Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Desde mi córner
QUIZÁS no sea el talento mayor que salió de los potreros que llevan el nombre de José Ramón Cisneros, pero que es el más competitivo de cuantos afloraron de allí es incuestionable. A lo mejor Sergio Ramos le iguala en competitividad, pero no puede llegar a la cuota que Jesús Navas le dio al Sevilla, a su Sevilla Fútbol Club. Más brillo tuvo José Antonio Reyes, pero tampoco el utrerano le dio al Sevilla lo que le ha dado el palaciego.
Contar las veces que Jesús llegó a la línea de fondo sería tarea ímproba y es hora de que algún cerebrito de esos que todo lo apuntan hagan públicos los pases de gol que dio, léase a Kanouté, a Luis Fabiano o a este En-Nesyri capaz de rematar a gol con un pájaro en pleno vuelo. Francisco y Montero también están en la lista de canteranos más talentosos, pero Jesús ha roto unos registros que hubieran sido inalcanzables de no haber militado en la Premier League desde 2013 a 2017.
Debutó en Montjuïc de la mano de Joaquín Caparrós y lo hizo reemplazando a Paquito Gallardo. Curiosamente, el debut de Sergio en Riazor también fue sustituyendo a Gallardo. Era el Sevilla de Javi Navarro y Pablo Alfaro, de Reyes o de aquel uruguayo llamado Germán Hornos. El Sevilla perdió con gol del gigantesco Domoraud sobre la campana. Desde entonces, quinientos partidos en Primera con el Sevilla, el que más en toda la historia del club blanco.
Las lágrimas que la tele registró cuando fue sustituido el miércoles presagiaban lo peor y lo peor ha llegado. Que el Sevilla se quede sin Jesús es una tragedia por muchos que sean los años que cumple. Se trata del último portador de ese ADN que sirvió para llenar de plata la sala de trofeos. Y lo más doloroso es la forma en que se va, dando la impresión de estar harto de estar harto de que en su Sevilla las cosas no sean como habitualmente fueron durante tres lustros largos.
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