Arsenal - Sevilla: Obligaciones e ilusiones
Champions League
El equipo de Diego Alonso afronta la prueba más dura de su grupo de la Champions con la urgencia de enderezar su trayectoria más que con la alegría de una cita que debería ser un premio
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Hace mucho tiempo que el fútbol dejó de ser una actividad evasiva. Primero dejó de serlo para los deportistas, convertidos primero ya en superprofesionales. Y luego dejó de serlo para los colectivos en torno a los equipos: la directivas, ahora consejos de administración; y las aficiones, a las que empujan a convertirse en masas de espectadores de un espectáculo. Aun así, la Champions siempre fue el summum, el espectáculo de los espectáculos, un premio que saborear con deleite. Pero no es así para el Sevilla.
Lo que debería ser la ilusión por medirse con los presuntamente mejores del continente, la Liga de los campeones, se ha convertido en este club en una obligación perniciosa, una urgente necesidad para cuadrar los balances económicos. Un trampantojo en realidad, porque obliga a mantener unas plantillas pagadas por encima de las posibilidades del club que, en cuanto falla la planificación, dinamitan los proyectos.
En puridad, el error del Sevilla fue dejarse engatusar por la opción de luchar por la Liga. Sucedió en el invierno 2021-22, cuando el comité de dirección, todavía con Monchi, dio el paso de hipotecarse en enero -Martial y Tecatito- para intentar cazar al Madrid. Aquel paso forzado no fue sino el estertor de un proyecto que terminó explotando por el divorcio con Julen Lopetegui. Hoy, el cuarto entrenador en año y pico que se sienta en el banquillo lo hace en Londres como si fuera al banco de los acusados, por mucho que Castro depositara con rotundidad la confianza en el uruguayo como entrenador de futuro.
Vuelve el Sevilla al Emirates Stadium, el primer escenario de alcurnia en el que disfrutó de la Champions, allá por septiembre de 2007. Ni entonces, en aquel estreno de ilusión, pudo disfrutar de un torneo que parece maldito para este club: Juande Ramos ya tenía la mente en Londres, precisamente. Hoy vuelve al estadio del Arsenal con renovadas... obligaciones.
El futuro del Sevilla en el torneo pasa por intentar puntuar, cuando menos, ante el fortísimo equipo de Mikel Arteta, que ya mostró en el Sánchez-Pizjuán que está un escalón por encima del heptacampeón de la Europa League. Lógico, viendo la tremenda diferencia de los presupuestos de uno y otro club. No tan lógico recordando cómo este mismo equipo, en otros contextos, ha sido capaz de ejercer de David ante Goliat frente a rivales incluso superiores que este Arsenal, que hoy no contará con Gabriel Jesús.
Mientras el PSV recibe con los mismos 2 puntos que el Sevilla al Lens, Diego Alonso afronta su quinto partido, sin contar con el trámite de la Copa, y todavía no ha saboreado la victoria. Al contrario: a domicilio ha mostrado sus antiguos vicios y ha dado pocas señales de revitalización, ante rivales muy inferiores al equipo de Arteta, como fueron el Cádiz o el Celta. Así, ganar en Londres se antoja una quimera para este grupo que no termina de hacerse a un nuevo sistema e ideario de fútbol, radicalmente opuesto al inmediatamente anterior y que lo llevó a la gloria de Budapest con Mendilibar. Del fútbol directo y vertical, al raseo del esférico para encontrar la portería rival.
El problema es que la trayectoria incierta se topa asimismo con un futuro inmediato inquietante, con un derbi el domingo que también aparece como amenaza más que como ilusión. Contra este contexto tóxico, y no sólo contra el Arsenal, luchará hoy el Sevilla en busca de su mayor proeza... Pero, ¿acaso no lo hizo antes?
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