El Ivi, el niño que robaba coches con 7 años
Iván H. P., el delincuente que fue condenado esta semana por intento de asesinato, tiene todavía otro juicio en el que se le pide una condena ejemplar
Criado en el Polígono Norte, es uno de los ladrones más activos de las últimas décadas en Sevilla
El niño que robaba coches con siete años se hizo mayor y nunca se reformó, aunque en el último juicio al que se enfrentó aprovechara su derecho a la última palabra para decir que no iba a ser toda la vida un delincuente, por mucho que en el pasado lo hubiera sido. Aquel niño que atemorizaba a los grupos de chicos de la zona norte de Sevilla, a los que robó cientos de balones y juguetes por el puro placer de hacerlo, fue ascendiendo en la escala de la delincuencia. A medida que crecía, subía también la importancia de los delitos.
Cometió todo tipo de robos, con fuerza y con violencia, lideró una banda de aluniceros que desvalijó cientos de tiendas, coqueteó con el tráfico de drogas, se le relacionó con los vuelcos o robos de estupefacientes y participó en una brutal agresión a puñaladas en la que la víctima quedó paralítica, con una edad de 32 años. Esta semana, Iván H. P., más conocido como el Ivi, ha sido condenado a nueve años de prisión por su participación en aquel intento de asesinato, cometido a las puertas de una discoteca de Nuevo Torneo a primera hora de la mañana del 27 de enero de 2019. A su tío se le impuso la misma pena y uno de sus amigos, Javier P. O., considerado el autor material de las puñaladas, fue condenado a diez años.
El Ivi y su banda idearon un plan para arrojar al río a la víctima, a la que metieron en el maletero de un coche tras la agresión. Dice la sentencia de la Sección Séptima de la Audiencia de Sevilla que Iván fue la persona que empezó la pelea a puñetazos, "por razones no concretadas pero al parecer relacionadas con una mujer". Después de que su amigo apuñalara al hombre con el que discutían, el Ivi trajo su vehículo, en cuyo maletero introdujeron a la víctima con intención de lanzarlo al Guadalquivir. Le bajaron los pantalones, al tiempo que Iván le decía "ahora te vas a enterar, te voy a desgraciar". Sólo la gran cantidad de testigos que había, y los pataleos del apuñalado, le hicieron cambiar de opinión, lo metieron en otro coche y lo llevaron al centro de salud de Pino Montano, desde donde fue derivado al hospital.
Todo el proceso estuvo marcado por el miedo de la propia víctima y los testigos, y así lo reflejó la propia sentencia, donde se destaca la escasa colaboración de éstos. La Policía tuvo que recurrir a la figura del testigo protegido para poder obtener información de lo ocurrido a las puertas de la discoteca y durante el juicio se le tuvo que recordar sus obligaciones a un testigo que sólo hacía decir que no recordaba mucho.
Dice también la sentencia que el testimonio de Iván es el "colmo del absurdo", pues se escudó en el "pseudorreconocimiento de una pelea con la víctima en la puerta de la discoteca y en la que 'llegan a las manos', sin que interviniera nadie más, para de pronto encontrarse con la víctima sangrando sin percatarse de qué había ocurrido, puesto que él negó haberle acuchillado". Este absurdo, insiste la Audiencia, se prolonga en "su pretensión increíble de que si abrió el maletero de su coche, que dijo que fue para acercarlo y socorrerlo, no fue para meterlo en su interior, sinom para que se apoyara, cuando lo más razonable hubiera sido sentarle o tenderle en los asientos del vehículo, o directamente como se hizo al final, trasladarle a un ambulatorio".
Con esta nueva condena, Iván tendrá que volver a prisión, un lugar del que ha estado entrando y saliendo de manera frecuente desde que alcanzó la mayoría de edad. Ya antes había acumulado motivos de sobra para estar privado de libertad. Nacido a finales de 1989, se crió en el Polígono Norte, en el seno de una familia marcada por la delincuencia. Su padre, a quien se le conoce en el barrio como Miguelito, es un viejo conocido de la Policía, que lo ha detenido decenas de veces por distintos motivos: robos, tenencia de armas, tráfico de drogas, atentados a agentes de la autoridad y secuestros. También frecuentó desde niño el asentamiento chabolista del Vacie.
Varios de sus hermanos también se han visto implicados en distintos delitos y dos de ellos fueron detenidos en enero de 2019, unos días antes de la pelea en la discoteca de Nuevo Torneo, por cometer varios atracos a punta de pistola a bordo de un Mini Cooper. Iván fue un delincuente precoz. Se inició en los robos sin importancia sin tener aún la edad mínima de responsabilidad penal. Era un crío aún cuando ya huía de la Policía y protagonizó numerosas persecuciones a toda velocidad. Y pronto pasó a asuntos más serios.
La banda del rottweiler
Con catorce años formó parte de la llamada banda del Rottweiler, un grupo de delincuentes juveniles del Polígono Norte que seguían la estela de la banda del Demonio, de Los Pajaritos, que llevaba ya años cometiendo atracos a mano armada por toda la ciudad. Sus imitadores del norte se especializaron en el robo de vehículos y de establecimientos. Lo hacían con distintos métodos, como el alunizaje o el abrelatas. Algunos de ellos, en un claro signo de pertenencia al grupo, se tatuaron la imagen de un rottweiler.
El 5 de febrero de 2004, el Ivi y otros cinco jóvenes de su barrio robaron en una armería de la calle Adriano. Sustrajeron nueve escopetas, tres prismáticos y un cuchillo, todo ello valorado en 12.000 euros. Poco después, en la Barqueta, por donde huían a bordo de tres motos, amenazaron con las escopetas a un peatón. La Policía Nacional los detendría días más tarde, aunque al Ivi costó más apresarlo. Siempre fue escurridizo. El Ivi fue, según la Policía, el encargado de hacer desaparecer las escopetas, que enterró en el Vacie y en Pino Montano. De aquella banda surgieron algunos grandes delincuentes de la actualidad. Uno de sus miembros, por ejemplo, está considerado uno de los mayores especialistas en vuelcos, como se conoce en el argot policial a los robos de droga entre narcos.
Después del robo en la armería llegarían todo tipo de robos y entradas y salidas de prisión. Cada salida se celebraba en el Polígono Norte con una fiesta. En las últimas se han montado carpas con un buen número de invitados y hasta fuegos artificiales. En 2011 fue detenido en Nervión cuando fue a firmar un permiso penitenciario. Se le buscaba por un robo en Camas. En 2012 fue de nuevo arrestado por querer clavarle un destornillador a un policía fuera de servicio que lo vio robando en un coche en la calle Tesalónica, en el polígono de San Pablo, junto con otros tres delincuentes.
La banda del BMW
Fueron llegando las condenas. En 2014 una a nueve meses de multa sustituida por 135 días de prisión por un robo con fuerza. En 2015 otra de seis meses de cárcel por otro robo. En 2016 otras dos por delitos contra la seguridad vial. Por entonces Iván lideraba una de las bandas de aluniceros más activas de la historia reciente de Sevilla. Es una de las que se llamó bandas del BMW, pues era el tipo de vehículo que elegían los delincuentes para cometer sus robos.
Cometieron presuntamente 74 robos entre 2016 y 2017, en una causa que será juzgada en octubre de 2022 y en la que la Fiscalía solicita para él, como líder del grupo, una pena ejemplar, de casi 180 años de cárcel. Eso sí, hay que tener en cuenta de que, en caso de que se le condene, no cumplirá más de 15, pues el máximo de cumplimiento efectivo no podrá exceder del triple del tiempo por el que se le imponga la más grave de las penas en las que haya incurrido. En este caso, el delito más grave que tiene es el de detención ilegal, por el que se le piden cinco años. De ahí que, por muchos años de condena que se le impongan, sólo pueda cumplir 15 por esta causa.
En su escrito de acusación, la Fiscalía explica que el Ivi y su banda disponían de aparatos para extracción de bombines y máquinas para hacer duplicado de llaves que adquirían por internet de distintos proveedores, por precios que oscilaban entre los 4.500 y los 7.500 euros. Sacaban la cerradura de los vehículos y luego la volvían a colocar, "disimulaban así el daño a esa pieza y pasaban desapercibidos, tampoco rompían el sistema de arranque pues clonaban llaves, con un dispositivo conectado al vehículo codificaban un chip virgen y obtenían una copia".
La finalidad era utilizar los vehículos para "desplazarse a cometer robos en establecimientos principalmente de telefonía, pero también de otros efectos que tuvieran fácil venta a terceros, tales como tabaco, perfumes, herramientas, piezas de joyería, etc". La banda operaba de noche y robaba mediante los alunizajes, utilizando los coches a modo de ariete dando marcha atrás para romper los escaparates. También tenían mazas de grandes dimensiones, palanquetas, uñas y herramientas similares, con los que terminaban de abrir los comercios, "y así accedían y cogían en escasos minutos los efectos de valor que hubiere, después huían a toda velocidad, poniendo así en peligro a los usuarios de la vía". En más de una ocasión mantuvieron persecuciones a toda velocidad con la Policía.
Con este método cometieron robos en tiendas de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Málaga, entre otros lugares. Pero no sólo eran ladrones de comercios. También se les acusa de robos violentos en domicilios, "con los moradores en el interior y utilizando armas blancas y de fuego, simuladas o no, y gran violencia física y verbal para amedrentar a sus víctimas, a las que llegaban a amordazar y retener". Siempre iban encapuchados o con la cara tapada con pasamontañas, bufandas o similares. Aunque fueron detenidos en distintas ocasiones, al quedar en libertad provisional continuaron robando.
Asaltos y secuestros
Uno de los asaltos más violentos que se le imputan al Ivi ocurrió la mañana del 3 de septiembre de 2016 en Palmete, cuando entraron en una casa alegando que le habían dado un golpe al coche del dueño de la misma y pidiéndole a este que bajara para arreglar los papeles. Cuando el hombre abrió la puerta, lo empujaron y golpearon en la cabeza con la culata de una pistola y le pusieron un cuchillo en la nuca. En ese momento estaban en la vivienda la mujer de este hombre y cuatro menores de edad, a los que retuvieron en el salón echándoles una manta por encima y diciéndoles que matarían a las niñas si llamaban a la Policía. De allí robaron 1.600 euros, cinco teléfonos móviles, una cámara de fotos, una caja de bisutería, un ordenador portátil, una motocicleta y un coche.
Cinco días después, la tarde del 8 de septiembre, entraron en una casa de Tocina, subiendo por un balcón y rompiendo una persinaa. Allí se encontraba estudiando una chica de 16 años. Al escuchar a su perra ladrar, la menor salió del dormitorio y vio a dos hombres en el salón. Ambos llevaban la cara parcialmente tapada. Uno portaba un cuchillo y el otro una pistola. La chica trató de huir hacia el patio trasero de su casa, pero la cogieron del pelo y la tiraron al suelo, la agarraron del cuello y le dijeron que la iban a ahogar si gritaba. Le exigieron que les diera la caha fuerte y el dinero, pero ella no sabía abrirla. Entonces, le dijeron que tenían secuestrado a su padre y que a ella le iban a volar la cabeza. Trató de escapar de nuevo pero la golpearon hasta dejarla aturdida, la encerraron en la habitación, la ataron de pies y manos y le colocaron un paño de cocina en la boca. Llegaron a herirla en la pierna con un cuchillo jamonero. Como no pudieron llevarse la caja fuerte, finalmente se llevaron dos cajas de tabaco y botellas de alcohol.
Por todos estos hechos, Iván se enfrenta a más de 160 años de cárcel. Se le imputan los delitos de pertenencia a grupo criminal, robo con fuerza, robo con violencia o intimidación, detención ilegal y conducción temeraria. En el juicio por el intento de asesinato, utilizó el derecho a la última palabra para decir que no debía ser juzgado por su pasado. "Lo que he sido en el pasado no quiere decir que siga así toda mi vida", dijo. Sea una declaración sincera o no, será difícil que el Ivi pueda dejar de estar atrapado por su pasado.
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