El pulso más indeseado posible
Sevilla FC
Monchi y el Sevilla abren una desagradable batalla por la cuantía de la libertad del director general deportivo, para la que el club pide la penalización de su contrato
El elegido por el club como sustituto es Víctor Orta
Probablemente sea el pulso más indeseado por el sevillismo, pero un cúmulo de circunstancias se han rodeado para que ahora mismo marque la actualidad de un club que no hace ni una semana celebraba en una especie de éxtasis inesperado la séptima Europa League que entra en las vitrinas de trofeos del Sánchez-Pizjuán.
Las posturas se mantienen firmes y ello ha enturbiado unas relaciones que hasta hace nada eran excelentes a tenor de lo visto en las imágenes posteriores a la final de Budapest. Pero al parecer no era así, sino que esa afinidad y complicidad obedecían más a un teatrillo de cara a la galería. Hoy, a 9 de junio, el pulso que mantienen Monchi por un lado y José Castro y Del Nido Carrasco por otro enturbia claramente la felicidad que parecía vivir una entidad que había superado gracias a Mendilibar el trance de verse cerca del abismo del descenso y, en cascada, de una ruina económica de consecuencias impredecibles.
Monchi exige libertad para abandonar su cargo de director general deportivo por todo lo que le ha dado al club y el consejo ejecutivo que encabezan presidente y vicepresidente han dejado muy caro que si su marcha obedece a aceptar la oferta de otro club (claramente está en el trasfondo el interés del Aston Villa) la vía correcta es abonar la cantidad que figura en la cláusula de rescisión del contrato que ambas partes firmaron con carácter indefinido.
Mientras todo esto sucede, el sevillismo asiste atónito a una guerra que no podía imaginar, entre otras cosas porque el propio Monchi había aclarado cuando se le había preguntado que no se veía la temporada que viene en otro sitio que no fuera el Sevilla. El único pero que ponía por delante era la opinión del propio club sobre esta continuidad, algo que en boca por ejemplo de Del Nido Carrasco en los últimos días, estaba garantizada.
¿Qué ha pasado entonces para que Monchi, como adelantó Diario de Sevilla pasada la medianoche de ayer haya pedido al Sevilla abandonar su cargo? Castro y Del Nido Carrasco podían llegar a entender que el gaditano se sienta molesto por la autonomía y el poder de decisión que haya podido perder en una temporada muy difícil en la que ha habido muchos nervios, pero la principal discrepancia aparece cuando en el club sospechan que tras el deseo del gestor deportivo de abandonar está una suculenta oferta del Aston Villa de Unai Emery.
A partir de ahí, surgen muchas preguntas. La primera, ¿era necesario llegar a esto? Para el sevillismo que ha disfrutado viendo a ambas partes abrazarse casi a diario resulta muy desagradable asistir a lo que está asistiendo, pues la que queda es la imagen del Sevilla, que ya de por sí tiene enemigos nada más doblar Despeñaperros arriba.
La segunda, ¿en qué situación queda Mendilibar? un entrenador a la espera de un director deportivo. Con razón ha firmado sólo un año. Por si hay que salir corriendo.
La tercera, cuánto va a tardar Del Nido Benevante en pedir una Junta Extraordiaria de Accionistas para, ahora que el juez ha sentenciado que se cometió una ilegalidad impidiéndole votar, acabe la obra de su obsesión, echar del club a los que considera okupas.
Tristeza y decepción es lo que siente el sevillismo, que ve que, con sus detractores y sus adeptos, la única figura que unía a la afición puede acabar saliendo de mala manera por culpa de los egos. Los de unos y los de otros. Para que no se malinterprete nada.
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