La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
El 27 de abril de 2021 Anna y Olivia, dos niñas canarias de uno y seis años, respectivamente, eran asesinadas por su padre, Tomás Gimeno. El motivo: hacerle daño a su madre, de la que se había separado y con la que tenía un régimen de visitas establecido respecto a las pequeñas. Fue una de las primeras veces que en España comenzó a hablarse de violencia vicaria.
El mismo 27 Tomás debía verse con la madre de las niñas para que éstas volvieran con ellas, pero las horas pasaban y el progenitor no llegaba. Por teléfono excusó su retraso diciendo que estaba cenando con las pequeñas. Lo que estaba haciendo, en realidad, era acabar con ellas.
Según el informe de sobreseimiento, fruto de una compleja investigación, el día que Tomás decidió perpetrar el doble crimen llevó a su hija mayor, Olivia, a clases de tenis mientras que, con la pequeña, fue a visitar a sus padres. Entre medias dejó un sobre con dinero y una carta de despedida a la que entonces era su pareja. En el sobre ponía que no lo abriera hasta la medianoche y aunque ella no le hizo caso, el mensaje que leyó no la alertó.
Tras recoger a Olivia de sus clases, se fue con las dos menores a su casa y las mató entre las 19:54 y las 21:00 horas de forma violenta. Según la autopsia, mediante asfixia por sofocación.
Luego, con el cadáver de las niñas en el maletero, Gimeno regresó a casa de sus padres y dejó en el jardín a su perro, dos tarjetas de crédito y dos juegos de llaves de un coche. Desde allí se trasladó hasta la Marina de Tenerife, donde tenía amarrado un barco de recreo. Horas antes había estado probando el motor por lo que previsiblemente se introdujo en la embarcación y se perdió con los cuerpos de las niñas, mar adentro.
Al día siguiente, el miércoles, 28 de abril, la noticia saltó a los medios de comunicación y la Guardia Civil desplegó un amplio dispositivo de búsqueda después de que interceptaran el barco de Tomás, que estaba a la deriva. En el traslado para investigar cualquier pista en el barco, dieron con la sillita de la menor de las niñas y con restos de sangre que pertenecían al padre.
La Benemérita, además, tenía constancia de que Gimeno había amenazado a la madre de las desaparecidas con no verlas nunca más, por lo que el caso era de extrema gravedad.
Las cámaras de seguridad del puerto revelarían cómo Tomás Gimeno llegó en su coche esa misma noche, descargó varios macutos del vehículo y se subió a su barco.
La búsqueda de las niñas se extendió durante más de un mes y en ella participaron los servicios aéreos y marítimos de la Guardia Civil, Policía Judicial, un helicóptero de Emergencias, el cuerpo de agentes especializados que trabajaron en los casos de Diana Quer o Asunta Basterra, la UCO e incluso un robot marino del Instituto Español de Oceanografía (IEO) con el que podrían rastrear el fondo del mar.
De forma paralela a las búsquedas marítimas, la casa de Tomás la registraron multitud de veces en busca de restos biológicos o de sustancias que el padre le hubiera podido suministrar a las niñas, pero no encontraron nada.
El 1 de mayo el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Güímar dictó una orden de búsqueda internacional del padre y sus dos hijas pero no sería hasta el 10 de junio cuando darían con el cuerpo de una de las pequeñas, Olivia, en el interior de una bolsa de deporte amarrada a un ancla.
El de Anna y el de Tomás nunca aparecieron, aunque la investigación concluiría que el padre acabó con las pequeñas, arrojó sus cuerpos al agua y luego se suicidó, tirándose también al mar, con el objetivo de provocar el máximo dolor posible a la madre de las dos hermanas canarias.
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