SEVILLA FC
Sow sufre una lesión miofascial, en principio no de gravedad

Manual de cómo tirar un partido (3-2)

Eibar-Sevilla

El Sevilla roza el esperpento en Éibar para regalar tres puntos que ya parecía tener asegurados con el 0-2

Lopetegui: "El único responsable he sido yo"

Lopetegui: "El único responsable he sido yo"

Óliver Torres presiona a Dimitrovic. / EFE

Esperpento del Sevilla en Éibar. El cuadro de Lopetegui escribió una de las páginas más valleinclanescas de su historia en su visita a Ipurua para regalar de una manera increíble tres puntos que tenía absolutamente controlados en torno a la hora de juego. Pero no, se lesionó Carriço, por esa sobrecarga de esfuerzos que tanto padece el central portugués y que también deben ser tenidas en cuenta por todos los cuerpos técnicos que se precien, y a partir de ese momento tanto sus compañeros como su entrenador se empeñaron en escribir un libro que no debe ser nuevo en el fútbol, pero que podría convertirse en un verdadero best seller. Manual de cómo tirar un partido.

El Sevilla tuvo que poner un énfasis especial para que así fuera, en ese momento tenía un cero a dos a su favor después de haber demostrado durante el primer periodo que las distancias entre los profesionales de uno y otro equipo son siderales. Pero con eso no basta, la concentración ha de seguir siendo absoluta hasta que todo se finiquita y si no es así, para eso está el máximo responsable técnico, para dictaminar las sustituciones que deben ser pertinentes para volver a reactivar a los suyos y que las aguas vuelvan al cauce por el que transcurrieron antes del intermedio.

Tanto Banega como Óliver Torres andaban pidiendo a gritos su sustitución por Gudelj para abortar de una vez por todas el intento del Eibar de sacar a relucir su amor propio, pero eso que parecía tan nítido tal vez no estuviera registrado en ninguna de las anotaciones previas por parte de Lopetegui y los suyos. En ese impasse se produjo la lesión de Carriço en una carrera en la que su musculatura notó, como le ha sucedido tantas veces durante su periplo sevillista, que los esfuerzos continuados le pesan. ¿Mala suerte? Tal vez, pero si se busca, hay más opciones de que comparezca.

La musculatura de Carriço, como otras veces, notó el sobreesfuerzo y el Sevilla se descompuso

Salió Koundé por el portugués al campo y con ello se disipó la opción más necesaria de reforzar el centro del campo. Y a partir de ese instante todo iba a ser mohína en el caminar de un equipo que se derrumbó de una manera harto preocupante, como si le bastara un viento suave para convertirlo en la mayor de las tempestades.

Ya estaba avisando el Eibar de las posibilidades de sembrar la inquietud en los ánimos de los sevillistas cuando Koundé, en un dechado de suficiencia, se encargó de socavar los cimientos. El francés cumplió con el fútbol que se le presupone, arriesgó tras salir en frío y permitió que Orellana le robara un balón fácil. Después multiplicó exponencialmente su error al cometer un penalti innecesario que supuso el primer paso para que el Sevilla se cayera de manera fulminante.

Munir dispara ante un defensa. / EFE

Es el primer error grave, pues el del entrenador por la tardanza en mover el árbol no puede ser contabilizado como tal, dado que pertenece al terreno de la especulación y no de los datos objetivos. Pero no sería el único, incluso habría que echarlos a pelear con los demás para valorar cuál de ellos era el más grave de todos. Porque el regalo al alimón de Diego Carlos y Vaclik para el dos a dos también es digno de estudio.

Una pelota sin el menor peligro para el Sevilla, un balón bombeado fácil para que el central se la diera al portero o para que éste se hiciera con él con total tranquilidad en su salida... Pues ni una cosa ni la otra, Vaclik no debió gritarle a Diego Carlos o éste no se enteró, que eso ya que quedará entre ellos dos, lo cierto es que el balón fue golpeado de cabeza por el brasileño cuando ya tenía encima al checo y Pedro León no tuvo más que agradecer el regalo y lanzarle besos a sus dos oponentes.

El Sevilla entró en una espiral depresiva con el dos a dos y el colmo fue la falta del tercer tanto

El Sevilla ya tenía motivos más que suficientes para entrar en una espiral depresiva, pues había dilapidado por sus propios errores una ventaja que rara vez se le presenta en la siempre desagradable, para los rivales, visita a Éibar. Pero cabía aún episodio más de esta obra tan esperpéntica. Una falta innecesaria de Diego Carlos sobre el omnipresente Orellana, Pedro León y José Ángel se pelean por lanzarla y finalmente el asturiano se queda con la responsabilidad. Vaclik va de sobrado al ordenar que se queden sólo dos futbolistas en la barrera y después es incapaz de llegar a un lanzamiento que debía ser suyo, toda vez que se supone que quitó a sus compañeros para poder ver la pelota desde su salida del pie.

Pero el checo fue lento, extremadamente despacio, a detener el balón y éste se convirtió en el tres a dos para desesperación de un Lopetegui que demostraba su ira con el entrenador de los porteros. Cabe suponer que un poco de ese genio también sería en contra de sí mismo por la tardanza en tomar decisiones.

Antes, con el dos a dos, sí sacó a Pozo, con De Jong y Chicharito en el banquillo, por Óliver Torres, pero ya era demasiado tarde y todo se había torcido para un Sevilla, por cierto un buen Sevilla hasta el intermedio gracias a la participación de Munir en las salidas del resto de sus compañeros, que había escrito un libro perfecto para que lo estudien todos los equipos sobre lo que no hay que hacer. Manual de cómo tirar un partido, ventas garantizadas, imposible hacerlo peor con un cero a dos a favor.

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