Un tesoro entre las zarzas

Copa del Rey

El Sevilla reta de nuevo a sus malísimas sensaciones en la Liga para protagonizar una hazaña en el mismísimo Metropolitano

Unas semifinales de Copa, en juego ante el durísimo Atlético

Quique: "Quiero en el Sevilla jugadores que quieran defender el escudo"

El Sevilla celebra hoy su 134º aniversario

Sergio Ramos, Acuña, Nianzou y Marcao.
Sergio Ramos, Acuña, Nianzou y Marcao. / Juan Carlos Muñoz

La goleada sufrida ante el líder enfrió los ánimos, pero la oportunidad sigue estando ahí. Desde fuera, y habiendo visto la imagen del equipo en Gerona, resulta difícil pensar que la expedición a Madrid vuelva igual de exultante que hace una semana tras la campanada en el Coliseum de Getafe, pero una de las grandezas que tiene el fútbol es que nada es matemático ni totalmente lógico.

El Sevilla acude al Cívitas Metropolitano con más talante de perdedor que de amenazante invitado a la guarida del Atlético. Pero hay en juego unas semifinales de Copa y la intención de los de Quique Sánchez Flores es la de transformarse ante uno de los rivales más duros de la Liga, mucho más en su propio campo, un escenario grandioso en el que el equipo nervionense ha vivido numerosas derrotas, algunas bochornosas, como el 6-1 de Liga en la pasada campaña bajo la dirección aún de Sampaoli o el 5-0 en la final de Copa que sufrió en 2018 ante el Barcelona en la última final de la competición a la que accedió el equipo sevillista, entonces entrenado por el italiano Vincenzo Montella. Pero también en esa misma edición el Sevilla apeó a los colchoneros del torneo copero en unos cuartos de final –como ahora– con un triunfo en el antiguo estadio de La Peineta, readaptado para el fútbol hace años ya para convertirse en la casa de los de Simeone, ese técnico machacón que ha moldeado a su Atlético a su forma hasta darle una identidad muy clara que ha perdurado a lo largo de los años.

La previa
La previa

Es a lo que aspira –o debería– cualquier ejecutivo futbolístico ante el reto de modelar un proyecto. El Atlético, que una vez estuvo cerca del potencial del Sevilla, adelantó a los nervionenses con un acelerón por la derecha y ahora mismo las distancias son siderales. No le ven la matrícula desde el Sánchez-Pizjuán, por lo que todo lo que sea competir ya es un triunfo para los de blanco, o de rojo o de esa espantosa equipación azul con la que jugó en Gerona.

Ya nadie cree a nadie en este Sevilla. Hasta Quique Flores ha perdido alarmantemente crédito con su extraño planteamiento en Montilivi y también con ciertas reflexiones, a caballo entre desconocer la casa y a veces incluso de no querer saber más de lo que sabe. Y con un más que dudoso 3 puntos de 15 en la Liga que empeora incluso los números de Diego Alonso, que ya es decir...

La empresa es complicada. Meter mano en el Metropolitano, un estadio con una sonoridad temible y ante 70.000 atléticos, es una oportunidad que se puede dar en porcentaje de uno entre diez, pero el Sevilla se resiste a salir derrotado aun con las muchas carencias que tiene. Para empezar en una defensa frágil, lenta y señalada a la que el propio Quique acusó ayer mismo, destacando la ausencia de Kike Salas al considerarlo el más “especial” de los defensas de la plantilla. Tan evidente como revelador que el entrenador lo asuma públicamente.

El Atlético encima llega al partido como un ciclón en lo anímico tras eliminar al Real Madrid y sacarse le espina de la Supercopa de España, lo que será un inconveniente más. Como si no fuera ya bastante guerrear con defensas como los que se expusieron el domingo ante el líder con jugadores de la talla de Griezmann, Morata o Ángel Correa.

Habrá unos 800 sevillistas en las gradas con la sensación que de haber dejado una mejor imagen en Montilivi quién sabe si hubieran podido ser algunos cientos más.

No se sabe si van a llegar más refuerzos en los pocos días que quedan de enero, pero lo que sí es seguro es que el personal tienen claro que si éstos llegan, serán como los que ya han venido, es decir, de un perfil, bajo que ahora mismo es lo que manda en una entidad que, sin embargo, no renuncia a tesoros como a los que, si puede entre las muchas espinas, tiene a la mano.

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