Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Atentado en Estrasburgo
La ciudad de Estrasburgo, muy concurrida estos días por su famoso mercado de Navidad y la sesión plenaria en el Parlamento Europeo, despertó con aparente calma, aunque con menos gente de lo habitual en las calles, más silencio, y solo algunos transportes y comercios abiertos.
Las tradicionales casetas navideñas en torno a la Catedral, donde rebosan los espumillones, las luces navideñas, los pretzel y el aroma a canela de los vinos calientes, amanecieron cerradas.
También desangelado lucía el gran árbol de Navidad de la Plaza Kleber, un ejemplar único traído de la Selva Negra y junto al que todo el mundo quiere fotografiarse en esta época del año.
Martine, una alsaciana de 81 años, es una de las pocas vecinas del centro de la ciudad que hoy pasean por una plaza que empiezan a tomar los periodistas.
"Esto es un horror, me duele el corazón", dijo a Efe antes de irse arrastrando su carrito de la compra de vacío.
El único gran establecimiento abierto a escasos metros del ataque, con el paso cortado al tráfico y los transeúntes, es un restaurante de comida rápida que fue refugio para decenas de personas que permanecieron confinadas hasta que pudieron salir del perímetro de seguridad.
El encargado del establecimiento, Wagner Gil, nacido en Estrasburgo, explicó a Efe que durante la madrugada sirvieron cafés y comida a los que pasaron allí horas. "Algunos incluso se quedaron a dormir aquí porque su hotel estaba en la zona donde se busca al terrorista", explicó a Efe.
Saliendo de su hotel, cercano a la plaza Broglie, un matrimonio de Bilbao, Julen y Maribel, se disponen a dar una vuelta "si es que es posible aún ver algo".
De escapada a la ciudad, ayer pasaron escasos minutos antes por la Catedral y la Plaza Gutenberg, muy cerca del lugar del tiroteo.
"No nos dejaban regresar por la Gran Isla al hotel así que dimos toda la vuelta hasta llegar", explicó Julen a Efe.
El bilbaíno, policía de profesión, dijo a Efe no comprender muy bien la gestión de la evacuación de la zona y se lamentó por la confusión y falta de información de las autoridades.
La noche fue larga para muchos estrasburgueses y turistas que quedaron atrapados en el "toque de queda" decretado por las autoridades mientras trataban de capturar al asesino, que continúa siendo buscado por más de 350 policías y gendarmes.
Sylvia, empleada de la tienda Porcus de productos cárnicos, relató a Efe cómo una veintena de clientes se refugió en el establecimiento hasta pasadas las once de la noche, mientras que los empleados permanecieron en el lugar hasta casi las dos de la mañana.
Hoy, dos trabajadores no han ido a trabajar a Porcus ya que sufrieron episodios de ataques de pánico, relató Sylvia.
Algo similar le sucedió a un centenar de clientes de las Galerías Lafayette de Estrasburgo, que quedaron confinados en la quinta planta de los grandes almacenes hasta las tres de la mañana, aunque lo hicieron en un ambiente sereno y tranquilo, según relataron testigos a Efe.
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