La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Que yo pago la luz en dólares?
deportivo - sevilla fc | la crónica
El fútbol es tan grande que un partido con 46 remates a portería, 22 del anfitrión y 24 del visitante, puede acabar con empate a cero. Fue lo que sucedió en Riazor. Nadie salió contento de un empate que enfría las expectativas del Deportivo, sobre todo, y del Sevilla, que aunque seguirá séptimo, encadena seis jornadas ya sin paladear la victoria y a medida que se ha ido acercando a la final de la Copa, más necesaria ve la complicadísima empresa de conquistarla y asegurarse la vuelta a la competición europea.
El punto supo a acíbar para los de azul y blanco, que tratan de salir como sea de la procelosa tormenta en la que llevan toda la Liga. Pero tampoco supo bien para los de rojo, a pesar de que el sevillista que suele ver la botella medio vacía seguro que daba por perdido el pleito coruñés por la inminencia de la gran cita por la sexta Copa y por la circunstancial alineación que, por consiguiente, iba a disponer Vincenzo Montella.
Y el italiano tiró de habituales suplentes, como dictaba la lógica, pero también tuvo un peligroso ramalazo de excentricidad al alinear a dos piezas llamadas a ser actores principales el sábado de Feria en Madrid, Jesús Navas y Banega. Si entran de golpe Carriço, Layún, Geis, Pizarro, Sandro o Carlos Fernández, menos se explica. ¿A qué viene mantener al cerebro y al único lateral derecho fiable ahora mismo? El napolitano fue más allá en sus riesgos y los mantuvo los 90 minutos.
El caso es que el Sevilla, tan irreconocible como en otros partidos anteriores condicionados por el choque siguiente, no pareció esta vez un zombi, lo que ya es algo. Hasta practicó un juego fluido, aseado y por momentos vertical. Enfrente tenía un equipo que lo tiene en chino para permanecer en Primera por algo. La tensión atenazó a un conjunto ya de por sí limitado, que Seedorf quiso reforzar en la medular con la inclusión de Guilherme, Mosquera, Celso Borges más un cuarto medio algo más adelantado, el ex sevillista Krohn-Dehli. El danés sufrió un violento cabezazo con Geis en el arranque del partido y ya no se recuperó. Tuvo que dejar su plaza a Çolak en el minuto 36.
Geis, que invitó a Banega a actuar más arriba, agradeció el decorado y se enseñoreó del partido. Bajó a recibir hasta la zona defensiva para iniciar el juego, eligió siempre la mejor opción, no se complicó y con su preciso golpeo a media y larga distancia lo encauzó todo. Encontró continuidad en Jesús Navas, que superaba una y otra vez a Mosquera y que también agradeció un inopinado surtidor de balones: Layún, quien, como diestro en el lateral izquierdo, también hizo algún cambio de orientación de banda a banda que desnudó a los coruñeses.
El control del juego, la iniciativa y hasta el acoso empezaba a ser de los de rojo. Layún ensayó el primer disparo a los cinco minutos y blocó Rubén; dos después, Jesús Navas adelantó a Sandro, que volvió a toparse con el guardameta; a los 14, Sandro ganó la línea de fondo y sirvió atrás para que Carlos chutara fuera; y a los 18, una falta botada por Geis al segundo palo la alcanzó Pizarro y volvió a aparecer el rapado portero.
El mal endémico más notorio de este Sevilla, que no el único, es su pertinaz candidez para acabar las jugadas. Y volvió a cristalizar. Sobre todo en las dos últimas acciones del primer acto, un tiro de Banega demasiado cruzado tras magistral taconazo de Carlos Fernández, con Rubén a su merced y ambos ángulos abiertos (40’) y una inocente definición del joven delantero de Castilleja de Guzmán, a las manos del portero, tras una vertical jugada de Jesús Navas y Banega (43’).
La crónica, hasta el descanso, ignora a Correa. Él mismo quiso pasar de puntillas por el partido. Ni falta hizo que su indumentaria acabara en la lavadora luego.
Vista la indolencia del Tucu, la entrada de Sarabia (57’) parecía que relanzaba las opciones sevillistas de hacer un gol, nada más y nada menos que un gol, después de que Banega y Sandro se volvieran a encontrar con Rubén en dos opciones claras, sobre todo la segunda, en un mano a mano que el canario se fabricó cruzándose ante su par. Volvió a tirar al muñeco.
Pero los cambios de Montella, de ese entrenador al que parece sobrarle la Liga, terminaron de disipar la posibilidad de la victoria. Sarabia, entre su desgaste y la distracción del sábado, no se metió en el partido; Nolito, con maneras de pretemporada, menos; y Muriel estiró las piernas en una galopada por la derecha y punto. Parecía que el más necesitado, el Deportivo, se llevaría al final el partido con sus pelotazos a Lucas Pérez y el agujero de Layún en la izquierda. Pero David Soria emuló a su colega Rubén.
Los porteros fueron los únicos triunfadores de un partido en el que el Sevilla volvió a disparar con escopetas de la Feria, de esas con el cañón trucado para dificultar el reto de llevarse un perrito piloto. ¡Ni eso, ni un perrito piloto! Tendrá que ser una Copa...
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