Una final que nadie esperaba
Salzburgo - Sevilla
El Sevilla debe sacar su gen competitivo y su mejor fútbol para seguir vivo en la Champions ante el rival más joven del torneo, el Salzburgo de Adeyemi
Lopetegui: "Tenemos que mirar de frente al reto, pero con ilusión"
Joan Jordán: "Ante el Lille aprendimos la lección, debemos jugar con tranquilidad"
Castro: "Tenemos que ganar y mi gente lo va a dar todo, no valen peros"
Todo el alivio, casi euforia, que despertó el sorteo de la fase de grupos de la Liga de Campeones se vuelve en el día de hoy, festividad de la Inmaculada Concepción en el calendario católico y tradicional de Sevilla, una final inesperada. En el frío alpino de Salzburgo le toca al equipo de Julen Lopetegui empastar la mejor melodía sin que el frío y la nieve haga temblar los acordes, rompan los labios del metal o desafinen las cuerdas de la orquesta.
Se juega muchísimo el Sevilla: el crédito europeo que durante tantos años ha ido acumulando; el equilibrio anímico de un grupo que se reta continuamente a subir escaloncitos a base de logros; y lo crematístico de un club que sigue elevando el listón presupuestario y que en la última Junta de Accionistas ya presentó un déficit inopinado y causado por los estragos de la pandemia y el riesgo quizá excesivo de mantener ese impulso ascendente contra viento y marea.
No hará falta un milagro como el de la famosa Batalla de Empel (7-8 de diciembre de 1585), en el que la aparición de una tabla pintada con la Inmaculada Concepción ayudó a que los hielos se pusieran de parte de los Tercios españoles para romper el sitio asfixiante de los protestantes neerlandeses. Hará falta que el Sevilla se vuelva a comportar como un equipo de hombres, precisamente ante el equipo más joven de la competición, el Red Bull Salzburgo, hoy Salzburgo a secas por imperativo legal de la UEFA.
Es fútbol por mucho que se acuda a los historicismos y la épica para loar las proezas de un equipo que quiere volver a presumir de sus lemas y sus himnos: el nunca se rinda, la casta y el coraje. Por presupuesto, por historia, por rodaje, por experiencia, el Sevilla debe obligarse a jugar esta inesperada final sin buscar peros, como solicitó el presidente del club una vez que aterrizó la expedición blanquirroja en las faldas septentrionales de los Alpes. Y debe jugarla sobre las premisas de su mejor versión futbolística, sin necesidad de acudir a milagros ni hazañas bélicas.
Hará frío y puede que la nieve haga acto de presencia, lo que le daría al encuentro otro cariz lírico y hasta épico, por la dificultad que añadiría la helada a la práctica del mejor fútbol. Pero tampoco valdría como excusa. El Sevilla se dejó por hacer muchos deberes durante cuatro de las cinco jornadas del Grupo G, tan bien acogido allá por septiembre, cuando el calor del tardío estío aún hacía estragos. Entonces era impensable que este equipo que ya sufrió una importante frustración cuando la temporada pasada cayó en octavos de final ante el Borussia Dortmund tuviera que verse en el brete del precipicio en la fase de grupos frente a un equipo joven e inexperto que también afronta su mayor hazaña:meter a un equipo austríaco por primera vez en los octavos de final de la Champions.
Julen Lopetegui, como en la previa ante el Wolfsburgo, habló de ilusión, para tapar todo lo posible la presión que en realidad pueden sufrir sus hombres si no se comportan como tales ante este grupo de imberbes que quieren subírseles a las barbas. Y Joan Jordán habló de un aspecto más prosaico, más futbolístico: jugar al fútbol bien, con tranquilidad y sin precipitación. Esgrimió el mediocampista catalán la lección aprendida ante el Lille, que debe tener hoy su eco en el silente estadio austríaco.
El escenario, dentro del contexto creado por los resultados negativos previos, es idóneo para que el Sevilla haga sonar su orquesta, con pausa, tempo y armonía, y componga una sinfonía triunfal en honor a Mozart. Sin precipitación y con tranquilidad, como solicitó Joan Jordán, y con fútbol.
Augustinsson tendrá protagonismo para relevar a Acuña, el quinto ausente por lesión que se une a las bajas de Jesús Navas, Suso, aún no apto para la alta competición, Lamela y En-Nesyri. Peor sería que el sueco tuviera que sustituir al argentino en pleno agosto que en este invierno temprano alpino. Estará más acomodado el único futbolista que, en teoría, va a trastocar el once base que viene eligiendo Lopetegui. Hasta en eso hay que mirar positivamente la circunstancia negativa de la baja de quizá el jugador que estaba más en forma, por su capacidad de ruptura desde la izquierda.
El Sevilla, este equipo, tiene experiencia en finales a un partido y sin público. Así fue ganando en Alemania en agosto de 2020, hasta coronarse campeón ante el Inter en Colonia, después de dos remontadas –de nuevo la épica– ante dos superiores. Hoy el más fuerte en lo económico y lo técnico es él. Por mucho que el Salzburgo cuente con uno de los futbolistas de moda, Adeyemi, el rival también tiene sus bajas. Y sobre todo, menos experiencia y menos capacidad de sufrimiento. Hoy debe salir ese Sevilla que tan bien sabe competir. Sin peros, sin milagros, sabiendo sufrir... y con fútbol.
Sin Acuña ni Suso y con seis canteranos
El Sevilla puso rumbo hacia Salzburgo con la presión de tener que ganar para estar en octavos de final de la Champions y con cinco bajas. Acuña se une a Jesús Navas, Lamela, En-Nesyri y Suso, quien aunque ya se unió al grupo este lunes se qudó en tierra: Julen Lopetegui prefiere no forzarlo. La lista de viajeros incluye a seis canteranos: el meta Adrián, los defensas Valentino y Juan María, y los atacantes Juanlu, Luismi e Iván Romero. La convocatoria está formada por Bono, Dmitrovic, Adrián, Montiel, Valentino, Diego Carlos, Koundé, Rekik, Augustinsson, Fernando, Delaney, Jordán, Rakitic, Óliver Torres, Óscar Rodríguez, Papu Gómez, Luismi, Juanlu, Juan María, Ocampos, Munir, Iván Romero y Rafa Mir. El equipo aterrizó poco antes de las dos de la tarde en Salzburgo, con temperaturas de hasta 2 grados bajo cero, y se ejercitó por la tarde en el Red Bull Arena.
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