Crímenes sin resolver en España: tres décadas sin la joven Gloria Martínez
La joven desapareció del centro psiquiátrico en el que había ingresado ese mismo día. El caso se trató como una fuga.
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El 29 de octubre de 1992, cuando Gloria tenía 17 años, ingresó en una clínica psiquiátrica por prescripción de su propia psiquiatra, que la llevaba tratando desde los 14, porque padecía de insomnio y ansiedad.
Gloria era entonces estudiante de bachillerato y tocaba el piano. No tenía más problemas aparte de esos y llevaba una vida bastante normal, con unos padres trabajadores y una hermana menor que ella.
Su médica le había prescrito que ingresara por un breve periodo de tiempo en una clínica situada a unos 50 kilómetros de Alicante que acababan de inaugurar y de la que ella misma era accionista y trabajadora. Había sido bautizada como Clínica Torres de San Luis de L’Alfàs del Pi.
Esa mañana sus padres, Álvaro e Isabel, pusieron rumbo al centro junto a Gloria. La idea era que allí le pudieran hacer una cura de sueño para que durmiera mejor. El diagnóstico previo que le hicieron estimaba que la joven no tendría que estar internada durante más de dos semanas.
Al ingresar, su madre preguntó si podía quedarse con ella, al menos la primera noche, hasta que estuviera algo más adaptada, pero no se lo permitieron porque contravenía las normas de la clínica. Por ello los progenitores se acabaron marchando y Gloria se quedó allí, al principio acompañada por el cuadro médico, del que formaba parte su psiquiatra como directora adjunta.
Pero a partir de las tres de la tarde estos profesionales se marcharon y dejaron a la menor sola con una enfermera y una auxiliar de apenas 20 años. En el espacio también había un matrimonio que no era español y que se ocupaba de la cocina y el mantenimiento del centro.
La desaparición
La recién ingresada pasó una tarde y un inicio de noche inquieta, por lo que las sanitarias pensaron que podía ser buena idea administrarle varias dosis de tranquilizantes. Cuando comprobaron que Gloria seguía muy intranquila optaron por inmovilizarla “para evitar que se autolesionaran”, declararon.
Al pasar la medianoche la propia Gloria pidió que le retiraran las ataduras para ir al baño. Aun se encontraba con mucha ansiedad cuando esto pasó por lo que una de las enfermeras consideró que podían administrarle más tranquilizante, lo que hizo que la paciente se inquietara aun más.
Fue entonces cuando las sanitarias decidieron avisar al matrimonio ocupado del mantenimiento para que les echaran una mano con la chica. En medio de ese revuelo, y según contaron las personas que estaban presentes en aquel lugar, Gloria aprovechó para fugarse.
Lo hizo en pijama, sin sus zapatos y sin sus gafas (a pesar de tener más de seis dipoptrías de miopía en cada ojo) y bastante medicada. En teoría la menor saltó el muro que rodeaba el centro y, en plena noche, corrió a través del terreno que había alrededor de éste.
La chica desapareció sin dejar rastro y pese a que la estuvieron buscando de forma incansable durante varios años, nunca más se supo de ella. A los padres los avisaron a la mañana siguiente, cuando habían pasado casi ocho horas desde su presunta fuga, versión que sostuvieron en todo momento los responsables del centro.
Las hipótesis
Fue la hipótesis de la fuga sobre la que se apoyaron, principalmente, los investigadores. La Fiscalía se centró en esa versión de los hechos sin reparar en la dificultad que representaba para una adolescente fugarse del centro en las condiciones en las que, supuestamente, lo hizo.
Agotada la vía penal por no hallar el juez indicios de criminalidad en la desaparición de Gloria, a sus padres solo les quedó ir por la vía civil. En abril de 2008, 18 años después de la desaparición de su hija, consiguieron que la empresa y la psiquiatra los indemnizaran con 60.000 euros por la falta de seguridad en la clínica.
La sentencia concretaba que las instalaciones tenían autorización para el tratamiento del estrés pero no como centro psiquiátrico hospitalario. Y añadía que carecía de personal preparado y suficiente y que no era el lugar adecuado para tener internada a la joven. Una situación de la que la psiquiatra era perfectamente conocedora y quien nunca tendría que haber prescrito sedar y atar a la chica a la cama como solución a las crisis que padecía.
A pesar de eso, nunca encontraron ni una sola pista sobre el paradero de Gloria Martínez. La buscaron en dos vertederos de la zona, en balsas de riego con equipos de buceo, excavaron algunas zonas así como en terrenos colindantes. Durante años se rastrearon distintos parajes de la provincia para intentar dar con ella pero todas las búsquedas fueron infructuosas.
Hoy, treinta años más tarde, la desaparición de la joven Gloria sigue siendo un misterio.
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