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Xavi García Pimienta (03-08-1974) ya está en Sevilla para ponerse al frente del nuevo proyecto del club de Nervión. Firmará por dos años y será presentado el miércoles. Se trata de un proyecto que está aún por explicar aunque José María del Nido Carrasco ya lo comparó con la revolución que inició su padre junto a Monchi en la primavera de 2013, previa a la temporada que concluiría con la Europa League de Turín. Diez años después de aquel éxito inesperado con Unai Emery, el Sevilla da inicio a otro proyecto que pretende ser revolucionario, con un entrenador cuya elección ha alimentado aún más el estado casi de conmoción en el que se encuentra el sevillismo. Una desazón fundada en los bandazos de un club en crisis.
El técnico catalán aterrizó anoche en el aeropuerto de San Pablo y tendrá toda la jornada de hoy para consensuar antes de su presentación cada detalle con los miembros del comité de dirección. Será el rostro principal del nuevo Sevilla, bajo la premisa de la economía de guerra. Como sucedió en 2013, en las arcas del Sevilla hay telarañas después de tres ejercicios deficitarios consecutivos, al principio con la excusa de la pandemia, y un cuarto en el que la guinda fue la eliminación en la fase de grupos de la Champions. Esto se une a que, a diferencia de hace 11 años, la actual plantilla apenas tiene mercado, lo que ha producido un panorama de máxima inquietud, por mucho que el comité de dirección se agarre a un plan financiero a diez años por 108 millones que será como una pesada hipoteca que irá dándole su bocado anual a un presupuesto a la baja.
También tendrán tiempo García Pimienta, Del Nido Carrasco y Víctor Orta para consensuar los mensajes, cuanto más claros mejor, que enviar a una afición que exige respuestas y ya demostró en el último partido de Liga una contestación generalizada y radical contra la directiva. Están sobre todo bajo la lupa los dos consejeros delegados, el actual presidente, con apenas cinco meses en el cargo, y el vicepresidente primero, José Castro, cabeza visible de Sevillistas de Nervión, el apoyo clave junto con la familia Carrión para que se hayan enrocado ambos pese a la fortísima oposición de José María del Nido Benavente.
García Pimienta llega con el aval de su fútbol valiente y desde luego valentía, hasta lo temerario, no le ha faltado para hacerse con el Sevilla en las actuales circunstancias. Un contexto que no es el idóneo para su fútbol de riesgo –también de seguridad defensiva–, que se apoyará a la fuerza en la cantera del club nervionense pese a que sus dos principales referencias, Kike Salas e Isaac, no se caracterizan por tener el buen pie que requiere el ideario de la escuela de La Masía, la del técnico barcelonés. En Las Palmas llegó a decir que el método no es innegociable, que tienen que asimilarlo, comprenderlo y llevarlo a cabo los futbolistas y si no es así se cambia. Y ahí estriba una de las grandes dudas de este proyecto que nace sin credibilidad: el bandazo táctico del comité de dirección tras haber tanteado a otro entrenador de muy distinto perfil como Jagoba Arrasate.
Esta duda está acrecentada tras las últimas experiencias negativas con entrenadores que apostaban por ese juego combinativo y construido desde la misma salida del balón. Ya le ocurrió a Julen Lopetegui en su última etapa, sobre todo desde la lesión de Fernando en enero de 2022. El exceso de juego al pie de su última etapa erosionó al técnico de Asteasu, al que Monchi ya tuvo que defender contra viento y marea al final de la temporada 22-23. Todo acabó en su destitución y luego llegaron las de otros técnicos de ese estilo ya más definido: Jorge Sampaoli y Diego Alonso. Acabaron destituidos, como José Luis Mendilibar. Y tampoco Quique Flores encontró la horma en este club convertido en una máquina de devorar técnicos.
He ahí el gran reto para García Pimienta: convertirse en el primer entrenador del Sevilla que termina su contrato desde... Gregorio Manzano, en el lejanísimo 2011. Él ha firmado por dos años. Ahí apretó las tuercas al comité de dirección, aunque en realidad es bajo la nueva fórmula de dos menos uno, en lugar de uno más uno. Es lo que permitió que se separasen los destinos del Sevilla y Quique, por ejemplo. En este caso, sigue habiendo cláusulas liberatorias, muy flexibles, como una que anularía el segundo año sin no hay clasificación para Europa. Pero el objetivo de este Sevilla de la revolución temeraria es otro: la permanencia.
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