La versión 3.0 del Sevilla de Lopetegui no vuela (0-0)

Real Sociedad - Sevilla FC | La crónica

El equipo vuelve a ser menos intenso que su rival, como en Elche y ante el Salzburgo, y firma otro magro empate en San Sebastián

Bono le detuvo un penalti a Oyarzabal

Vídeo resumen del Real Sociedad-Sevilla

Bono desvía con la pierna el penalti que lanza Oyarzabal.
Bono desvía con la pierna el penalti que lanza Oyarzabal. / Javier Etxezarreta (Efe)

El Sevilla estuvo más cerca de perder que de ganar en San Sebastián, ya que la ocasión más clara del partido fue un penalti que Bono le detuvo a ese gran especialista que es Oyarzabal en el minuto 25, pero el empate tampoco le debe saber dulce al ambicioso equipo que dirige Julen Lopetegui. El punto se antoja magro atendiendo a las aspiraciones sevillistas de seguir creciendo, a su mayor potencial que la Real Sociedad y al factor, tampoco baladí, de que los que vistieron de rojo disfrutaron de dos días más de descanso que los blanquiazules, que venían de una dura batalla en Eindhoven el pasado jueves.

Ese teórico hándicap de los vascos apenas se reflejó sobre la hierba un rato en la segunda parte, que fue el momento en el que al Sevilla le faltó mala uva, determinación e intensidad para ir de verdad a por el partido. Imanol Alguacil se lo vio venir, en el minuto 75 cambió de lateral derecho con Zaldua por Gorosabel, trocó al punta Sorloth por el extremo Valera y al medio Guevara por el extremo Portu, y esa inyección de energía sofocó la tibia embestida del Sevilla, que sin embargo pudo ganar si Remiro no opone su recio brazo al esquinado pero violento tiro de Rafa Mir en un contragolpe en el minuto 86.

Esa ocasión del delantero murciano fue lo más peligroso que produjo el cuarto clasificado de la pasada Liga y de la anterior. La versión 3.0 con Julen Lopetegui al mando, la que pretende subir un escalón que se antoja altísimo, o al menos apropiarse de nuevo de esa cotizadísima plaza de Champions, va a tener que elevar mucho sus prestaciones si no quiere que sea subastada esta temporada tan privilegiada posición.

No carbura ese centro del campo tan alabado, y con razón, desde que el preparador de Asteasu empezó a dar voces desde el área técnica hace algo más de dos años. Y eso ha tenido muchísimo que ver en que el equipo enlace dos empates ligueros a domicilio, que son tres contando el estreno en la Champions.

Las deficiencias que afloraron ante el Elche o el Salzburgo señalaron a varios de los elementos de la zona ancha, pero la entrada de Thomas Delaney en la sala de máquinas apenas mejoró el ritmo de balón y la fluidez.

Al fin decidió quitar del equipo inicial a Joan Jordán y Suso en espera de que adquieran un mejor tono físico y vuelvan a ser importantes a la hora de armar el juego. Ese doble sacrificio conllevaba la titularidad, también esperada con expectación por no pocos sevillistas, de Delaney y Erik Lamela.

Con ellos saltó el Papu Gómez de nuevo volcado a la izquierda. Y con el menudo argentino sobre la hierba, el dibujo táctico del Sevilla varió de nuevo a un 4-2-3-1, con Delaney cerca de Fernando por dentro y Rakitic en el interlineado acompañado por Lamela a su derecha y el Papu a la siniestra para que En-Nesyri se fajara, o tratara, con la pareja de centrales locales, Aritz y Le Normand.

¿Y qué destiló ese novedoso y aparente once? Pues poco, muy poco fútbol en una primera mitad paupérrima. La primera jugada del partido, un absurdo córner que regaló Bono a los diez segundos de que En-Nesyri sacara de centro, ya anticipó la tibieza de los rojos. Fue al intentar abrir a Koundé cerca de la línea de fondo. Repitió la faena al cuarto de hora. Entre una y otra, fallos por doquier de Fernando, Acuña, Delaney o cualquiera que tratara de iniciar el juego desde atrás, que agudizaban el acoso de los vascos.

Diego Carlos estuvo providencial al corte ante Isak primero y luego Sorloth, dos puntas veloces, agresivos, punzantes. Todo lo que no fue el Sevilla. En otro intento de los anfitriones, el fornido punta noruego se anticipó a Diego Carlos de cabeza lo suficiente para impactar el balón en el brazo, despegado del cuerpo, del brasileño. González González avisó a Mateu Lahoz y, VAR mediante, el valenciano señaló con su característica mano flácida el punto de penalti. Corría el minuto 25 y Bono adivinó la elección de Oyarzabal para desviar con la pierna el tiro.

El internacional marroquí aún se tuvo que emplear dos veces más en un lanzamiento cercano de Isak que buscaba la escuadra izquierda y, ya en el alargue, en una falta lejana de Januzaj, que debió entrar por el lesionado Isak (39’).

El bagaje ofensivo del Sevilla en la primera parte se redujo a un tiro alto de Lamela (8’) y otro flojo y centrado de Rakitic a las manos de Remiro (43’). Lopetegui reaccionó pronto e introdujo a Óscar Rodríguez y Ocampos por los autores de sendos tiros.

El argentino se ubicó en la derecha, el madrileño en la izquierda y el Papu por dentro. Más que por el cansancio de la Real que por la mejoría en la fluidez y el ritmo del Sevilla, parecía que los de rojo podían llevarse el pleito. Pero el templado acoso se tradujo en un testarazo desviado de Ocampos a centro de Navas (59’). En el 85, Rekik entró por el Papu para jugar con tres centrales y al momento la tuvo Mir, que había entrado por En-Nesyri unos minutos antes. No cayó el gol. Hubiera sido un premio desproporcionado a los tímidos méritos sevillistas. No toma altura de momento la versión 3.0 del Sevilla de Lopetegui. Ni tampoco con la entrada de algunos de los refuerzos de Monchi.

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