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Mozart hace equilibrismo en Ciudad Expo
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El teatro de la Maestranza y Ciudad Expo son dos exponentes de la Sevilla del 92. El teatro de la Maestranza está separado de Ciudad Expo por apenas un cuarto de hora. Lo que tarda el Metro desde la estación de Puerta Jerez hasta el fin de trayecto. Es lo que se tarda en unir dos de las obras escultóricas de Rolando Campos (Sevilla, 1947-Asilah, Marruecos, 1998), su Mozart y El Equilibrista, adquirida por el Ayuntamiento de Mairena del Aljarafe del que este artista fue concejal en la corporación salida de las municipales de 1983, cuando gobernaba el Partido Comunista.
Los vecinos podrán ver mucho mejor la obra ‘El equilibrista’ que legó a su pueblo
Vi el Mozart de Rolando desde el C5, el autobús circular de Tussam del que me bajé en la parada de la Torre del Oro para coger el Metro con dirección Ciudad Expo. Pepe Farfán me había encomendado conducir un acto de tributo hacia este artista renacentista que tocó los palos de la pintura, de la escultura, de la escenografía, aunque mucho más que sus premios artísticos, valoraba los que conseguían sus palomas mensajeras. Rolando además de artista comprometido era un consumado colombófilo.
Era una mañana de domingo luminosa. Estaba Julia, la hermana de Rolando. Estaban Leonardo y Sancho, los hijos del pintor y de Laura, la compañera que regentó una artística tienda en el barrio de Santa Cruz. Mary Paz, viuda de Paco Cuadrado, era una de las promotoras de este homenaje que no perseguía otra cosa que realzar la presencia de Rolando entre sus paisanos adoptivos. Nacido en Triana, su infancia transcurrió en el Tardón. La galerista Juana de Aizpuru les buscó piso en Ciudad Aljarafe a una serie de pintores: Félix de Cárdenas, Antonio Badía, Carmen Laffón, Paco Cuadrado, María Manrique, Rolando Campos… No faltaron el músico Gualberto, Antonio Rodrigo Torrijos y los de Cuadernos de Roldán. En torno a El equilibrista, gracias a una moción que presentó la edil María Izquierdo, se han colocado dos bancos y un foco solar para ver mucho mejor al acróbata de Rolando.
Pepe Farfán entró de concejal el mismo año que Rolando. Mi embajador en Ciudad Expo tenía entonces 19 años, “creo que fui uno de los concejales más jóvenes de España”. Un año después, a Rolando Campos el delegado de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla le encargó el cartel de Semana Santa, que suscitó una controversia similar a la que cuatro décadas después ha provocado el de Salustiano. El Mozart del Maestranza fue una propuesta de Alejandro Rojas-Marcos. Un encargo socialista, otro andalucista, para un pintor comunista.
Por los campos de Rolando. Así titulé mi intervención al aire libre, en el bulevar de Ciudad Expo, entre un colmenar de rotondas. Habló en representación de los artistas Manuel Castaño. Intervino después Antonio Naranjo, un luchador que en los años sesenta y setenta aglutinó a los pintores del Pecé de la comarca, que con el tiempo se convertiría en cuñado de Rolando al casarse con su hermana Julia. Al pintor le gustaba trabajar siempre escuchando música. No podía faltar este elemento. Paco Barranco, profesor de Física, interpretó al violonchelo el Adagio de Barber.
Cuatro amigos pintores viajaron para pintar en Marruecos el verano de 1998. A Rolando Campos le acompañaban Félix de Cárdenas, Fernando Ruiz Monedero y Haroldo Lorite. Félix hizo el cartel de la Macarena y el de Fiestas Primaverales de 1999. “El día antes de morir venía asombrado por la luz de Fez”. Rolando murió en brazos de Fernando. “Elegimos Asilah porque tenía playa, estaba cerca de Tánger y se hablaba español. Antes de viajar a Marruecos, pintó su último cuadro, una veleta con palomas”. Félix y Fernando ya fallecieron.
Llegué a Ciudad Expo con el mejor guion posible. La entrevista que su amigo Antonio Falcón le hizo a Rolando Campos y que se publicó en Diario 16 Andalucía el 7 de julio de 1997. Falcón estaba muy unido a esta zona: uno de sus muchos destinos fue el de dirigir el Colegio Mayor Maese Rodrigo, que se levantó en Mairena del Aljarafe como un edificio de toques escandinavos para acoger a delegados y personal de la Expo 92.
“Niño, ¿tú qué vas a ser por fin, pintor o torero?”. Es la primera frase de la entrevista. La pregunta que le hizo el barbero de Coria, el del bar Mariano. Porque Rolando tenía actitudes toreando gatos bravíos en la azotea de su tía. Nace el año de la cogida mortal de Manolete en Linares. Y de la llegada de Evita Perón a España.
Repetí las palabras con las que Antonio Falcón terminaba su entrevista: “Viste Rolando camiseta y pantalón corto y unas sandalias. La barba, descuidada. Este hombre, que no se pone una corbata desde por lo menos los diecisiete años, tiene los ojos tristes, lleva días intentando reproducirlos en un autorretrato que esculpe sobre chapa y no le salen”. Del público salió una voz: “¡Le salieron!”. Era su hijo Leonardo, de nombre tan pictórico y padre tan leonardesco.
La entrevista la publicó Falcón en su libro Ejercicio de Memoria. Cuenta Falcón dos viajes de Rolando Campos a Colombia, uno real y otro imaginario, como los viajes del libro de Cunqueiro. El imaginario lo hizo en un dos caballos con sus hijos muy pequeños, en 1982, y el coche cargado de cuadros. Había quedado en Santander con un especialista en palomas mensajeras, Orestes Cembrero, pero se paró en Madrid, donde un editor y empresario, Salomón Lerner, quería convertirlo en un artista de proyección internacional. Era el que había lanzado la carrera de Botero. Pero no hubo acuerdo económico y la única preocupación de Rolando era pagarles a los albañiles que estaban terminando la casa que le había hecho el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. “¡Un coñazo, un martirio! Venían hasta autobuses de japoneses a ver la casa”. Es una de las dos casas que el arquitecto que interviene en las Atarazanas tiene en la Guía de Arquitectura Española 1920-2000. La otra es la que hizo para Francisco García Tortosa, el traductor del Ulises de Joyce que falleció hace unos meses. Curiosamente, los dos militaron en el Partido Comunista.
El otro viaje a Colombia fue real. Expuso en ese país en 1983, el mismo año que estrenó el acta de concejal de sus paisanos. Una espectadora muy especial se encaprichó con tres de sus obras y las compró: una escultura en bronce de un Quijote derrotado, un Cristo y un claustro del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Era la mujer de Pablo Escobar, el capo del cártel de Medellín.
Antonio Conde, alcalde de Mairena del Aljarafe, fue vecino de Rolando en Ciudad Expo y evocó una estampa casi infantil de cómo vivió a su lado la pesadilla del 23-F. El pintor se sumó a la estela de los Pacos rojos (Cortijo y Cuadrado, una metáfora entre cubista y latifundista) y en la charla con Falcón cuenta divertidas historias con los artistas. Cortijo fue quien lo metió en el Partido, lo sacó de Bellas Artes “y hasta le quitó la novia”. Su profesor Pérez Aguilera le ayudó a aprobar la asignatura de Religión, que era mucho más que una maría, y para ello el maestro de pintores tuvo que hablar hasta con el secretario del obispo.
Si Mairena del Alcor es tierra de flamencos, la semilla de Antonio Cruz García, Rolando contribuyó a hacer del Aljarafe una especie de Fontainebleau sureño pródigo en artistas: además de los nombrados, Claudio del Campo, Patricio Cabrera, Ignacio Tovar, Ignacio Delgado, Antonio Badía, Rafael de Cózar, que además de poeta con casa en Bormujos dibujaba pictogramas, Manolo Cuervo, el carpintero José María Muñoz Palomo, con taller en Olivares; con aproximaciones a la ribera en Antonio Sosa por Coria o Ricardo Suárez en San Juan de Aznalfarache. Y fundidores como Marcelo o Helio. La mujer de Murillo era de Pilas.
Rolando no buscaba la fama de los Ronaldos futbolistas aunque tengan las mismas letras. Aprovechaba que sus amigos oían Carrusel Deportivo para dar rienda suelta a sus inquietudes. Era más del Orlando furioso de Ludovico Ariosto. El libro que más se leía en la primera vuelta al Mundo.
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