Crímenes sin resolver en España: la carretera que se tragó a Ana Fernández
La Guardia Civil nunca encontró pruebas firmes contra el principal sospechoso por lo que éste quedó en libertad mientras que de la víctima no hay rastro alguno.
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El 1 de abril de 2008 Ana, de 37 años, se montaba en el coche junto a su marido, Francisco José, de 38 y el hijo de ambos, de 11 años de edad. Salían de Vigo por la noche con la intención de llegar a Barbate (Cádiz) donde tenían una casa al día siguiente, pero Ana nunca llegó.
De hecho, nunca salió de la provincia de Pontevedra. El último sitio en el que se la vio fue en la Autovía A-52 y desde entonces no se ha vuelto a saber nada más de ella.
Ana María Fernández era original de Galicia, concretamente de Vigo, donde seguían viviendo sus padres y sus hermanos. Había tenido una vida dura y había estado viviendo durante unos años en Plasencia, en Cáceres, mientras acudía a un centro de desintoxicación de drogas.
Allí conoció a Francisco José, con quien se casó y tuvo un hijo. Los tres residían en la localidad gaditana de Barbate cuando en enero de 2008 los padres de Ana sufrieron un grave accidente que los dejó bastante tiempo ingresados y muy necesitados de cuidados.
Por ese motivo Ana, junto a su marido y su hijo, habían decidido desplazarse hasta la ciudad gallega para estar con ellos. Allí se quedaron un par de meses hasta que Francisco José le exigió a Ana volver al sur, haciendo referencia además a que su hijo llevaba mucho tiempo sin ir a la escuela.
Por eso Ana, que solía tener fuertes discusiones con su pareja, se montó en el coche para dirigirse hacia Andalucía aquel 1 de abril, pero nunca llegó.
Según la versión de su marido, en el coche comenzaron a discutir y ella decidió salir del automóvil y empezar a correr por la carretera. Él sostiene que la siguió pero al no alcanzarla decidió montarse en el coche de nuevo y abandonarla.
Se dirigió entonces hacia Alicante, donde vivían los padres de él, a pasar unos días. Después regresó con su hijo a Barbate y no denunció la desaparición de su mujer hasta 24 días después.
Este hecho convirtió a Francisco José en el principal sospechoso de la desaparición de Ana y a los hechos como un suceso claro de violencia de género. El hijo, que no llegó a salir del coche, testificó que vio cómo su padre agredía a su madre y que después de que ambos salieran del vehículo, el padre le aseguró que no volvería a ver su madre jamás. Una semana después de desaparecer, él ya había rehecho su vida con otra mujer.
A pesar de que todos los indicios apuntaban a que Francisco José la había hecho desaparecer, nunca se encontraron pruebas firmas contra él, por lo que quedó en libertad.
Francisco cambió su versión de los hechos en muchas ocasiones, mintió y dio datos que no cuadraban con los hechos. Durante muchos meses, los agentes de la Guardia Civil estuvieron buscando a la desaparecida por 80 kilómetros de carretera, pero no la encontraron.
Como no había cadáver, ni confesión del presunto autor de los hechos, no había crimen y, por lo tanto, Francisco quedó absuelto. Sin embargo para los investigadores él era el culpable de lo que le pasó a Ana Fernández, cuyo caso ha pasado a la historia como uno de los crímenes no resueltos más enigmáticos de España.
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