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La muerte de la niña Encarnación, el asesinato que incendió el Polígono Sur

Crímenes de agosto

Una bala perdida en un tiroteo por un ajuste de cuentas mató hace nueve años a una pequeña de siete, mientras cenaba con sus padres y sus hermanos

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La muerte de la niña Encarnación, el asesinato que incendió el Polígono Sur / Rosell

La madrugada del 21 de agosto de 2013, una bala perdida alcanzó a una niña de siete años, Encarnación S. S., cuando cenaba con sus padres y sus hermanos en su casa de la calle Rafael Pérez del Álamo, en la zona del Polígono Sur conocida como Los Amarillos, llamada así por el color predominante en las fachadas de los bloques. Aquel crimen tan injusto como absurdo provocó un auténtico incendio en el Polígono Sur, donde hubo noches marcadas por el desorden, las revueltas e incluso los saqueos y pillajes.

Nueve años se cumplen este domingo de aquella desgracia, que sacó a la luz todas las miserias de un barrio que lidera desde hace años la lista de zonas más pobres de España. El tiroteo reveló la existencia de numerosas armas de fuego sin control y el poder de los clanes dedicados al narcotráfico, que mandaban, y todavía hoy siguen haciéndolo, en el barrio.

Aquella funesta noche, varios miembros de un clan de narcotraficantes conocido como el de la Perla, por el sobrenombre de la matriarca, se liaron a tiros contra la fachada del bloque en el que vivía la pequeña Encarnación. Disparaban contra un piso bajo en el que creían que se encontraba Faíto, un delincuente del barrio a quien se la tenían jurada desde tiempo atrás. Según consta en los informes del caso, Faíto "compraba cocaína a los Perla, a los que pagaba mensualmente hasta que comenzó a retrasarse en los pagos, originándose una deuda a favor" de los traficantes.

Otra versión no oficial de los hechos apuntaba a una venganza por una agresión sufrida por un miembro del clan, que habría sido a manos de este delincuente del barrio. Éste habría convencido a uno de los Perla para que fuera con él a comprar un coche, pero luego le habría dado una paliza, robado el dinero y abandonado en un descampado.

Policías nacionales inspeccionan el lugar en el que se produjo el tiroteo. / D. S.

Fuera como fuese, Faíto era el objetivo de los Perla aquella noche y estaba sentenciado a muerte. Éstos supieron que aquél estaba en casa de su madre, cogieron varias armas de fuego y se dirigieron al domicilio. Dispararon con intención de matarlo, tiroteando con varias ráfagas la fachada del bloque. Al menos dos balas alcanzaron a la menor, que residía en el piso contiguo al de Faíto y que nada tenía que ver con aquella historia. Como tampoco su familia. La pequeña resultó herida muy grave y murió horas después en el Hospital Virgen del Rocío, donde fue trasladada de urgencia.

Al conocer lo que había ocurrido, los Perla huyeron del barrio, donde se desató una oleada de violencia. Al saber que las casas estaban vacías, vecinos del Polígono Sur acudieron a saquear las viviendas de los traficantes, mientras que otros clanes rivales intentaron hacerse con el negocio que controlaban los fugitivos. La Policía los localizó unos días después en Calahonda, en Mijas (Málaga), donde habían alquilado un chalé y donde se habían refugiado. Llevaban consigo más de 500.000 euros, cuya procedencia nunca pudieron acreditar.

Un par de años después, el caso se cerró en los juzgados con un vergonzoso pacto por el que la Fiscalía rebajó ostensiblemente sus peticiones de condena. De pedir 552 años de cárcel en total para todos los implicados, el Ministerio Público bajó esa solicitud hasta 41. Sólo el Coleta, marido de la matriarca del clan, y su hijo José Antonio, fueron condenados a penas mayores de dos años de cárcel. El primero aceptó pasarse 14 años en prisión y el segundo 8. El resto de integrantes del clan, incluida la matriarca, se quedó con penas de dos años. Buena parte de este acuerdo se cimentó en una fuerte indemnización (se habló de 400.000 euros, detraídos del dinero intervenido por la Policía en la detención de los asesinos) que recibió la familia de la víctima.

Inspección ocular de la escena del crimen. / D. S.

De poco sirvió que un testigo protegido asegurara ver a la Perla disparando la noche de los hechos. El testigo también la oyó decir "matad al Faíto" y al hijo pedirle a la madre que cesara el fuego, pues las balas se esparcían por toda la fachada y, en un momento dado, se le había la mano hacia arriba. "Mamá, ya está bien, que vas amatar alas personas de arriba", fue lo que escuchó el testigo.

Quedó acreditado que el Coleta llevaba una pistola marca Glock modelo 17 y su hijo una escopeta Fabarm, que ambos gritaron "Faíto, sal que te vamos a matar" o "sal aquí" y que el primero de ellos realizó dos series de disparos. En la ventana de la casa de la niña, el Bajo B (Faíto se ocultaba en el Bajo A) impactaron once tiros, dos de los cuales penetraron en la vivienda y nueve más se quedaron en la fachada.

Su hijo realizó otros siete disparos con la escopeta, vaciando el cargador y la recámara, de los cuales dos penetraron en la vivienda donde residía la menor, con sus padres y sus dos hermanos. Uno de los disparos alcanzó a la niña, que estaba en el sofá, y nueve postas alcanzaron a su padre en el brazo "cuando intentaba poner a salvo a su hija" y otra posta, al antebrazo de la madre, que tenía a otro hijo en brazos. Encarnación falleció pocos minutos después como consecuencia del disparo que le alcanzó la región torácica y le ocasionó un shock hipovolémico.

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