Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
En diciembre de este año, cuando Jesús Navas cuelgue las botas, ya no quedará apenas ningún resquicio, si acaso Gudelj, de la era en la que el Sevilla se volvió a encumbrar ganando la sexta y la séptima UEFA Europa League. En esos dos éxitos estuvo muy presente, con actuaciones y goles trascendentales, Lucas Ocampos. Y su adiós, las propias palabras de los que se unieron al panegírico de su adiós rezumaban esa realidad.
Con la marcha de Ocampos se echa el cierre a una época, la que va desde el verano de 2019, el de la revolución de Monchi en su regreso, al verano de 2024, el de la revolución de Víctor Orta obligado por la perentoria necesidad del club. Jesús Navas lo clavó: “Eres abanderado de la casta y el coraje”. José María del Nido Carrasco, también: “Tú reflejas todo lo que significa el Sevilla FC: el nunca rendirse, la casta, el coraje...”. Por eso y por mucho más, con su peculiar expresión en la cancha, el Sevilla echará de menos a Ocampos.
Su marcha al Rayados por 8 millones de dólares -7,25 millones de euros- marca un epílogo. Una coda que da paso a otro Sevilla que tiene con las carnes abiertas al sevillismo, que echa de menos precisamente la jerarquía, el empaque, el empuje, la verdad del fútbol de un jugador que, como recordaron los presentes en su adiós, siempre antepuso el “compromiso” y la entrega al club frente a otras cuitas particulares.
Además de 208 partidos oficiales, 44 goles y 22 pases de gol, dos títulos europeos, aquel penalti “mirando al tendido” en Budapest, su gol en al Wolverhampton que evitó la prórroga en cuartos de final del torneo de Colonia o sus goles en los derbis, Ocampos deja el vacío de una identidad. Justo quizá lo que está buscando el Sevilla de García Pimienta, con su nuevo ideario de fútbol, más técnico quizá, menos canchero seguro.
Porque Ocampos no será recordado por su exquisitez sobre el césped. Pero es que llegó a jugar hasta de portero cuando el Sevilla de Julen Lopetegui, el día que se lesionó Vaclík frente al Eibar, lo necesitó. Y hasta detuvo el remate del que luego sería su compañero de batallas con Mendilibar, el portero Dmitrovic.
En el Sevilla, con distintos técnicos -y todos lo pusieron de titular cuando estuvo disponible, incluso lesionado-, le faltó jugar de central o de medio de cierre. De todo lo demás, jugó: lateral derecho, lateral izquierdo, carrilero en ambas bandas, mediapunta, segundo punta y hasta único delantero. Y fue especialista en el lanzamiento de penaltis. Inolvidable el que abrió la tanda frente a la Roma, “mirando al tendido”, como recordó Jesús Navas.
El jugador de 30 años recordó su llegada en 2019 con 25 años. “Este club me abrió los brazos desde el primer momento, la gente hizo que sintiera que esta es mi casa y así lo voy a sentir siempre. El Sevilla es el club de mi vida. En River jugué muy poco tiempo, fui hincha desde la edad de mis hijas, pero llegar acá, el haber jugado tanto, el haber ganado cosas y que mi familia se haya sentido también...”, explicó el jugador con la voz entrecortada.
Hasta hizo llorar a su mujer. El Sevilla es donde más partidos ha jugado Ocampos, 208 en cuatro temporadas y media, porque hay que restarle la primera vuelta de la campaña 22-23, cuando fue cedido al Ajax.
“Mendilibar me devolvió la sonrisa y las ganas de jugar al fútbol después de mi experiencia terrible en Ámsterdam”, recordó en el capítulo de agradecimientos, en el que mencionó a todos sus entrenadores y quiso “remarcar” a Lopetegui, pese al desencuentro que lo llevó a la Eredivisie. “Además de ser mi entrenador aquí fue como un padre dentro y fuera del campo. Me hizo entender mucho de este deporte y viví los mejores años de mi carrera junto a su cuerpo técnico”.
No tuvo rencor con nadie en su adiós, como demuestra sus palabras hacia Lopetegui. También se acordó de Monchi, claro. Y agradeció su estancia con Víctor Orta y con García Pimienta. “No tengo dudas de que van a revertir la situación. Tengo confianza plena con el entrenador, he trabajado tres meses con él y quiere sumar, quiere aportar y dejar su huella aquí”, dijo, pidiendo unión en estos momentos de cambio, de reciclaje, de inquietante futuro, de zozobra incluso. “Es un momento de estar totalmente unidos, totalmente juntos. El Sevilla es grande por su gente, totalmente es grande por la hinchada, por su forma de alentar siempre”, sugirió.
Tras su emotivo discurso, atendió algunas preguntas de la prensa. Si siente el Sevilla como “una familia”, el “club de su vida”, el sitio donde se brilló más... ¿por qué su adiós? Salió a relucir su franqueza. “Tengo 30 años, me salió la posibilidad de Rayados, sentí que si me iba libre de este club tampoco era la decisión que quería. Quería irme bien, despedirme bien y dejando algo al club y seguir compitiendo. Voy a un equipo que va a jugar el Mundial de Clubes nuevo”.
Es la constatación de que este Sevilla que se ve otra vez en puestos de descenso se le ha quedado chico y necesita urgentemente la inyección económica de su traspaso. “Es una decisión familiar y personal y todas las partes quedamos contentas. No se me hizo fácil, es uno de los momentos más duros de mi carrera”, dijo.
Ahora quedan las incógnitas. Parte del sevillismo se pregunta si este inquietante reseteo a la baja no va a echar en falta a futbolistas de su jerarquía. “Hay muchos más líderes de lo que se ve en la cámara. Me voy con la tranquilidad de que la gente que está tiene la personalidad... Pueden estar tranquilos, hay gente que va a tirar del carro y no va a dejar que esto se hunda ni se caiga”. Ocampos, de otro fútbol distinto al de García Pimienta, ya no será uno de ellos. Y tampoco es seguro que sea sustituido en la plantilla. Su legado ya es insustituible.
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