Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
La crónica del Sevilla - Valladolid
Sevilla/Sensación de respiro hondo para un Sevilla que celebra cada triunfo casi como si se tratara de la última final disputada con la Roma en Budapest. Es la triste realidad de un mal equipo, al menos hasta el momento, por mucho que ya acumule ocho puntos en su casillero clasificatorio. Un gol de Ejuke tras un robo provocado por Gudelj le dio la victoria contra un Valladolid que pertenece a ese catálogo de plantillas con un nivel dudoso para militar en la máxima categoría del fútbol español.
Pero no, el Valladolid, como el Getafe, Las Palmas o el Leganés, están en Primera División y con ellos tienen que jugarse los cuartos el resto para tratar de respirar cada semana. Por tanto, los sevillistas tienen todo el derecho a la celebración, básicamente porque apenas cinco minutos antes del gol que decidió el encuentro lo veían todo con un pesimismo que crecía en progresión geométrica.
Sobre todo, cuando Peque falló un gol clarísimo después de controlar un balón con el pecho y quedarse absolutamente solo delante de Hein (83'). Si los blancos no habían sido capaces de ponerse por delante en esa acción, con un bloqueo de baloncesto de Gudelj que le abrió todos los caminos al hombre que ejercía, entonces, de delantero centro, ya prácticamente las esperanzas se desvanecían para decantar un partido que era obligado como triunfo en la hoja de ruta sevillista.
Pero el fútbol tiene esas circunstancias y bastó con que el propio Peque y Gudelj fueran a una presión al medio centro visitante, Meseguer, para que éste le diera una nueva oportunidad al Sevilla. Ejuke lo agradeció, en lugar de regatear corrió desde la izquierda hacia la derecha y largó un disparo cruzado imposible para Hein.
Ejuke daba volteretas como un poseso, pero es que la explosión de júbilo era lógica. El Sevilla, de momento, está en una Liga en la que cualquier triunfo vale un potosí y ganar servía para un nuevo respiro profundo. Y, además, tendría un sufrimiento añadido con la justa segunda tarjeta amarilla a Marcao (90'), que dio paso a siete minutos de añadido en inferioridad y con todos los miedos metidos hasta el tuétano de todos los sevillistas.
La primera mitad iba a servir para constatar que ver al Sevilla en este curso es, de momento, un ejercicio de sufrimiento para todos los que sienten la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión. Se mezclan dos cuestiones principalísimas para ello: primera, que el equipo del renovado García Pimienta juega en un estado de tensión insoportable para cualquier profesional de este deporte, como ya se constatara con el llanto de un campeón del mundo y de mil cosas más, Jesús Navas, simplemente por ganar un partido en la jornada 5; y segunda, que la calidad de quienes defienden el escudo sevillista es muy justita, tremendamente justita.
Ni siquiera las facilidades otorgadas por el Valladolid, uno de los equipos más febles de la Primera División, eran aprovechadas arriba por Iheanacho y compañía. Fueron varios los robos en las cercanías del área pucelana y los remates de Peque, previo al tirazo de Saúl (9'), o de Iheanacho (39') no podían ser más endebles. El ex futbolista del Racing pecó de escasa fuerza para esa suerte tan vital en este juego, el nigeriano, en cambio, careció de técnica para el golpea y la pelota se le fue muy alta.
Eso sí, el Sevilla, al menos, le pone ímpetu a la tarea, trataba de jugar muy cerca de Hein y así era más probable que alguna vez los suyos llegaran a equivocarse para anotar algún gol. Éste llegó al filo del tiempo de prolongación, cuando José Ángel irrumpió por la derecha para robar un balón con ímpetu. La pelota fue de un lado a otro, unos remataban, mal por supuesto, y otros despejaban peor aún.
Fue una cadena de errores hasta que uno de los rebotes le cayó a Lukébakio por el costado izquierdo del área según atacaba el Sevilla. El belga le pegó fuerte al corazón del área pequeña y allí apareció Peque. Parecía que el gol era suyo, pero no estaba claro que llegara a rematar siquiera y quien sí lo hizo contra su propia portería fue David Torres. Quedó la duda si entre los mil rebotes había algún fuera de juego, pero la afición sevillista pudo celebrar el gol, por fin, cuando el horrible Pulido Santana recibió el plácet del no menos mal árbitro Iglesias Villanueva.
El Sevilla, en el que García Pimienta había introducido hasta seis novedades respecto a la alineación titular de Vitoria ante el Alavés, se iba a poner por delante en el marcador al intermedio y había que ver cómo era capaz de gestionar esa ventaja a la vista del estado de nervios que viven todos sus profesionales. Para ser más exactos, quienes cobran y también quienes pagan por ver al equipo de sus amores, pues la sensación que se transmite es de una tensión que corta el aire.
El perro, además, es tan flaco que las pulgas aparecen por todos los lados y en esta ocasión le correspondía a Saúl Ñíguez. El hombre franquicia del "mejor verano" de la vida de Víctor Orta tendrá que estar fuera de nuevo durante unas semanas. Esprintó para una presión y se rompió cerca de los banquillos para que Agoumé tuviera que entrar en su lugar.
No tardó en comprobarse la trascendencia de esa lesión. Apenas tres minutos después Mario Martín entraba como Periquito por su casa por el costado derecho, con la anuencia de un Agoumé que casi se quedaba parado y no iba ni a estorbarlo, y su pase atrás se convertía en el empate vallisoletano con un tiro de Kike Pérez que rebotaba en José Ángel.
Otra vez a remar contra la corriente y peor pudo haber sido de no mediar una buena parada de Nyland a una falta directa lanzada por Iván Sánchez (58'). Desde ahí es verdad que el Sevilla estaría mucho más cerca del gol, sobre todo en la estirada de Hein ante Ejuke en una contra tirada por Lukébakio (68'), un tiro de rosca de Suso (72') y el gol clarísimo antes reseñado que no fue capaz de convertir Peque.
Pero ahí aparecería de nuevo Ejuke para pegar sus volteretas tras su disparo cruzado a la red y que lo acompañara todo el sevillismo. En estos tiempos de mohína todos los triunfos se disfrutan casi como si se tratara de un título, ¿verdad?
2 Sevilla FC: Nyland; José Ángel, Badé, Marcao, Barco (Kike Salas, 91'); Gudelj, Saúl Ñíguez (Agoumé, 53'); Jesús Navas (Suso, 61'), Peque (Montiel, 91'), Lukébakio; e Iheanacho (Ejuke, 61').
1 Real Valladolid: Hein; Luis Pérez, Cömert, David Torres, Lucas Rosa; Amath Ndiaye (Iván Sánchez, 46'), Kike Pérez (Latasa, 57'), Juric (Sylla, 85'), Mario Martín, Machís (Moro, 57'); y Marcos André (Meseguer, 73').
Goles: 1-0 (45') David Torres remata contra su portería en una pelea con Peque en un centro de Lukébakio tras un barullo en el área. 1-1 (56') Kike Pérez remata con la izquierda tras una jugada de Mario Martín en la derecha y entra tras tocar en José Ángel. 2-1 (85') Ejuke recupera un balón y marca con un disparo cruzado con la derecha.
Árbitro: Pulido Santana (canario). Tarjeta roja: Marcao (90'). Amonestó a Pezzolano (6'), Gudelj (21'), Marcos André (34'), Lucas Rosa (37'), Lukébakio (66'), Marcao (78'), Juric (82'), Marcao (90'), Peque (91') y David Torres (95').
Incidencias: Partido de la jornada 7 de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán ante 35.292 espectadores.
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