Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Hace apenas un año y tres meses, poquísimo tiempo en el fútbol, el Sevilla se encumbraba de nuevo como un gigante europeo al ganar la séptima Europa League, que en realidad fue su octavo título europeo y su undécimo en el siglo XXI. Aquello sonó a estertor de una muerte gloriosa, porque el milagro de Budapest requirió de una comunión equipo-grada-entrenador de la que apenas participaba una cúpula ejecutiva ya dividida a cuenta de los distintos criterios de la gestión del club y la planificación.
El éxito del Puskas Arena, tras dejar en la cuneta a Manchester United, Juventus y Roma, fue la espoleta para la segunda marcha de Monchi del Sevilla. José María del Nido Carrasco, ya con mando en plaza meses antes de tomar la presidencia, y José Castro no le dejaban ya poner la botella de agua aquí o allí. No les cuadraba la hoja de cálculos de excel. Y vino Víctor Orta para cuadrarla. En esas estamos, con muchísimas dudas sobre el criterio futbolístico elegido.
Sin entender esto no se puede uno asomar a la tremenda crisis del Sevilla y el sevillismo, cada vez más alejado de sus dirigentes, que no dejan de bajar escalones en la consideración de los aficionados. Ya no es sólo la guardia de corps de Del Nido Benavente. Desde que llegó Víctor Orta, que no fue la primera opción, el comité de dirección se propuso algo que no había conseguido con Monchi: rebajar la masa salarial y la edad, “volver al modelo de fichar a jóvenes para sacar plusvalía”.
La plantilla del Sevilla se había ido envejeciendo y había ido perdiendo valor de mercado. Y dos años después de la llegada de Orta, se puede decir que ese doble objetivo lo ha logrado. Ahora le queda lo más difícil, que la plantilla que le ha dado a García Pimienta pueda conformarse como un equipo que sepa jugar al fútbol. Que se revalorice en el césped. Porque al fin y al cabo se trata de eso. O se trataba.
Sólo hay que echarle un vistazo a la actual para ver que ha bajado bastante la media. Ahora sólo hay dos jugadores de campo por encima de los 30 años. Dos futbolistas que ya estaban hace dos años, Gudelj y Jesús Navas, junto a otros que sobrepasaban esa linde: Rakitic, Fernando, Papu Gómez, Acuña... A los dos primeros les ofreció la puerta de salida el club en enero pasado, a los dos segundos se la abrió el verano pasado y el actual respectivamente. Lógicamente, la salida de Ocampos, con 30 años cumplidos, ha tenido también que ver con esta premisa, aunque ha sido la puntilla a la terrible contrapartida de esta política: el Sevilla se queda sin referentes en un equipo de imberbes y neófitos. Y renuncia también a un emblema de un estilo de juego, a una identidad.
Hace un año, según un informe de CIES Football Observatory sobre las alineaciones más jóvenes de las cinco grandes ligas, el Sevilla fue el equipo que tuvo una alineación de más edad en las seis primeras jornadas, con 29,2 años de media. Ahora la plantilla tiene una edad media de 25,6 años incluido un Jesús Navas que se retirará en diciembre con 39 años.
De paso Orta ha cumplido otra de las premisas que anunció José María del Nido Carrasco en una de sus comparecencias: la reducción de profesionales adscritos a la primera plantilla para dejar hueco a los canteranos. Con dorsal del primer equipo -y en espera de que pueda ser sustituido Ocampos, algo nada claro-, hay 22 jugadores.
Hasta los 25 que completan el primer equipo hay tres futbolistas con ficha del filial, también aprovechando su edad y para no sobrepasar el límite salarial del primer equipo: Juanlu, José Ángel e Idumbo. Pedro Ortiz tiene dorsal por obligación, ya que el club no podía dejarlo sin equipo.
La otra premisa, la sustancial rebaja de la masa salarial, también la ha cumplido el comité de dirección, quizá no hasta en un 50% como habría deseado en un principio. Era obligatorio de forma perentoria, porque no tenía otra que rebajar el coste y equipararlo con el rendimiento, algo a lo que ya se puso manos a la obra el pasado año con las rescisiones de Rony Lopes, Papu y Tecatito en verano y de Rakitic y Fernando en enero. Ya en aquel invierno inscribió con ficha del filial a Agoumé y a Hannibal, dos de los primeros intentos de Orta por seguir su plan de rejuvenecer la plantilla y fichar a jóvenes talentosos y con proyección. Fue entonces cuando también llegaron para el Sevilla Atlético Mateo Mejía e Idumbo, adscrito ya al primer equipo aunque manteniendo ficha del filial.
El resultado es que en dos años ha rebajado el comité de dirección la masa salarial del primer equipo de forma sustancial, hasta en un 43%. El coste de la plantilla en la temporada 22-23 fue de 193 millones de euros. Fue el momento en el que se produjo la ruptura Monchi-Del Nido Carrasco/Castro.
Al año siguiente, la política de Orta, el excel sobre el que construyó la planificación con las edades, los roles y los costes de cada futbolista, siguió reduciendo la masa salarial, hasta dejarla en 170 millones de euros. Del Nido Carrasco anunció que había que reducir drásticamente ese coste tras el fracaso estrepitoso en Europa y la clasificación liguera, fuera de competición europea después de más de una década, desde la 12-13.
Así, al término de la actual planificación, el coste de la plantilla actual es de 110 millones de euros (-35%), y en ese montante aún hay que imputar gastos de futbolistas que no están a las órdenes de García Pimienta, como los altos porcentajes de sueldo de los cedidos Joan Jordán y Januzaj -el relevo de Ocampos en el verano de 2022- o el pequeño coste del acuerdo bilateral de rescisión de Delaney. La mayoría de fichajes han sido de bajo coste y por debajo de los 25 años. Y el paradigma es Valentín Barco. Eso sí, sin posibilidad de plusvalía al estar cedido. "La mejor opción que había en el mercado para el lateral izquierdo". Así lo presentó Orta.
La apuesta es de altísimo riesgo y requiere una paciencia imposible para un sevillismo ya quemado desde años atrás, desde Lopetegui, acusado de resultadista y conservador -el que esté libre de pecado...-. Si además de infortunios varios en las tres primeras jornadas, en la cuarta ejerce de capitán Marcao y un lateral juvenil y debutante, Barco, se erige en líder y organizador por el absentismo del que iba a cubrir el vacío jerárquico, Saúl, pues... crisis al canto. Porque el césped no es el excel.
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