La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Sevilla-Juventus
Fue el día indicado. Quizá la demostración de que los procesos en el fútbol necesitan un tiempo, aunque Mendilibar ha ido a base de récord en todo. Fue el partido más completo en ataque de la corta era del vizcaíno en el banquillo de Nervión. Estaba cantado que la Juventus no iba a dar pie a la presión y la intensidad con la que hasta ahora este nuevo Sevilla forjado de abril hacia acá se merendaba a sus rivales. Sacó a relucir un repertorio más amplio. Aparte de la loable demostración de fuerza y fe, el Sevilla tocó otros palos: jugó por dentro, también sacó centros –magistralmente taponados por los italianos, todo hay que decirlo–, jugó con vértigo y le dio velocidad al juego.
Mendilibar jugó bien sus cartas, escondió la opción de Suso y si Allegri se afanó en tapar a los que le dieron la noche en Turín, Ocampos y En-Nesyri, emergieron otros jugadores clave, como el gaditano, como Lamela, el autor del gol que selló el billete a Budapest, o Bryan Gil, crecido en la segunda parte y en la prórroga.
Como era de esperar, la Juventus no dio opción a la presión intensa que destrozó al United en el mismo escenario y que es seña de identidad del modelo de Mendilibar. Szczesny buscó a los alejados en salida, fundamentalmente a los laterales para no dar pie a esa fortaleza de su rival, esa presión y esos robos en zona de riesgo.
Con eso contaba Mendilibar. Sabía que la primera línea de presión iba a tener que estar más atrás y así se hizo. Apretó por dentro y sólo aparecieron averías en los intervalos de Gudelj con Acuña –por donde apareció Vlahovic– y en los duelos de Badé con el veloz Kean. El sistema defensivo sufrió pero era irremediable con la plantilla que tiene la Juve.
El modelo Mendilibar amplió su abanico, demostrando que es una soberana mentira lo de querer encasillar a los entrenadores. Éstos son lo que son por lo que pueden dar sus jugadores y el Sevilla, cortocircuitadas sus virtudes, apeló a otras. Allegri temía el juego aéreo sobre En-Nesyri y cuando los centrales intuían opción de centro se pegaban dos de ellos al de Fez. Los italianos son maestros en el arte de defender, una suerte que apenas se entrena en España. Bien perfilados siempre, con la capacidad de meter el cuerpo siempre en el momento exacto y de acumular piernas para taponar tiros. El Sevilla, eso sí, aprovechó la vigilancia especial a En-Nesyri para que remataran otros aprovechando ese espacio (gol de Lamela).
Pero sobre todo el ataque se enriqueció con juego por dentro (Suso), desdoblamientos por fuera, llegada de la segunda línea y vértigo y velocidad en las transiciones.
Muchas. Fe, intensidad, garra, amor propio... Y también calidad y no dejarse llevar por la sobreexcitación del ambiente. Había que jugar con cabeza y con calma y así lo hizo en todo momento.
La tonta expulsión de Acuña.
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