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"Saltan la valla antes de cruzar otra vez el desierto"

El senegalés Mahmud Traoré evoca en el libro 'Partir para contar' los recuerdos de su accidentada llegada a España a través de la frontera de Ceuta.

"Saltan la valla antes de cruzar otra vez el desierto"
Alfredo Valenzuela (Efe) / Sevilla

22 de febrero 2014 - 12:48

Mahmud Traoré invirtió tres años de su juventud para llegar a Europa, saltó la valla de Ceuta en la avalancha del 29 de septiembre de 2005. Ahora es carpintero en Sevilla y considera que los inmigrantes están "muy motivados" porque "saltan la valla antes de cruzar el desierto otra vez".

En 2005 eran dos vallas paralelas de tres metros de altura y Mahmud formó parte de la primera oleada de los 300 inmigrantes que saltaron aquel día. Sufrió un corte profundo en el pie derecho pero, por la euforia del momento, no se dio cuenta hasta horas después, cuando acusó la debilidad por la pérdida de sangre y fue atendido por la Cruz Roja en Ceuta. "La aventura", como Traoré denomina su viaje de tres años, más los seis meses que permaneció en Ceuta, la ha recogido el escritor francés Bruno Le Dantec en Partir para contar. Un clandestino africano rumbo a Europa, que llegará a las librerías el 5 de marzo de la mano de la editorial Pepitas de Calabaza.

Aquel salto masivo de la valla se produjo, según Traoré, porque junto a la frontera de Ceuta "llegó un momento en que ya no se podía estar; la policía marroquí rompía el campamento una vez tras otra, quemaba las mantas, incluso para pedir comida por los pueblos teníamos que ir de madrugada y en grupo". Antes de aquel día Traoré fue llevado por la policía marroquí hasta en tres ocasiones a la frontera de Argelia, de donde regresó caminando, quince días de caminata cada vez, durmiendo bajo el cielo con una manta, compartiendo la comida de las pobres gentes que encontraba por el camino y, alguna noche de lluvia, cobijado en una mezquita, tras demostrar al imán su condición musulmana.

Por eso, el miedo que tenían la noche del salto era tanto a los golpes de la policía como a ser llevado de nuevo hasta Argelia, ya que las heridas que pudieran hacerse en la valla era algo asumido, en lo que no pensaban, pese a que Traoré, ya en el hospital de Ceuta, encontró a medio centenar de compañeros, uno de ellos con la barriga abierta y parte del intestino asomando por la herida.

Aquella noche, en el "gueto", como ha denominado al campamento de los inmigrantes junto a la frontera, hubo casi un enfrentamiento entre los más decididos a saltar y los jefes de cada grupo -se agrupan por nacionalidades y cada líder es el encargado de negociar con los marroquíes que cobran por hacerles pasar la frontera-. "Si había salto no había negocio", asegura Traoré, quien en el momento de saltar la valla no poseía ni una moneda y quien quiso ser de los primeros por creerse de los más ágiles, pese a los cinco kilos que perdió en los 19 meses que vivaqueó en Marruecos.

En todo ese periodo no se sintió enfermo: "Sólo tenía dolores de barriga; pero sabía que era de lo que comíamos; nos alimentábamos de las sobras que nos daba la gente más pobre de los pueblos", a quienes todavía insiste en mostrar agradecimiento, consciente de que les debe la vida, al igual que todos sus compañeros.

La noche del salto murieron dos inmigrantes junto a la valla, pero Traoré asegura que lo más peligroso de "la aventura" es cruzar el desierto, y que él lo hizo en una caravana tuareg de cuatro vehículos todoterreno que transportaron a 90 inmigrantes -cada uno llevaba su garrafa de agua- durante cuatro días y cuatro noches. Pagó por aquel transporte el equivalente a 60 euros que había ganado en Níger vendiendo agua fría por la calle; ya que los 50 euros con que salió de su pueblo, al sur de Senegal, poco antes de cumplir los veinte años, se esfumaron en dos semanas.

"En el desierto es donde muere más gente, pero no se habla de eso porque está lejos de Europa", dice al enumerar Senegal, Mali, Burkina Fasso, Níger, Libia, Argelia y Marruecos como el itinerario que siguió este sexto de los nueve hijos de un agricultor senegalés que ya había fallecido cuando su hijo emprendió "la aventura".

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