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Alix Coicou, psiquiatra haitiano residente en Sevilla, ha intentado sin éxito saber el paradero de sus primos, amigos y médicos que estudiaron en España y regresaron

Alix Coicou, ayer en la Cartuja. Vino desde Haití en 1971 y el año pasado volvió a su país.
Alix Coicou, ayer en la Cartuja. Vino desde Haití en 1971 y el año pasado volvió a su país.
Francisco Correal

15 de enero 2010 - 05:03

ALIX Coicou es psiquiatra y el año pasado sufrió una crisis de identidad. Con dos compatriotras y compañeros de profesión médica, los doctores Romel Legros y Raynald Gousse, Alix viajó el 25 de mayo del año pasado a Haití, el país del que salió en agosto de 1971 en plena transición política, por llamarlo de alguna forma. "En abril de 1971 murió Duvalier padre y lo sucedió Duvalier hijo".

El psiquiatra llevaba casi 40 años sin volver por su país. "Me lo encontré muchísimo peor que cuando lo dejé. La impresión fue tan penosa que tardé un par de días en adaptarme y convencerme a mí mismo de que era haitiano". Llueve sobre mojado, viene a decir este médico con consulta de psiquiatra en la calle Baños. Aunque su padre, Arnauld Coicou, trabajaba en la compañía telefónica del Estado, a Alix le ha sido imposible hablar por teléfono con su país para saber de sus primos Axel, ingeniero, y Colette, maestra de escuela. De sus amigos, algunos de ellos compañeros de carrera y profesión que la estudiaron en Zaragoza y regresaron. "Los que vinimos a Sevilla no volvimos casi ninguno".

Su familia directa se salvó entre comillas gracias a su hermana Josette, enfermera de profesión, que en 1969 se fue a trabajar a Nueva York y allí sigue residiendo. "En 1975, mi madre se fue a vivir a Estados Unidos para que su hija no viviera sola. Cuando se jubiló, también se fue mi padre". En Nueva York vivieron y murieron sus padres, allí nació su sobrina Regine y enviudó su hermana. En su casa de Brooklyn pernoctó el doctor Coicou en la escala neoyorquina de su último viaje a los orígenes, al escenario del horror.

Los tres médicos que viajaron a la isla caribeña pertenecen a la asociación Haití Siglo XXI, que agrupa al medio centenar de haitianos residentes en Andalucía. Visitaron hospitales de Puerto Príncipe y de otras dos ciudades, Pont-Sondé y Fonds-Verretes, cuyo alejamiento de la capital las ha podido librar de los tremendos efectos del seísmo. "Yo me fui de Haití cuando tenía 22 años. Hasta entonces, había huracanes, pero terremotos de esta intensidad, de 7,3 en la escala Richter, nunca los había habido. Imagino que en el siglo XIX habría alguno". Los huracanes tienen nombre. Los terremotos matan en el anonimato, causan estragos y se van.

El 3 de junio de 2009 regresaron a Sevilla vía Miami. No imaginaban que esa misma ciudad, Puerto Príncipe, se iba a convertir en epicentro mundial de la miseria y la tragedia. "Yo nací en la calle Montalais, a 500 metros del Palacio Presidencial. Si un edificio tan sólido como éste ha sido destruido por el terremoto, imagino que esas viviendas aledañas habrán resultado bastante dañadas".

Nació el 20 de agosto de 1949. Era presidente Dumarçais Estime, derrocado en un golpe de Estado del general Magloise. Apellidos de pompa napoleónica en el país que eligió Alejo Carpentier para ambientar su novela El siglo de las luces, aquel intento paródico de exportar la Revolución Francesa al Caribe. "También Graham Greene centró una de sus novelas, Los comediantes, en Haití", recuerda el psiquiatra. Los terremotos políticos estaban a la orden del día.

Ayer llamó a su hermana a Nueva York para ver si ella había tenido noticias de los primos. "Son primos dobles, porque el hermano de mi padre se casó con una hermana de mi madre". Su progenitora era maestra en el colegio donde Alix dio sus primeros pasos escolares. No sabe si el seísmo habrá respetado los inmuebles de los colegios Classique y Saint-Pierre donde repartió su formación.

Se vino a España el año del relevo dinástico de los Duvalier. Llegó a la España de Franco y Carrero. "Estábamos acostumbrados a no meternos en política. El Régimen en España estaba en su etapa final. En la Universidad había continuas revueltas estudiantiles y asambleas". En 1971 vino a España con otros tres candidatos a médicos, Romel Legros, que preside la asociación Haití Siglo XXI de la que Coicou es tesorero, Bernardin Bossous, que se fue a Estados Unidos, y Ghislain, una chica que se casó con un haitiano y regresó a su país. Alix desconoce su paradero. "En Zaragoza no aprobamos el examen de ingreso y nos vinimos a Sevilla, aunque en la Embajada de España en mi país nos habían dicho que la ciudad con una temperatura similar a la de Haití era Cádiz".

No sabe qué habrá sido del cine Rex donde tantas sesiones infantiles pasó con sus amigos. "Veíamos las películas de Tarzán y también tenían mucho éxito las españolas de Joselito y Sara Montiel. El cine se llenaba cuando aparecía en el reparto Fernando Sancho, un actor que allí era todo un ídolo y protagonizaba mucho spaguetti-western mexicano".

Son días tristes para este psiquiatra, para el pediatra Victor Helder Fleury (llegó en 1963) o el anestesistya Franck Deguy Coq (en 1966). Haití es el lado francófono de la isla, vecino de la República Dominicana, patria del merengue. Por el idioma, imagina que sus compatriotas tienen depositadas muchas esperanzas en la ayuda y la disposición de Sarkozy. Por el color de la piel, dirigen la mirada en otro sentido. "Con la llegada de Obama a la Casa Blanca, esperan mucho de los Estados Unidos. De hecho, a Bill Clinton lo han nombrado una espedie de emisario para asuntos haitianos y ya ha estado varias veces en el país".

Ha pasado en España casi el doble de años que en Haití. "No quiero dejar pasar tanto tiempo sin volver a pisar esa tierra". Con sus compatriotas, se ha convertido en espontáneo embajador para recabar ayudas. Le duele esta obligada lección de geografía provocada por un capricho sísmico con el que Haití ha conseguido lo que en condiciones normales nunca consiguen los países de su renta per cápita: abrir todos los telediarios, remover todas las conciencias.

Alix Coicou jugaba más a las canicas que al fútbol en las calles de Puerto Príncipe. Nombre señorial para una ciudad golpeada con saña por un terremoto sin nombre.

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