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El 10 de marzo de 2007 Yéremi estaba junto a sus primos en un solar de la localidad de Vecindario, en Gran Canaria. Jugaban con una caja de cartón de un televisor que habían comprado recientemente.
Sobre las 2 de la tarde su abuela se asomó a la ventana de la casa en la que vivían y avisó a los niños para que subieran a comer, la mesa ya estaba puesta. Todos los primos se dirigieron hacia la vivienda y cuando se sentaron para la comida se dieron cuenta de que Yéremi, de solo 7 años de edad, no había subido con ellos. En un visto y no visto el pequeño había desaparecido.
Horas después de que se denunciara el suceso se cerraron todas las salidas aéreas y marítimas de la isla. Peinaron zonas de obras, pozos, parques, más solares e invernaderos. Miraron dentro y fuera de la casa y en todos los alrededores pero había rastro de él.
En un primer momento la Guardia Civil pidió a la familia que mantuvieran la calma pero los días iban pasando y la incertidumbre los llevó a asumir que a alguien se había llevado al niño. "Ya no lo busquen, a Yeri se lo han llevado", dijo su abuelo.
El primer operativo de búsqueda lo conformaron casi 400 personas y arrancó de inmediato, centrando la búsqueda tanto en tierra como por mar y aire. En él participaron voluntarios, servicios de emergencia, Protección Civil y Ejército. A los siete días de desaparecer un centenar de militares del Regimiento de Infanteria Canarias 50 se incorporó a la búsqueda.
La desaparición fue considerada de alto riesgo y frente a ella se plantearon varias hipótesis, aunque ninguna de ellas valió para dar con el pequeño.
Yéremi era un niño bastante tímido y algo miedoso por lo que lo primero que se descartó fue que éste se hubiera ido voluntariamente. El inicio de la investigación de centró, por tanto, en su entorno cercano (familiares, profesores, amigos,etc.).
Tras ellos se comenzó a poner el foco en personas que hubieran cometido delitos de pederastia o asesinatos a menores. Se investigó a 195 pederastas y se preguntó a otras personas que podían resultar sospechosas, como dos hombres británicos que vivían cerca de la vivienda del niño y que habían sido detenidos por matar a una menor en Inglaterra.
Aunque durante un tiempo se los consideró como los principales sospechosos del caso, nunca se pronunciaron sobre él. Sí lo hicieron, sin embargo, sobre la desaparición de Madeleine, unos años más tarde. para defender su inocencia. A pesar de esto los investigadores nunca encontraron una relación entre ellos y el caso.
En un primer momento, Antonio Ojeda, al que se le conocía como ‘El Rubio’ pasó desapercibido para los investigadores pero en 2016 saldrían a la luz las declaraciones de varios compañeros suyos de prisión de que él mismo habría confesado haber matado a Yéremi Vargas.
En 2007 Ojeda vivía en Gran Canaria, muy cerca de la casa de la abuela de Yéremi y del solar en el que el niño y sus primos jugaban a menudo. Algunas fuentes cercanas aseguraron que el hombre solía mirar con recelo a los niños y niñas de la zona. Lo describían como un hombre solitario y al que le gustaba beber.
En 2016, mientras Ojeda cumplía condena en Cádiz por haber agredido sexualmente a una niña, varios presos comunicaron que El Rubio les había explicado con todo detalle cómo habría matado al pequeño. Un dato que resultó fundamental para darle credibilidad a su relato fue que contó que el niño se había puesto azul cuando lo agredió. Yéremi padecía de cianosis, una condición que hace que las personas que la tienen presenten menos oxígeno en la sangre, lo que le da un tono azul a su piel.
Esta información que confirmó la familia nunca había trascendido a los medios por lo que era imposible que El Rubio la conociera de antemano.
Pese a que se presentaron fuertes indicios para vincularle a la desaparición, el juez cerró el caso en 2017, contra el criterio de la Guardia Civil, al considerar que no había suficientes pruebas contra él. Los testigos a los que Ojeda comunicó, supuestamente, el crimen, nunca quisieron testificar.
Sin embargo, a día de hoy tanto la Guardia Civil como la familia no se dan por vencidos y continúan aportando pruebas, por insignificantes que puedan parecer, para que se reabra el caso y puedan dar sepultura al pequeño desaparecido en 2007.
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