Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
El 7 de marzo de 2022 la Audiencia de Barcelona archivaba el caso por la muerte de Daniel Canga, un chico que desapareció en Barcelona y cuyo cuerpo encontrarían más tarde en un vertedero. Nunca se supo quién pudo intervenir en la muerte del chico, de solo 25 años y originario de Ecuador.
Los hechos tuvieron lugar en la madrugada del 29 al 30 de agosto de 2020. Dani había hablado un día antes con su madre y al día siguiente se había citado con algunos antiguos amigos por la noche.
Había quedado con un amigo en su piso para beber cerveza. Con ellos había otra chica. Tras estar con ellos, en torno a las 02:00 horas, Daniel les dijo que se marchaba porque iba a ver a otro amigo. Según la versión del dueño del primer piso, vio como Dani abandonaba el inmueble mientras él se quedaba con la chica. Según la versión de la joven, ella se marchó antes.
Por el camino de la casa de un amigo a la del otro, Dani le mandó un mensaje al segundo para preguntarle dónde estaba. La coartada de este amigo era que estaba con una chica en su casa, pero ésta también aseguró que no decía la verdad.
En ese trayecto Dani realizó 16 llamadas telefónicas y de todas ellas destaca una, que le realiza a su pareja que estaba en Ecuador para decirle que había pasado algo y que necesitaba hablar con ella urgentemente. Pero la chica no pudo atenderlo en ese momento y le pidió que la llamara en 15 minutos. Dani no la llamó nunca más. Su teléfono se apagó a las 02:57 horas de aquel día.
Los mossos encontraron un dato inquietante en los movimientos bancarios del joven. La noche de la desaparición se usó su tarjeta en dos tiendas de alimentación pakistanís. Hubo dos movimientos: un cargo de 1,25 euros, pasadas las 4 de la madrugada y un intento, fallido, de 6,40 euros, a las seis de la mañana.
La policía, que no consintió que la madre denunciara hasta el 7 de septiembre porque consideraban que el chico podría estar en alguna parte dado que era mayor de edad, comenzó a interrogar a su entorno. Observó contradicciones en las versiones de sus dos amigos pero no encontró más pruebas en contra de ellos.
El 18 de septiembre del mismo año los Mossos d’Esquadra se pusieron en contacto con su madre, Peggy Cabrera, para transmitirle que habían encontrado el cuerpo sin vida de su hijo en una planta de reciclaje de la ciudad. Apareció sin móvil ni documentación y con claros signos de violencia alrededor de todo su cuerpo.
Dani murió de forma violenta la madrugada del 30 de agosto. Aunque en un primer momento se habó de un posible suicidio, los investigadores apuntaron al homicidio. La autopsia reveló que Dani tenía más de quince heridas en cara y cuerpo, fractura de húmero, fémur y cadera; fractura craneal, fractura de una a cuatro costillas, edema cerebral.
El forense determinó que muchas de esas lesiones se produjeron cuando estaba vivo y que podrían haberse producido por un objeto romo y alargado.
Los investigadores barajaron dos hipótesis: la primera, que Dani se encontrara bajo los efectos del alcohol y las drogas ya que el análisis de toxicología reveló que el joven había consumido metanfetaminas y anfetaminas. De esa manera, de forma voluntaria o accidental se habría metido en el contenedor. Otra posibilidad es que alguien le agrediera y arrojara su cuerpo al cubo de basura, una opción más plausible para la madre que no considera que su hijo quisiera quitarse la vida y menos aun, de esa manera.
En el informe elaborado por los Mossos quedaba recogido que "el hecho de que aparezca sin documentación, efectos personales ni móvil y el resultado de la autopsia hacen considerar una muerte de etiología homicida". El tribunal de la Audiencia de Barcelona añadió en su auto de archivo: "se han practicado muchas y minuciosas diligencias y ninguna ha arrojado luz" sobre la muerte de Daniel. Por este motivo el caso quedó archivado de manera temporal, a la espera de si aparecen nuevas pruebas para reabrirlo. De momento no ha sido así.
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