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Al principio, fue el agua, el líquido elemento esencial para la vida junto al oxígeno. Es el componente más abundante del organismo, al comprender entre el 50 y el 80% del peso corporal total, variando en función de la edad, del sexo, de la masa muscular, del tejido adiposo y del estado de hidratación. El agua participa de forma directa en numerosas funciones del organismo, tales como la termorregulación, el transporte de nutrientes a las células, la eliminación de sustancias de desecho o la lubricación de las articulaciones o la regulación de los electrolitos en sangre.
El ser humano obtiene el agua a través de la ingesta de bebidas y alimentos. El agua como tal, tanto potable o envasada, es una bebida, que además contiene minerales en función de su mineralización (débil, media o alta). El Libro Blanco de la Nutrición, desarrollado por la Fundación Española de Nutrición, recoge entre sus recomendaciones educación a la población en cuanto a selección de aguas y bebidas en función de su mineralización y capacidad de hidratación. La mineralización del agua la determinan las condiciones geológicas del manantial y su recorrido.
Si están situados en rocas de tipo ácido, como las cuarcitas y granitos, el agua será de mineralización más débil. Los manantiales de rocas básicas o salinas, ricas en carbonatos cálcicos, sodio y magnesio, suponen una mayor cantidad de minerales disueltos. De este modo, las aguas de mineralización fuerte son aquellas que rondan los 1.500 miligramos de minerales por cada litro. Sin embargo, las de mineralización débil, hasta 500 miligramos, y las de mineralización muy débil hasta 50 miligramos.
Según la evidencia disponible, la de mineralización muy débil es la más indicada para dietas pobres en sodio y la preparación de alimentos infantiles. A lo largo de la vida el funcionamiento de los riñones de va deteriorando. La correcta hidratación posibilita la eliminación de sustancias de desecho por su acción diurética. Los bebés, al no tener totalmente desarrollada la capacidad de filtración renal, a través de la utilización de aguas de débil o muy débil mineralización, se evita la formación de una orina concentrada con repercusiones negativas para su salud.
La importancia de prevenir la aparición de cálculos renales, especialmente en personas mayores, o evitar la retención de líquidos, hace de las aguas de mineralización muy débil la mejor opción. El agua mineral natural tiene su origen en un extracto o yacimiento subterráneo, por lo que está protegida contra los riesgos de contaminación. Se caracteriza por su pureza, contiene minerales y oligoelementos y se capta en la superficie, brota de un manantial en uno o varios puntos de alumbramiento, naturales o perforados. Por otro lado, el agua de manantial necesita aplicación técnicas para separar elementos materiales inestables, antes de ser consumida. Por último, el agua preparada embotellada, se caracteriza por estar sometida a tratamientos para potabilizarla y poder proceder a su consumo.
Por tanto, desde el punto de vista de su pureza natural y su implicación en la salud humana, el agua mineral natural de mineralización débil es la más indicada para la preservar la salud global, conservar el funcionamiento renal óptimo y para la preparación de alimentos infantiles.
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