Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla FC-Wolverhampton / La crónica
La final de Colonia está ya sólo a un pasito, aunque ese corto tránsito exija escalar una cúspide llamada Manchester United. El Sevilla supo jugar con toda la paciencia del mundo para superar a un Wolverhampton ultradefensivo, siempre con cinco futbolistas metidos atrás y aprovechó la conexión argentina entre Banega y Ocampos. Fue en el minuto 88, con todo destinado ya a la prórroga, pero no, la sociedad radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión y defendida por todos los que profesan la fe balompédica blanquirroja estará por sexta vez en unas semifinales europeas. Las otras cinco acabó ganando la copa, así que quién dijo miedo.
Pero eso pertenece al género del futuro, está claro, y conviene antes analizar el presente recién vivido. El Sevilla, como habían previsto Julen Lopetegui y todos los que habían analizado al Wolves, tuvo muchísimas más dificultades que el pasado jueves contra la Roma. Y no es que los ingleses se manejaran con un dechado de virtudes futbolísticas, fue el desarrollo precisamente de un estilo diferente, llámenlo conservador y no se equivocarán para nada.
Porque me río yo después de ver el partido de quienes vaticinaban una defensa de tres, como la Roma. El Wolverhampton rara vez abandonó la línea de cinco delante de Rui Patricio, todo lo demás para alguna acción a balón parado o en un par de internadas de Ruben Vinagre a lo largo de los 95 minutos litigados. El resto era poner esa barrera con Doherty, Boly, Saiss, Coadi y Ruben Vinagre como parapeto del cancerbero internacional portugués.
Incluso en acciones de ataque de los anaranjados, cuando recuperaba la pelota el Sevilla y trataba de sorprender en alguna contra siempre se topaba con la cruda realidad de que allí había cinco hombres impidiendo cualquier acercamiento a Rui Patricio. Es una solución táctica tan legítima como cualquier otra, por supuesto que sí, pero es el fiel reflejo de que el Wolverhampton le iba a ceder la iniciativa desde el principio al fin a los hombres de Lopetegui.
¿Y ante eso qué se puede idear para salir como triunfador al finalizar el choque? La primera conclusión que se saca es Nuno Espírito Santo prefirió jugárselo todo a la lotería como principio futbolístico antes que ir a un cuerpo a cuerpo con el Sevilla. Sencillo, se sentía inferior y así lo manifestaba con su planteamiento.
La segunda reflexión es que ese tipo de adversarios exigen más paciencia que el santo Job. Nada de desordenarse, ir arriba sí, pero siempre teniendo en cuenta que después había que ocupar los espacios para no verse sorprendidos en ninguna contra, que era la única posibilidad que tenían los 'Lobos' para dar el golpe definitivo. Con la opción de seguir el sonido ambiente en directo, Lopetegui se desgañitaba para que así fuera. “¡Segundas opciones!”, ése era el grito continuo del vasco y los suyos lo hicieron perfecto después del susto que sufrieron en el arranque.
Porque sí, antes de que nadie pueda afearlo, hay que constatar que Adama Traoré demostró su condición de especialista en los 100 metros, entre otras cosas porque tiene cuerpo de ello, para enseñarle la matrícula a Fernando, primero, y Diego Carlos, después, cuando se dirigía a la meta de Bono. El brasileño arriesgó al intentar meter la pierna y todo acabó en penalti poco después del minuto 10.
El lanzamiento se producía finalmente en el minuto 13 y Bono se encargó darle la razón a su entrenador en la apuesta por el marroquí. Excelente parada al lanzamiento, malo, de Raúl Jiménez y el Sevilla salvaba una situación que pudo ser comprometida a la vista del estilo ultradefensivo de los ingleses. Pero no, el portero está para tratar de parar los penaltis y todos los ataques del rival y Bono lo hizo de manera espectacular.
El Sevilla pareció afectado por ese primer susto, Banega no tenía la frescura para dominar la situación como otras veces y tampoco hallaba el apoyo de otros elementos, léase Suso por la derecha y la dupla Reguilón-Ocampos por la izquierda, para profundizar. Sólo algunas conexiones interiores con Joan Jordán desordenaban ligeramente al Wolverhampton, pero tampoco merecían ni ser contabilizadas en la hoja de las ocasiones.
Los sevillistas, pues, se veían impotentes para acercarse a Rui Patricio más allá de algún disparo con intenciones que acababa en las manos del seguro guardameta luso. Así se llegaba al intermedio y la realidad es que no era un Sevilla brillante, pero sí era capaz de llevar la iniciativa en todo momento, entre otras cosas porque el rival se la cedía gustosamente.
Comenzó igual el segundo periodo, pero ya el dominio del Sevilla era constante. Una infinidad de saques de esquina, con un cabezazo de Koundé y otro postrero de En-Nesyri que salvó un defensa por muy poco; alguna falta frontal que Banega lanzó para que se estirara Rui Patricio; muchas llegadas buscando horadar la defensa por alguno de los costados, pero ningún éxito.
Dicen el refrán, sabio por cierto, que tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe. Y se hizo trizas para el Wolverhampton en el momento justo, cuando Banega puso el enésimo balón de rosca y Ocampos lo desvió a la red. Es como la lotería, si no compras ningún décimo, raro es que te toque, y el Sevilla se hartó de invertir en participaciones hasta que le llegó el premio gordo.
Así que semifinalista europeo por sexta vez, en este 'Carranza', que dirían quienes no quieren bien a la causa sevillista para solaz de quienes sí la defienden, con tan lujosa participación llega el turno de medirse, otra vez, al Manchester United y, bueno, a ver qué pasa. De momento, el Sevilla es uno de los cuatro que pueden conseguir el título. Como el Inter, como el United, como el Shakhtar, nada más que está entre esos candidatos ya es un motivo para que los sevillistas caminen con el pecho muy henchido.
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