron a buscarlos.

María también quiso hablar con el director del centro, que se desentendió por completo, así como con el médico que trató a Isidre, que dijo con contundencia que se iba de vacaciones y que no se iba a ocupar de nada.

La Policía canina no registró las instalaciones del hospital hasta 15 días después de que se les perdiera la pista. María intentó, por todos los medios, que la Policía interrogara al personal sanitario, que buscara pistas y posibles testigos pero nada de esto se hizo hasta pasados los seis años desde que los hermanos desaparecieron.

Un detective privado al que contrató la familia ante la desesperación por la ineficacia de los investigadores les estafó 50.000 pesetas sin llevar a cabo su trabajo. Más tarde otro detective los ayudaría de manera altruista durante todo el proceso, pero tampoco hallaría nada.

Por aquel entonces las hipótesis que se barajaban eran tres: secuestro, fuga o sustracción familiar. Por la situación en la que se encontraba la hermana mayor, con la discapacidad visual y su dificultad para interactuar con otras personas, la familia descartó que los chicos se hubieran fugado.

Una trabajadora del comedor del hospital contó que ese día había escuchado a dos hombres, presuntamente familiares de los hermanos, hablar entre ellos y decir que los niños no estaban bien cuidados, pero con el tiempo se demostró que esta pista no se sostenía puesto que daban datos que no coincidían con la realidad de la familia Orrit. Por eso la única posibilidad plausible, al menos para la familia, era que alguien los secuestróo que les pasó algo y lo quisieron ocultar.

Tras una dura lucha de María y de Mari Carmen, la mayor de los hermanos, por encontrar a Isidre y Dolors, el caso prescribió en 2016.

Sin embargo, en 2021 un hombre declaró en televisión que había sido testigo de lo que esa noche del 5 de septiembre le pasó a los hermanos. Según contó, él tenía por entonces 13 años y se encontraba dentro del hospital, fumándose un cigarro en una sala habilitada para ello. En el año 1988 esta escena no resultaba tan inverosímil como podría parecer ahora.

El por entonces adolescente escuchó unos gritos que provenían del pasillo, en el que un hombre con bata de sanitario conducía a los dos hermanos que no paraban de chillar en una silla de ruedas. Los presuntos sanitarios los bajaron al sótano y este testigo afirmó que los siguió y vio cómo les suministraban algo mediante una inyección que los dejó dormidos.

Los tumbaron sobre unas camillas y los taparon con una sábana. También describió el lugar en el que estaban como un sitio en el que había más personas con batas en una zona separada por una cortina de plástico y que tras ella se podía ver una camilla en la que había una tercera persona tumbada a la que posiblemente le estaban realizando una autopsia.

Al parecer este testigo contó lo que había visto a sus padres pero sintió tanto miedo que acordaron que lo mejor sería no decir nada y mantener el silencio ante lo sucedido.

La familia, ante esta nueva información, que no sabían si era veraz o no, pidieron que se efectuara una reapertura del caso pero el Juzgado de Manresa consideró que el testimonio no era suficiente para que se volviera a investigar lo sucedido.

Acudieron también al Tribunal Constitucional pero obtuvieron la misma respuesta por eso ahora han elevado su petición al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH) con el objetivo de que se revise todo lo que se ha investigado hasta ahora y que se trate el caso como una desaparición, ya que nunca se tipificó de esta manera y por eso prescribió antes.

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