Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Por vergüenza. Por amor propio. Por entrega. Por respeto. Por todos esos valores que ha encarnado Jesús Navas durante todos los años que ha vestido la camiseta del Sevilla hasta hacerlo en 704 ocasiones y por honor, otro alto concepto que también encarna el hombre que hoy se calzará por última vez las botas como futbolista profesional. Por todo eso el Sevilla debe dar la cara este día de la Lotería de Navidad en el Santiago Bernabéu, un escenario que para los blanquirrojos semeja la cueva del ogro que se le aparece por las noches como una pesadilla recurrente.
Hoy se cumplen justamente 20 años de uno de los escasos momentos en los que este equipo logró ganar al Real Madrid en su feudo. Fue en la noche del 22 de diciembre de 2004, Julio Baptista marcó el solitario gol del triunfo con el Sevilla vestido de morado y Jesús Navas fue testigo de excepción: salió en el minuto 63 por Carlitos. Hoy también aguardará turno en el banquillo de suplentes, como hace dos décadas, pero por un motivo diferente. Entonces estaba empezando y hoy pone fin a su prolífica carrera profesional.
El partido, como tantas otras veces, llega con una importante distancia entre el anfitrión y el visitante. Y si el visitante no ha podido meterle el diente al anfitrión por norma cuando ha estado en tiempos de vacas gordas, ahora en hora de vacas flacas la proeza se antoja un más difícil todavía. Aunque el motivo se eleva a acontecimiento por lo que significa el último encuentro del capitán sevillista, la leyenda viva de un club que cierra definitivamente la página de una era para que se abra otra señalada por la tremenda incertidumbre.
García Pimienta deseó en vísperas del encuentro que su equipo le dedicara un último tributo a su simbólico capitán. Y para ello se agarró a esa hora de partido en el Metropolitano en la que el Sevilla, este Sevilla tan condicionado por la situación de transición que vive, fue capaz de subírsele a las barbas al lanzado Atlético de Simeone. Hasta que se produjo la descomposición general en cuanto los colchoneros tocaron a rebato a raíz de aquel misil de Lino que sorprendió a Álvaro Fernández.
El meta impidió luego algún gol más, pero dejó la duda de que pudiera llegar a ese balón ajustado a un poste desde tanta distancia. Y Nyland ya está en perfectas condiciones para darle el relevo al hombre que llegó como su suplente. Un escenario como el Santiago Bernabéu quizá sea el lugar para que el noruego retome su rol de titular. Puede ser una de las novedades del once con respecto al equipo que venció con sangre, sudor y lágrimas al Celta para tributar una digna despedida de Jesús Navas en el Ramón Sánchez-Pizjuán.
Quienes sí entrarán seguro en la alineación serán Carmona e Isaac. Y puede que hasta Juanlu. Los tres se perdieron el partido con los celtiñas por la intempestiva sanción que les impuso el Comité de Disciplina por aquella niñería de la banderita con el escudo del Betis tachado. Se ven cosas mucho peores en el fútbol de hogaño, pero estamos en una sociedad que se rompe las vestiduras por cualquier nimiedad y obvia las barbaridades que se están cometiendo con la esencia del fútbol, un deporte distinto desde que se instauró el VAR.
Enfrente, el Real Madrid estrenará su condición de campeón de la Intercontinental, el título que convirtió a Carlo Ancelotti, otro que está cerca de su adiós del fútbol, en el técnico más laureado de la historia del club merengue. No estará Vinícius por acumulación de amonestaciones y esto sí es una buena noticia. Y no tanto por lo que pierde deportivamente el rival, que es bastante, sino por cómo ensucia los partidos el joven brasileños con sus consentidas pataletas de pequeño tirano. Nada que ver con la hombría y la verdad que Jesús Navas ha puesto en cada uno de sus partidos, sin necesidad de ir llorando ante árbitros ni comités. Que no esté Vinícius en el último partido profesional de Jesús Navas puede ser hasta un verso suelto de poesía épica en este fútbol tan manoseado de hogaño. Llega un clásico de la Liga. Y el Sevilla debe evitar por algo más que el honor que se dé la clásica decepción en el Bernabéu.
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