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Obesidad y diabetes, la cara y la cruz de la glucosa

El coronavirus afecta a enfermos de diabetes produciendo un incremento en su severidad y mortalidad, por lo que se hace necesaria la investigación de la interrelación de ambas enfermedades

La diabetes y la obesidad suelen estar interrelacionadas.
F. F. B.

18 de junio 2020 - 19:04

A lo largo de nuestra vida, seguramente, hemos conocido a algún amigo o tenemos familiares que sufren de diabetes. Sabemos que esta enfermedad está relacionada con el azúcar pero, muy probablemente, no sepamos ir más allá de la complejidad que conlleva esta dolencia.

En un artículo publicado en The Conversation titulado Obesidad y diabetes: el ying y el yang de la glucosa, firmado por María del Carmen Sanz Miguel, profesora del Departamento de Biología Celular, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM); Ana Pérez García, investigadora postdoctoral en Imdea Alimentación, IMDEA Agua; Elvira Alvarez García, profesora honorífica e investigadora en la UCM; y Verónica Hurtado Carneiro, profesora Asociada al Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UCM, se explica muy gráficamente.

El proceso

"Cuando comemos un pedazo de pan o un simple caramelo y vemos qué ocurre en nuestra sangre resulta que, a los pocos minutos, nuestros niveles de glucosa (comúnmente denominada "azúcar") han subido. ¿Qué es lo que ha ocurrido mientras?".

Las investigadoras acompañan a la comida en su recorrido y explican: "A los pocos minutos de tragarnos ese pedazo de pan, este llega ya digerido (por el estómago) al intestino delgado. Las células intestinales absorben los nutrientes que contenía, entre los que se encuentra la glucosa. Y dado que estas células están en contacto directo con el sistema circulatorio, inmediatamente se vierten a la sangre y se dirigen al hígado. Como consecuencia la concentración sanguínea de glucosa (glucemia) se dispara.

A partir de ahí, la sangre transporta la glucosa a todos los órganos como si fuera un 'combustible' para obtener la energía necesaria (ATP) que permitirá llevar a cabo todas las funciones.

El problema surge, se explica en el artículo, "cuando un exceso o un déficit de glucosa en el organismo conduce al desarrollo de patologías. De ahí la importancia de mantener su equilibrio. Es el ying y el yang de la glucosa".

Hígado, páncreas e hipotálamo

¿Cómo se puede garantizar que las células reciban en todo momento azúcar sin tener que comer a todas horas? Gracias a los "detectores celulares" que existen en distintos órganos como páncreas, hígado o hipotálamo, entre otros, que vigilan la disponibilidad de combustible.

Cuando la glucosa es alta (como después de comer), el hígado la almacena en forma de glucógeno para cuando escasee (en ayunos, entre comidas o mientras dormimos). Este órgano también convierte el exceso de azúcares en triglicéridos (grasa) y la acumula en el tejido adiposo como reserva energética.

¿Y qué pasa con el páncreas? Por su parte, apunta la publicación, "el páncreas juega un papel importantísimo en el equilibrio de los niveles de glucosa (homeostasis de la glucemia, en la jerga científica). Se ocupa de detectar el exceso o déficit de glucosa, y responde, en consecuencia, fabricando y secretando hormonas que intentan restaurar el equilibrio. La más conocida es la insulina, que se libera a la sangre cuando sube la glucemia y manda una orden contundente a las células: Captad glucosa sanguínea, que hay demasiada, y gastadla o almacenadla. Como consecuencia, el azúcar en sangre disminuye".

De otro lado, ubicado en el cerebro, el hipotálamo regula la ingesta de comida controlando las sensaciones de hambre y saciedad. Si ingerimos más comida (nutrientes) de la que "quemamos" (gasto energético), desarrollamos sobrepeso u obesidad. De hecho, si los niveles de glucosa en sangre se mantienen altos incluso en periodos de ayuno (hiperglucemia), es cuando aparece la diabetes.

Controladores moleculares

Según las profesoras, existen dos puntos clave a nivel molecular para controlar el desarrollo de obesidad o de diabetes. "De un lado los sensores, esto es, dispositivos moleculares dispuestos en las células que detectan los niveles de glucosa o el estado energético de la célula (niveles de ATP), respectivamente. De otra parte, debe generarse una correcta respuesta a la insulina, es decir, que las células sean capaces de identificar y responder a esta hormona adecuadamente".

Precisamente, de que respondamos adecuadamente a la insulina se encargan una serie de receptores de la membrana de las células, así como un conjunto de proteínas. "Si el mecanismo falla en algún punto, las células no responden a la insulina, y el azúcar sanguíneo sobrante no se elimina. Es lo que se conoce como resistencia a la insulina".

La consecuencia es que la glucosa en sangre permanece alta y se desarrolla diabetes tipo 2, muy habitual en la tercera edad o personas obesas, lo que supone un problema de salud grave dadas las numerosas complicaciones asociadas a esta enfermedad, como problemas cardiovasculares, oculares o del riñon.

Más investigación

Según el equipo de investigación de la UCM, "cada año aparecen alrededor de 386.000 nuevos casos de diabetes en la población adulta española. De ahí la importancia de llevar a cabo estudios encaminados tanto a conocer sus mecanismos moleculares como a diseñar fármacos dirigidos a controlar los sensores de glucosa y nutrientes".

En los tiempos actuales, concluyen, "se ha añadido una nueva enfermedad infecciosa que, cuando afecta a enfermos de diabetes, produce un incremento en su severidad y mortalidad. Nos referimos, claro está, a la COVID-19. La investigación de la interrelación entre ambas enfermedades se hace necesaria y urgente".

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