Ni a medio camino (2-1)
Krasnodar-Sevilla FC | Crónica
La versión incompleta del buen Sevilla de Machín recibe el castigo al desgobierno de su centro del campo.
Los nervionenses, que se adelantaron, recibieron dos goles y tres postes.
El Sevilla no le dio todo el gas a su fútbol en Rusia y no llegó ni a la mitad del camino a pesar de haberse adelantado en el marcador con un gol de Nolito antes del descanso que en condiciones normales hubiera valido oro. Pero Machín volvió a hacer coincidir a la pareja que generó el agujero negro en derrotas que parecían olvidadas ante Betis o Getafe y eso fue una de las cuestiones, no la única, que lo fue metiendo atrás. Roque Mesa y Banega volvieron a hundirse y el Krasnodar castigó esa falta de gas en el campo con dos goles, uno cuando más duele, al final, y pudo hacerlo más con tres postes.
Machín finalmente resolvió la duda de cuánto y de cómo iba a refrescar a su equipo haciendo hasta cinco cambios con respecto al once que ha defendido como un tesoro en esta secuencia histórica de partidos contadas por goleadas con cinco cambios. Gnagnon, Roque Mesa, Nolito, Promes y Muriel eran lo elegidos para meterle gasolina fresca a un motor que ya iba como la seda, pero que le iba a costar arrancar.
Bajo la misma disposición táctica de su segunda variante, es decir, la de los dos delanteros y los dos interiores cortos (Roque Mesa y Nolito) y Banega como único eje, el Sevilla entró en el partido con el pie izquierdo. Entre que Kjaer había dado el susto en el calentamiento, que cinco de esos cambios eran los cuatro hombres de arriba y habían cambiado notablemente el funcionamiento del sistema defensivo en su fase de presión al rival, Machín se desesperaba en la banda mientras veía a los suyos con el control totalmente perdido. Encima, Muriel estaba fuera del partido con un golpe en la cabeza y Kjaer protestaba. Ello llevaba a algo insólito: a los diez minutos, el Sevilla tenía calentando a dos hombres, a Berrocal, cerca de salir de inicio, y Ben Yedder. Mientras, animado por pérdidas por falta de confianza en las entregas propias, el Krasnodar encendía a su grada en su precioso estadio con dos balones en el larguero en el breve espacio de cuatro minutos (del 21 al 25). Fue un cabezazo de Mamaev en un córner y un derechazo de Kabore desde fuera del área.
El Sevilla parecía una sombra del que ha devuelto la ilusión a los suyos en esa fase del partido en la que había jugadores que, de verdad, no eran capaces de darle un balón a un compañero libre de marca a cinco metros. Nolito, un mermado Muriel, Roque Mesa y Gnagnon, junto con un desconocido Banega, dibujaban un Sevilla gris, torpón y nervioso. Tampoco lo había podido meter en el partido Muriel con un balón claro al inicio bien centrado por Arana, que lo dejó solo en el segundo palo. Ciertamente, la cosa pintaba mal mientras Kjaer y Sergi Gómez se apretaban los machos tratando de solucionar los desaguisados de sus compañeros, pero el fútbol es grande por estas cosas y un futbolista que tenía su oportunidad y que no se puede decir que la estaba aprovechando precisamente fue la pieza ejecutora clave en una estrategia bien ensayada. Nolito remató mordido un córner sacado por bajo y su disparo rebotó en Kabore para poner a los nervionenses por delante. El partido llegaba al descanso y Machín y los suyos encaraban el desenlace final con un panorama bien distinto del que llegó a presentarse.
Pero de nuevo las nervioseras se instalaron en el equipo sin esa consistencia que le da la artillería de primera línea. Machín cambió algunas posiciones tratando de evitar esas transiciones peligrosas de los rusos pero no lo lograría en los compases iniciales de la segunda mitad. Roque Mesa provocaba desequilibrios y el Krasnodar se le iba subiendo al Sevilla a las barbas cada minuto que pasaba un poquito más. Encima ni en los repliegues estaban intensos los jugadores de la zona ancha y cuando se junta eso con pérdidas tontas es un cóctel explosivo.
El Krasnodar estrellaba su tercer balón en la madera y aquello era ya tentar demasiado a la suerte. Claesson remataba solo en el segundo palo otra transición generada en una pérdida de Banega. El Sevilla mandaba en el marcador, pero parecía descomponerse por momentos, incapaz de hacer una posesión larga y mucho menos combatir las rápidas contras del equipo ruso, que empezaba a amontonar ocasiones. El peruano Cueva daba otro aviso en un uno contra uno con Vaclik... hasta que el empate llegó en una acción por dentro, el gran agujero negro como se ha demostrado cada vez que Banega y Roque Mesa han coincidido. Pereyra se metió hasta la cocina y culminó una doble pared con Wanderson y Claesson.
Hasta cierto punto, al Sevilla le podía incluso parecer bueno el 1-1 con todo lo que lleva acumulado y, sobre todo, como se estaba desarrollando la noche. Incluso llegaba soñar con volver a dar otro golpe en alguna llegada. Muriel se entonó algo y Pablo Machín sacó casi de una tacada la artillería pesada para tratar de decantar la balanza a su favor con la calidad de Franco Vázquez y la pólvora encendida de Andre Silva y Ben Yedder, pero ese paso adelante, que se llegó a notar en la mejor ocasión en la que participaron los tres y Jesús Navas en un cabezazo del Mudo, acabó en el castigo que andaban mereciendo los nervionenses y que le infligió el Krasnodar. Fue una falta que la rompió Ramírez, rechazó Vaclik y la coló Okriashvili de chilena.
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