El problema de contratar a nariz tapada
Desde mi córner
Ni siquiera levantando la séptima Liga Europa fue mirado Mendilíbar como técnico de futuro
CONTINUABAN los fastos por la conquista de una Liga Europa más y daba la impresión José Luis Mendilíbar de ser una especie de convidado de piedra o, peor aún, el intruso que se había colado en la foto de la fiesta. Y seguía el jolgorio y no se producía la renovación del hombre que no sólo había sacado al equipo del pozo, sino que aupaba más plata, esta vez en la bella Budapest. Pasaban los días y no se le daba luz al futuro del autor del milagro.
Había atesorado unos números espléndidos desde aquella tarde del debut en Carranza para una escalada que entró de lleno en la historia del club. Dos meses de vino y rosas en que se había dado con la tecla adecuada que convertía el descalzaperros de un histrión argentino en el comportamiento que el Sevilla demandaba. Una primavera como soñada para un viejo rokero vizcaíno que se movía por estos salones sureños intentando adivinar de dónde vendría el problema.
Sus particulares idus de marzo estaban emboscados tras haberse firmado a nariz tapada su renovación. Sotto voce, o no tan sotto, se lamentaba por Nervión no haber podido concretar el fichaje de Andoni Iraola. No renovar al milagrero habría sido impopular, pero los mandamases seguían contemplándolo todo con la nariz tapada. Sólo era cuestión de esperar y, por si fuera poco, al hombre le completaban la plantilla con el curso empezado y con refuerzos no siempre de su gusto.
Ocho jornadas de Liga y dos de competición continental en las que han abundado los empates ha sido el tiempo que ha durado en el Sevilla un entrenador que, por lo visto, no entraba en el retrato robot que gusta en Nervión. Demasiado tiempo con la nariz tapada y demasiado breve el plazo de garantía concedido a un profesional que se irá a su Euskadi querido con la sensación de que en el sur le han faltado el respeto a él y a un trabajo, el suyo, que tanto éxito había aportado.
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