La prudencia, una ciencia exacta
sevilla - bayern múnich
Una avanzadilla de hinchas bávaros aguardaba el choque de cuartos con unos modos respetuosos y admirativos para con el fútbol español
El fútbol está ayudando a la consagración de Sevilla como destino turístico. Viva el balón, deberán de pensar los próceres mientras comprueban que la Liga de Campeones funciona tan bien de escaparate como las promociones en las ferias del sector. Y gratis. Viva el balón, repiten los hinchas del Bayern Múnich que retozan en una Sevilla al fin de punta en blanco. El azahar recibe en su esplendor a los casi tres mil aficionados alemanes que se esperan para el partido de esta tarde, como en los meses precedentes fueron las miríadas del Manchester United, las últimas aficiones en visitar la ciudad cuyo I+D más conocido es el sol y el velador.
"Si ha eliminado al United y ha empatado contra el Barcelona, no podemos ser otra cosa que prudentes con el Sevilla", explica Robert, un visitante que pasea por la calle Antonia Díaz con su esposa. Sexagenario, vestido con la equipación roja del Bayern y llegado de un pequeño pueblo junto al lago de Constanza, Robert expone su visión sobre el partido de ida de la Champions con un enfoque científico. Alemania en su pura esencia, la estadística: "No es fácil ganar cinco copas de la UEFA, conque si volvemos con un gol anotado estaremos más que contentos".
Es la primera vez que el equipo muniqués hace aparición en Sevilla en una cita oficial. Como huéspedes, por ahora, no hay quienes los supere. Ayer habían llegado pocos y la mayoría lo ha hecho en familia. El grueso, aseguran, arribará a lo largo del día de hoy, pero hasta ahora impera la paz y el sosiego. El aficionado bávaro solamente se parece a uno del norte de Inglaterra en sus suculentas artes culinarias: si en Manchester la especialidad es la fritura de pescado y de la papa, el plato típico de Bamberg es la cebolla chuchurría.
De este municipio bávaro, cuyo nombre está presente en el callejero sevillano, viene Heiko y su adolescente hijo. Apenas los delata una gorra con el escudo del club teutón, inminente campeón de la Bundesliga si no se interpone un accidente. "En Alemania se respeta mucho el fútbol español. Y el Sevilla es un muy digno representante", dice este consultor cuarentón que da cuenta de una sangría en el bar Estrella.
Heiko y su vástago preguntan al reportero por los jardines de Murillo, lugar donde está situado el centro de reunión de los aficionados muniqueses, y lo hacen muy cerca de la calle Pajaritos, donde una inscripción da fe de la presencia de la imprenta de la saga de los Cromberger, el primer bávaro asentado con honores en Sevilla. Y, si la imprenta de los Cromberger, originarios de Núremberg, fue la primera en llegar al Nuevo Mundo -vía Guadalquivir- el Sevilla pretende ser el primero en alcanzar el orbe de la semifinal continental -vía Rin-.
No están cómodos los alemanes con el papel de favoritos. Igualito que los ingleses, autorizados a la soberbia que proporciona el alcohol y sus euforias. Marta, en cambio, se limita a llevar el símbolo químico de la adrenalina tatuado en el brazo y a un zumo de naranja en una de las terrazas de la plaza del Salvador. "El fútbol no es una ciencia exacta como la aritmética o la química", explica esta aficionada llegada de Ratisbona con perfil de valquiria. "Con un empate me conformo", cierra Marta.
Sin distintivos de su equipo, a Rudiger y su pareja los delata un semblante rosáceo bajo el sol que ciega los pórticos de la Catedral. "Que no juegue Banega es esencial", afirma con no poco alivio un Rudiger al que le agradaría ver a Geis, también bávaro, como lo es Ratzinger, el Papa emérito. "¿Sabías que Benedicto XVI es socio honorífico del Bayern?", interpela ufano. El poder financiero y la mediación divina como compendio del protestantismo. Así gana cualquiera, claro.
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