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Artrosis, una consecuencia natural del envejecimiento

Es la enfermedad reumática más frecuente, con especial incidencia en personas mayores. Es el problema osteoarticular más habitual de consulta en Atención Primaria.

Artrosis, una consecuencia natural del envejecimiento
Dr. Antonio Ortega. Médico De Familia. Centro De Salud Polígono Norte De Sevilla

03 de noviembre 2015 - 11:52

SE trata de una enfermedad conocida desde los albores de nuestra historia (ya esta descrita por Hipócrates ) pero que ha tomado gran protagonismo en los últimos tiempos debido fundamentalmente al acrecentamiento de su prevalencia, claramente relacionada con el aumento de la esperanza de vida. Vivir más origina lógicamente el incremento de las enfermedades vinculadas al envejecimiento, destacando entre ellas, a nivel osteoarticular, la artrosis y la osteoporosis.

Se estima que un tercio de los adultos mayores de 35 años ya presenta algún signo de artrosis. En la población general española, la prevalencia de cualquier tipo de artrosis es del 24% (una de cada cuatro).

La artrosis es la enfermedad reumática más frecuente, especialmente entre personas de edad avanzada, constituyendo el motivo osteoarticular más habitual de consulta a los médicos de familia y reumatólogos. Puede afectar a cualquier articulación del cuerpo. No obstante, las más frecuentes son las artrosis de espalda, concretamente de columna cervical y lumbar, la artrosis de cadera , rodilla y manos. Por el contrario, existen articulaciones que raramente se ven afectadas, como el hombro y el codo, y de aparecer son generalmente secundarias a fracturas o traumatismos previos.

Además de la edad, entre los factores de riesgo para padecerla cabe destacar la obesidad, ya que se cuadruplica el riesgo si la persona se encuentra por encima del peso considerado como normal. Con respecto al sexo, las mujeres son más propensas a sufrir artrosis en manos y rodillas, mientras que la articulación más afectada en los varones es la cadera.

La artrosis se produce por el deterioro del cartílago, el cual recubre y protege los extremos de los huesos con el fin de evitar que éstos se desgasten a causa de la fricción producida con los movimientos articulares. Cuando se pierde este cartílago protector se produce una inflamación del hueso que está debajo, y comienza la cascada degenerativa de éste.

La edad media de aparición está entre los 50 y los 60 años . El hecho de que la enfermedad debute en edades más o menos tempranas depende, en la mayoría de los casos, de nuestra actividad laboral, traumatismos previos, y malos hábitos durante nuestra juventud y adultez, como son el no corregir dismetrías, sobrecargas articulares y muy especialmente la obesidad, ya que esta somete a una presión excesiva a determinadas articulaciones, especialmente la rodilla.

Como en otras patologías, existe también el factor hereditario, pues numerosos estudios están demostrando una estrecha asociación de genética y predisposición a padecer artrosis.

Cuando aparece la sintomatología, ésta suele manifestarse al comienzo únicamente con dolor. Le sigue, deformación, discapacidad y en los periodos de agudización grados variables de inflamación local. El dolor, principal motivo de consulta, es de tipo mecánico, es decir, aparece cuando se inicia el movimiento, disminuyendo de intensidad a los pocos minutos o con el reposo articular. El dolor nocturno indica cierto grado de actividad inflamatoria. La rigidez matutina, aparece tras periodos de inactividad (sobre todo por las mañanas), siendo de intensidad leve-moderada y duración inferior a los 30 minutos a diferencia de otros procesos reumáticos.

Las articulaciones afectadas, con el paso del tiempo, pueden presentar un mayor o menor grado de deformación. Los movimientos articulares pueden estar disminuidos en su amplitud, y ser dolorosa si intentamos forzarla. En fases avanzadas, es muy típica la aparición de crepitación gruesa y palpable al mover la articulación.

Con la evolución de la enfermedad se pueden producir pequeñas subluxaciones, y quistes subcutáneos, siendo muy características a nivel de los dedos de las manos.

El estudio radiológico convencional ha sido y continúa siendo la prueba complementaria más utilizada y eficiente para el diagnostico. Al principio de la enfermedad prácticamente no se observan signos objetivos, pudiéndose decir que el dolor precede durante bastante tiempo a los criterios radiológicos. Con el paso del tiempo sí se observan y de manera progresiva manifestaciones radiológicas típicas de la enfermedad. La analítica, al contrario que la radiología, tiene muy poca expresividad, ya que solo nos sirve para constatar la existencia o no de inflamación y para el diagnostico diferencial con otras enfermedades reumáticas.

Debemos ser conscientes de que se trata de una dolencia que no siempre es progresiva, la cual suele cursar con brotes y puede permanecer asintomática por largos periodos de tiempo y que si bien puede tener periodos de agudización, estos pueden ser controlados con medicación. Igualmente, debemos tranquilizarnos en el sentido de que esta enfermedad raramente produce una gran discapacidad, y de aparecer, siempre disponemos de la posibilidad del recambio articular y otras opciones quirúrgicas.

La próxima entrega de Tu médico Responde se publicará el sábado 28 de noviembre y tratará sobre las patologías gástricas.

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