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Jesús Navas, medalla de la ciudad de Sevilla

El último cumpleaños en activo de la gran leyenda: Jesús Navas celebra los 39

El internacional palaciego se acerca lentamente a su retirada con una pica en el día en el que cumple 39 años

La garantía del mejor eje posible

Jesus Navas celebra con la afición un triunfo del Sevilla. / Europa Press

La leyenda cumple 39 años y su adiós, como el emotivo momento que nos dedicó Rafa Nadal en Málaga hace dos noches, se ve cada vez más cerca. Daba la impresión que nunca iba a llegar, casi no lo tomaba en serio el sevillismo cuando lo anunció tras aquella extraña renovación en mayo previa guerra de comunicados con el club de sus amores y de su vida, en el que ha echado los dientes.

Jesús Navas González, hoy 21 de noviembre, celebra el último cumpleaños en activo. El mejor jugador del Sevilla de todos los tiempos a tenor de sus impresionantes números. Difícilmente alguien lo podrá igualar en un fútbol como el de hoy, en el que el sentido de pertenencia a un club no existe, pero en ninguna de las direcciones porque la mayoría de las veces es por decisión de los que dirigen los proyectos deportivos y no de los jugadores. Basta un par de temporadas en un vestuario para que a cualquiera le den un brazalete de capitán.

En el caso de Jesús Navas las lágrimas de su despedida ya hasta tienen fecha y hora. Su adiós en el Ramón Sánchez-Pizjuán, un partido que será histórico, está fijado ante el Celta el sábado 14 de diciembre. El club prepara (es lo menos que se podía esperar) una serie de actos para que la cita sea inolvidable.

Después, su adiós definitivo de los terrenos de juego, si no media un cambio de decisión que por las veces que lo ha negado no parece probable, será en un escenario de fuste como el Santiago Bernabéu. Jesús Navas se despedirá en el Real Madrid-Sevilla de la jornada decimoctava, un duelo que ayer mismo LaLiga dejaba fijado para el domingo 22 de diciembre, día de la Lotería, a partir de las 16:15 horas.

La lesión en la cadera, una especie de artritis reumática que lleva años causándole otras dolencias en zonas periféricas y en la misma cadena muscular, acaba apartándolo de los terrenos de juego. El dolor, según ha repetido varias veces, es insoportable y ya teme que seguir forzando le cueste una merma física de por vida. 

Pero se va con la misma ilusión con la que llegó y que nunca dejó de aparecer en el brillo de sus ojos. Aún quedan momentos para algún quite para el recuerdo, de ese genial torero que ha sido y es. 

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