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Adaptarse a la realidad, esa virtud de García Pimienta

El técnico barcelonés, tras el incierto inicio con cuatro partidos sin ganar, demostró reflejos para hacer girar su ideario y su esquema, con doble pivote por las bajas, al perfil de su plantilla

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García Pimienta observa el último entrenamiento de esta primera semana de parón. / José Ángel García

Uno de los mayores temores que tenía el sevillismo cuando el nombre de Xavi García Pimienta salió a la palestra como candidato al banquillo del Sevilla fue el presunto dogmatismo de un ideario que no encaja con la filosofía y los éxitos del club de Nervión. La etiqueta de entrenador de La Masía pesaba muchísimo en su currículum y, en un contexto de crítica a todo lo que rodea el club, rápidamente tuvo que cargar con el sambenito de entrenador de juego de posesión y manoseo del balón.

Esto se hizo más patente en contraste con el perfil de Jagoba Arrasate, que lo antecedió en el carrusel de nombres, siendo un técnico más grato a los aficionados por semejarse más al Sevilla pegador, de presión, de fútbol directo... Similar al que provocó una sinergia positiva entre equipo y afición con José Luis Mendilibar, que no tuvo en cambio el plácet de Víctor Orta. Sin embargo, la realidad de los hechos ha callado, por ahora, a los críticos con su perfil.

Evolución táctica de parón a parón

El periodo de tiempo entre el parón de septiembre y el parón de octubre ha desvelado una vertiente inesperada de García Pimienta: su versatilidad, su capacidad de adaptación a la realidad, sin renunciar a algunos axiomas de su ideario, como tocar el balón atrás, más que desde atrás, para atraer al rival. De aquel Sevilla que tuvo mucha más posesión que Las Palmas o el Villarreal y que acabó frustrado por ineficacia ante el gol queda algo, pero no tanto.

En aquellos partidos iniciales, en medio de una creciente ola de críticas y dudas, el Sevilla adoleció de falta de efectividad y lo pagó con una racha de hasta cuatro partidos sin ganar que podían hacer saltar el proyecto a la primera. Pero el técnico barcelonés dio un giro de timón llevado por la realidad. Una realidad poliédrica.

Falta de piezas para la posesión de balón

La primera cara de esa realidad es que al Sevilla le falta no sólo más efectividad en su plantilla, sino futbolistas que sean capaces de llevar a rajatabla el juego con traslación de la pelota sobre combinaciones desde la fase de inicio hasta la fase de finalización.

Las bajas en la medular, de Saúl por sanción -tres partidos- primero y luego por lesión, de Sow y Lokonga por lesiones musculares, de Isaac en menor caso por su traumatismo en el tobillo, empezaron a poner en evidencia un Sevilla que ya no se construía con un claro 4-3-3, el dibujo prototípico de La Masía, sino en un 4-2-3-1 que situaba en paralelo a los dos mediocampistas únicos que ha tenido en esta fase García Pimienta, Gudelj y Agoumé. Con ellos ganó al Valladolid, empató en San Mamés y triunfó en el derbi, confirmándose así el giro del esquema.

Nyland, los centrales y los extremos

¿Y el giro del ideario? Pues también. Obligado por las bajas de la medular a ubicar a Peque en esa posición de 10 en la línea de tres mediapuntas, flanqueado por Lukébakio y Ejuke, el Sevilla ha vivido más de los lanzamientos en largo de Nyland, Badé o Nianzou que del juego combinado desde atrás, si bien la zaga sigue jugando el balón para atraer la presión del rival y saltarla con un fútbol más vertical que se beneficia de la capacidad de los dos extremos para romper por fuera.

Tras el parón, el técnico barcelonés ya irá ganando piezas en la medular y la incógnita ahora será si la inclusión de Sow y Lokonga deshará el doble pivote, que es propiedad ahora mismo de Gudelj y Agoumé. Los partidos lo irán diciendo. También los rivales.

Llega una fase dura de calendario tras el parón y todos los refuerzos internos serán pocos. Pero lo que ha quedado claro desde el incierto parón de septiembre al más tranquilo de octubre es que García Pimienta ha sabido medir la calidad de su plantilla y también sobrevivir al cúmulo de bajas sin obcecarse con su ideario primiegnio. Y eso es una virtud.

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