La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
La rueda de prensa diaria del comité técnico de emergencia de las autoridades sanitarias de caada día es para llorar con sus demoledoras cifras de muertos y contagiados, siempre mejores que las de mañana y peores que las de ayer, por mucha ralentización con que se las signifique... Las de este viernes, 15.843 fallecidos y 157.000 positivos.Al otro lado de la frontera oeste, nuestros vecinos portugueses también sufren, pero menos... los muertos no llegan a los cuatro centenares y los positivos rondan los 12.500. ¿Por qué tamaña diferencia?
Son sustanciales en términos demográficos, sociales o económicos. Aún así, salvando todas las distancias -Portugal tiene una población de más de 10 millones de personas por los 47 de España y una densidad de 111 habitantes por kilómetro cuadrado, por los 93 en España- es difícil entender por qué España tenía el pasado 6 de abril una tasa de 2.786 muertos por cada millón de habitantes mientras en Portugal la tasa se reducía hasta los 1.024.
En términos de equilibrios políticos a gran escala, los vecinos somos actualmente bastante similares. Como Pedro Sánchez, el socialista António Costa gobierna en minoría, sin coalición pero apoyado por el Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista, que le permitieron aprobar los Presupuestos Generales el pasado 6 de febrero, algo que sus vecinos hispanos tenemos en el alero dado el incierto y vital apoyo de ERC.
Las diferencias asoman en la organización territorial. Portugal se reparte entre siete regiones, que a su vez se dividen en 25 unidades administrativas o sub-regiones. Es un sistema mucho más centrípeto que el español y allí no hay pulsiones secesonistas como en Cataluña y País Vasco.
España es considerado uno de los países del mundo más descentralizados, al nivel de la República Federal de Alemania. Las competencias en Sanidad están repartidas entre las 17 comunidades autónomas, punto -habla de "naturaleza difusa del sistema"- en que ha incidido el prestigioso diario estadounidense The New York Times en un reportaje que extrae la gran conclusión de que el Gobierno de Sánchez "no ha actuado con presteza".
La primera gran diferencia entre Portugal y el resto de países europeos fue la llegada del coronavirus. Fue el último país de Europa Occidental en detectar su primer caso, el pasado 2 de marzo, un ciudadano de Oporto dio positivo después de un viaje en el norte de Italia. Pocas horas más tarde llegó el segundo caso, el de un paciente que volvía de Valencia.
Es decir, el virus llegó un mes más tarde a Portugal que a España. El primer paciente registrado en España se conoció el 31 de enero: un paciente alemán ingresado en La Gomera. Nueve días después se detectó otro caso en Palma. Hasta el 24 de febrero no saltó el bicho a la península, detectándose los primeros casos en Madrid, Cataluña y Valencia.
El Gobierno luso, alertado por la situación en España y en Europa, tomó medidas drásticas desde el primer momento. El 13 de marzo, con 112 contagios y sin muertos, Costa declaró el estado de alerta y cerró colegios, universidades, escuelas, bares y discotecas. Los centros comerciales y los restaurantes limitaron su aforo y tardaron muy poco en ser cerrados. Tres días después se limitó el tráfico fronterizo con España, pero los contagios subieron de manera exponencial y Costa decretó el estado de emergencia el 18 de marzo. Se cerraron, de manera definitiva, todos los comercios considerados no esenciales y se confinó todo el país.
Este mismo día, el 13 de marzo, pero después, Sánchez anunciaba el estado de alarma en diferido -lo aprobó el Consejo de Ministros al día siguiente-, cuando ya se contabilizaban 152 muertos y más de 5.100 infectados.
Portugal tiene además casi 500 médicos por cada 100.000 habitantes, la tercera cifra más alta de la Unión Europea, según datos de la agencia estadística comunitaria Eurostat, pero no todos trabajan para la sanidad pública. De acuerdo con el Colegio de Médicos portugués, de los 56.000 profesionales que tenía inscritos a finales de 2019, sólo 29.000 trabajaban en el Servicio Nacional de Salud.
Densidad ante la que palidece España, vigésimo país del mundo con 3,9 facultativos por cada 1.000 habitantes, según las estadísticas sanitarias de 2018 de la Organización Mundial de la Salud.
El desfase con nuestros vecinos también descansa ligeramente sobre la cama del hospital. Según la OCDE, en España hay unas tres por cada 1.000 habitantes. Menos que la mayoría de sus vecinos de la Unión Europea. Italia (3,2) y Portugal, (3,4) son los que más se le acercan. Alemania tiene ocho.
Otra pequeña gran diferencia es el respectivo respeto a las normas de confinamiento. En Portugal tan sólo se contabilizan poco más de un centenar de detenciones por incumplimiento de las medidas, en vivo contraste con los más de 3.000 arrestados y más de 350.000 sanciones que se apilan en España.
España es el vigésimo país del mundo con mayor densidad de médicos, con 3,9 facultativos por cada 1.000 habitantes, según las estadísticas sanitarias de 2018 de la Organización Mundial de la Salud
El civismo y la armonía de los portugueses contrastan también sobremanera con los de su clase política respecto a la española.
Mientras el Gobierno de Sánchez, que admite sin ambages que se ha visto desbordado por las colosales proporciones de la pandemia, ha ido tomando medidas de manera unilateral y volátil entre episodios chuscos como el de la compra masiva de mascarillas y test defectuosos, Costa se ganaba la admiración a nivel internacional al ser uno de los líderes de Europa del Sur que más ha criticado abiertamente la falta de solidaridad de los países del norte. El primer ministro luso calificó de "repugnante" las declaraciones del ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, cuando planteó, tras el Consejo Europeo extraordinario, la posibilidad de que se investigue a España por su gestión de la pandemia.
La unidad ha caído como fruta madura en el país vecino al sobrevenir la tragedia y Gobierno y oposición son una piña. La lucha por el poder se ha quedado aparcada. "Señor primer ministro, le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte”, afirmaba Rui Rio, el líder del PSD, el mayor partido opositor de Portugal, en un discurso tras la aprobación del estado de alarma.
Poco, nada, que que ver con el fuego cruzado en España. PP y Vox acusan al Gobierno de mentir dando un número de muertos muy superior al de las cifras oficiales, critican su retraso en la adopción de medidas y su unilateralidad. Pablo Casado mantiene (con respiración cada día más asistida) su apoyo al Gobierno entre críticas feroces. "Apoyaremos al Gobierno para salvar vidas, pero no para arruinar España”. Santiago Abascal culpa directamente al Ejecutivo de los miles de muertos, no tiene empacho en difundir tuits como el del desfile de ataudes por la Gran Vía madrileña y ni se plantea atender la llamada del presidente a la conciliación para reeditar los pactos de la Moncloa.
Mientras tanto, las fábricas portuguesas de ataúdes están desbordadas por la demanda que le llega desde el otro lado de la frontera, la demanda se les ha duplicado, trabajan a destajo y empiezan a temer por la falta de madera.
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