En el minuto 80 empieza el partido, lo ganará el Sevilla (0-1)
Los sevillistas suman tres puntos de mucho valor en Mestalla con el eficaz método de siempre, dejar pasar el tiempo y golpear en la recta final
Un zapatazo de Suso en una contra decidió con la colaboración de Doménech
El vídeo del triunfo del Sevilla en Valencia
Tres puntos más para el Sevilla y eso, en esta Liga, es un botín de un valor incalculable, sobre todo si tiene lugar en Mestalla, frente al Valencia, otrora un enemigo directo. Todos los que profesan la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión tienen, por tanto, motivos para estar contentos, porque en el fútbol lo único trascendente es ganar, así que cuando se consigue no queda otra que disfrutarlo.
Hasta aquí la disertación de un resultadista empedernido, como es quien suscribe estas líneas, que no le pone ni el más mínimo pero a un litigio en el que un equipo de la ciudad en la que está radicado este diario acaba sumando los tres puntos que están en juego. Pero este Sevilla que tan bien entrena Julen Lopetegui se empeña en vivir en el alambre, incluso cuando el rival, por mucho que responda por Valencia Club de Fútbol, es considerablemente inferior a los nervionenses.
Todo discurre dentro de unos parámetros de normalidad, como si los futbolistas que defienden el escudo sevillista tuvieran ya más que aprehendido que lo más conveniente es conseguir que no pase nada hasta que llegue el minuto 80 más o menos. A partir de ahí, con varios de los cambios realizados para meterle una marcha más al equipo, sí se desencadena otra batalla bien diferente y, normalmente, cae hacia el lado de la tropa de Lopetegui.
Esto no puede ser casualidad cuando sucede en tantas ocasiones, por supuesto que nada tiene que ver con la suerte, en este caso la buena, pero es un hecho objetivo que este Sevilla es probablemente, sin tener la estadística a mano, la escuadra que más veces gana un partido de fútbol cuando éste ha sobrepasado la barrera del minuto 75-80 con el resultado equilibrado en el electrónico. Lógicamente, cuando esto se produce con tanta contumacia hacia el lado favorable, no queda otra que la más encendida de las loas al método elegido por el técnico para adiestrar a los suyos y para plantear la estrategia adecuada para las diferentes batallitas que tienen lugar a lo largo de 96 minutos, como en este caso, de fútbol.
El Sevilla fue superior al Valencia desde el mismo calentamiento. Xavi Gracia no es un iluso y sabe que esto es así desde el mismo momento en el que repasa las piezas de ambas plantillas y constata que él tiene que acudir a Guillem Molina, Álex Blanco, Musah y compañía, mientras que los sevillistas tienen una segunda unidad en el banquillo que muchas veces resulta decisiva y que, con los datos objetivos, es fruto de una inversión de muchos millones de euros, ni que decir de las añoradas pesetas. ¿Qué quiere decir esto? Sencillo, que el técnico navarro de los valencianistas planteó todo con la idea de que pasara el tiempo lo más rápido posible y que a ver si caía una breva en las salidas a la contra.
El Valencia transmitía el respeto, tardaba un mundo en sacar cada vez que le tocaba a Doménech o Carlos Soler hacerlo en las acciones en las que se interrumpía el juego. Y, además, ante la impotencia para recuperar el balón cerca de Bono, replegaba sus líneas hasta colocarse en la fase defensiva con cinco futbolistas atrás, pues Jason se convertía en el lateral derecho para Gabriel Paulista, en el tiempo que duró, se incrustara en una línea de tres zagueros por el medio junto a Mangalá y Diakhaby. Como Jason y Gayá eran entonces los laterales, basta con sumar con los dedos de una mano para constatar que el equipo local se protegía con cinco hombres por delante de Doménech.
Esto quiere decir que los anfitriones le cedían con galantería la iniciativa a los forasteros, sabedores de la superioridad futbolística de éstos. ¿Y qué hacía el Sevilla con semejante respeto por parte de un equipo que a lo largo de la historia normalmente ha sido superior a él? Lo mismo de siempre, asegurar la pelota, tocarla en el campo rival de un lado hacia otro y cuando llega a las bandas, el objetivo principalísimo siempre, dos opciones: una, centrar para que el remate sea casi siempre una quimera; dos, devolver la pelota hacia atrás para reiniciar la jugada en busca de otra vía diferente. Eso sí, jamás el balón irá por dentro para tratar de buscar una ruptura al espacio y dejar sólo a un delantero.
Ésta es una verdad irrefutable, nadie la puede siquiera cuestionar por mucho que finalmente merezca el mayor de los elogios desde el mismo momento en el que el único que consiguió introducir la pelota entre los tres palos fue Suso y, si los datos de las alineaciones no mienten, éste porta el escudo del Sevilla en el frontal de su camiseta. Así que ni el más mínimo cuestionamiento desde este rincón. Incluso, cuando alguien se atreve a apuntar que el gol del gaditano también tuvo la colaboración de Jaume Doménech, la respuesta no puede ser más contundente. El zurdo disparó después de una buena contra y es lógico pensar que quería meterla dentro. Eso, sencillamente, fue lo que hizo; el capitán del Valencia tenía entre sus obligaciones evitarlo y no fue capaz de conseguirlo.
Todo tenía lugar, faltaría más, en el minuto 81 para que la situación se ajustara a la perfección a los parámetros preferidos por la tropa de Julen Lopetegui. Tanto es así que para una vez que se puso por delante mucho antes fue cuando se invirtieron los términos y se les escapó dos puntos en un inopinado disparo del lateral izquierdo del Valladolid. Esta vez no, esta vez el libreto del juego se cumplió de manera perfecta y los sevillistas pasarán la Nochebuena con la dulce sensación, al menos en lo futbolístico, de que su equipo ha conseguido un triunfo que lo mantiene en la pelea para la que está construido. Así que paciencia, a esperar a que se sobrepase el minuto 80 y alguno de los sevillistas consiga meterla dentro. Bendito sea el método siempre que acabe con un gol más que el rival contabilizado.
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