Una película de terror con un fantasma y once zombis

levante - sevilla | a ras de hierba

Castro le dio una vida extra a Montella y éste reincidió con un más de lo mismo que convierte en un polvorín la visita de la Real

Carlos Fernández, exculpado en un equipo cadavérico

Pablo Sarabia, que ayer volvió a estar muy desacertado, trata de hostigar a Campaña.
Pablo Sarabia, que ayer volvió a estar muy desacertado, trata de hostigar a Campaña. / Kai Forsterling / Efe
Juan Antonio Solís

28 de abril 2018 - 02:35

"Este partido, el Sevilla lo hubiera ganado con otro entrenador", espetó José Antonio Camacho el 1 de febrero de 1997, después de que el Sevilla perdiera 2-3 un encuentro que ganaba en casa 2-0 en el minuto 84. Entonces, el sevillismo era un polvorín. Su equipo había creado unas expectativas mayúsculas en verano de la mano de José María González de Caldas. Contrató a Camacho, que había triunfado en el Espanyol. Hizo una plantilla nueva y arrasó en los torneos de verano. Pero su proyecto se desmoronaba de forma estrepitosa.

Esa tarde, la increíble remontada sonó a sentencia. La protagonizó la Real Sociedad. Curiosamente, el mismo que hollará la hierba del Ramón Sánchez-Pizjuán el próximo viernes. El Sevilla no va a descender. Su vergonzante desempeño no lo va a a provocar porque estamos en la jornada 35ª. Pero el ambiente crispado, incendiario, con un fortísimo tufo a pólvora, no hay quien se lo quite ya a José Castro y su consejo.

Si la cúpula sevillista no rompe la baraja de una vez y prescinde del entrenador napolitano, se expone a un 4 de mayo de tintes cuasi bélicos. El aficionado que aguantó como pudo el escarnio de la final de Copa no encontró ayer un bálsamo para cauterizar sus heridas. Todo lo contrario. Fue un más de lo mismo. Con la diferencia de que los azulgrana, en esta ocasión, no eran Messi, Iniesta y Busquets, sino Campaña, Bardhi y Morales.

Montella obtuvo una vida extra de la reunión del consejo del pasado martes. Pero nada hizo por rebelarse ante su negro destino. Reincidió en sus planteamientos, en su apocada dirección desde el banquillo. En un Sandro por Nolito en el minuto 59, cuando el decorado volvía a emular al Thriller de Michael Jackson y los jugadores del Sevilla, como en el Wanda, antes en Riazor o antes en tantos y tantos partidos, habían mutado en once entregados a su suerte. Once zombis y un fantasma, esta vez en chándal, en el área técnica. Como para que los niños sevillistas no lloren como hicieron en Madrid.

La deriva de este Sevilla es tal, su dinámica autodestructiva tan poderosa, que hasta los que parecían libres de toda culpa acaban pecando. También ellos acaban siendo , como en esas películas de serie B en el que el amigo del protagonista, de repente, se vuelve con los ojos rojos y ganas de arrancarle la nuez de un mordisco al héroe. David Soria, Jesús Navas y Banega habían empezado con buen son. Pero al final de la película, también van a la zanja, el portero por regalarle el gol de la derrota a Morales con su torpe e innecesaria salida, el palaciego por no aprovechar una sola de sus subidas y el argentino por otro partido en el que la fuerza y la precisión le duran apenas veinte minutitos.

El único que se fue a la ducha indemne, sin haberse contagiado, fue Carlos Fernández. El chaval, que no pesará mucho más de 70 kilos, volvió a ejercer de gladiador ante los centrales, como en Riazor, y fue digno, gallardo y hasta certero para firmar un gol de clase, un latigazo combado a la escuadra derecha de Oier. Montella lo arrojó a los leones, pues no le puso al lado otro punta, Sandro o Muriel, para descargarlo de fricciones y enaltecer su juego entre líneas, y el canterano le respondió con vergüenza torera. Otra vez.

Montella, como buen fantasma que es, no sacó de la manga un giro táctico final. Tras la entrada de Sandro por Nolito (y el delantero canario a la banda), trocó a Carlos Fernández por Muriel. Era el minuto 71. Y el thriller rompió ya definitivamente en una horripilante película con los once zombis deambulando sobre el mojado prado de Orriols y el público granota aplaudiendo a sus héroes.

Pepe Castro aún está a tiempo de que Vincenzo Montella, el próximo viernes, cuando acabe el partido ante la Real Sociedad, no vuelva a soltar en la sala de prensa aquello de "este partido, el Sevilla lo hubiera ganado con otro entrenador". Aquella tarde, los vascos empezaron la remontada con un gol de Xabi Gracia. Sí, el descartado para traer a un fantasma.

Paco López sí que no va de farol

Al concluir el partido saltó un dato arrebatador. Y que termina de desnudar a Montella. O más bien, lo viste con una sábana por encima y arrastrando una bola: con el entrenador italiano, el Sevilla ha sumado 19 puntos en 17 partidos, un ritmo de descenso o que le lleva a la salvación con apuros. Bajo su desmañada dirección, el Sevilla ha ganado cinco partidos, ha empatado cuatro y ha perdido nada menos que ocho. En cambio, su colega y ayer rival, Paco López, ha necesitado sólo ocho encuentros para sumar esos mismos 19 puntos, gracias a sus 6 victorias, un empate y sólo una derrota. A un lado, una fantasmada en toda regla. Al otro, un entrenador de la casa, de esos que catalogan "de perfil bajo", que no va de farol y que va a dejar a su Levante con el objetivo cumplido incluso con varias jornadas de antelación.

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