Las llagas que dejó abiertas Monchi
Sevilla FC
Las acusaciones del ex director deportivo en su despedida dejan en una incomodísima situación al presidente y a su equipo de gestión, de quienes se espera ya una respuesta
La imagen del Sevilla como entidad hacia el exterior, otra vez la más damnificada
El adiós de Monchi y el calibre de las injerencias
Ha dejado Monchi al Sevilla sangrando. Aún retumban en el antepalco del estadio las elegantes maneras de dejar constancia de su versión con las que se manejó el de San Fernando, que no necesitó bajar al barro ni mancharse el traje para poner en una difícil situación al comité de dirección, consejo ejecutivo, consejeros delegados o como quiera que se llame ahora el grupo de los que mandan, pero con una bicefalía claramente visible, la que forman José Castro y José María del Nido Carrasco.
No es que haya dejado Monchi al Sevilla desangrándose, pero sí ha dejado llagas abiertas que, cuando menos, saltan a la vista en la imagen pública de la entidad.
Elegante
Monchi no necesitó bajar al barro ni mancharse el traje para dejar en muy mal lugar a los gestores
Mal trago
Resultó raro ver a Castro y a Del Nido Carrasco aguantar el chaparrón de acusaciones por parte del gaditano
¿En qué situación queda ahora el presidente? ¿Osará seguir afirmando que Monchi se ha marchado porque ha querido cuando el protagonista dejó meridianamente claro que lo han echado o, más eufemísticamente, lo han invitado a irse? El gestor gaditano, sorprendentemente sereno esta vez –logró mantener el tipo cuando todos esperaban que rompiera a llorar–, dejó acusaciones muy graves que deberán tener una explicación por parte del presidente a la mayor brevedad posible. Mejor hoy que mañana, aunque mañana puede ser un buen día en el acto convocado para escenificar la renovación de Gudelj. No hacerlo y mirar para otro lado sería asemejar la gestión de la entidad a la más cutre de las repúblicas bananeras o a un régimen de caciques con olor a rancio y botas altas.
La imagen de Castro y Del Nido Carrasco aguantando el chaparrón mientras Monchi acusaba desde el atril producía una sensación hacia el exterior a caballo entre la grima y la pena. Por una vez debieron hacerse un favor ambos (y otros también presentes) y haberse encerrado en su despacho mientras el club cumplía con su papel de ceder un foro de lujo como el antepalco del estadio al personaje que más gloria le ha dado al club en su historia. Hubieran recibido críticas por no dar la cara, pero al menos hubieran sido consecuentes. Hay veces en la vida en las que lo mejor para uno mismo es no darla.
Frialdad
Monchi logró mantenerse sereno y evitó emocionarse y las lágrimas, algo clave para seguir fiel a su guión
Expectación
El de San Fernando lanzó acusaciones muy graves que no pueden quedarse sin respuesta
Se espera con expectación la versión del club a acusaciones que rozaron las líneas rojas. Como la afirmación de que al final Monchi no pagó la cláusula sino que fue una negociación pura y dura con el Aston Villa, en qué cuestiones no tuvo el director general deportivo plenos poderes o la afirmación del de San Fernando de que no se cumplió lo prometido en la reunión de Simón Verde en la que se fraguó su vuelta, en casa de Del Nido Carrasco y en presencia de José María Cruz y Jesús Arroyo. Allí se supone que a Monchi le dieron las llaves del Sevilla (al menos ésa era la creencia generalizada, que tenía poder absoluto, las llaves del club...), aunque, según desveló, eso no era así, ya fuera desde entonces o mediante un proceso progresivo, y de ahí su decisión.
El Sevilla no va a dejar de funcionar por las cosas que se dijeron en el Sánchez-Pizjuán el viernes, está claro, y menos un club con unas estructuras consolidadas como las que tiene la sociedad, pero sí queda de nuevo tocada en su imagen exterior, esta vez con un torpedo en la línea de flotación que al menos hace que se tambalee.
No nos engañemos. A unos gustará más y a otros menos el personaje, pero atacar a Monchi es como criticar al delantero. El riesgo de que se vuelva en contra es considerablemente más elevado que hacerlo con un lateral derecho.
Las chispas saltaron y todo el mundo lo vio, siendo el más perjudicado el Sevilla, está claro. Hubo algunas muy evidentes y otras que pasaron casi desapercibidas, puyitas inocentes como la presencia de sólo dos títulos de los once sumados por el gaditano, quien desde luego no lo pasó por alto –“Ahí están esas dos, pero hay más”–, hacer oficial la renovación de Gudelj antes que el consejo o volver a recordar el desliz con Pedrosa, un fichaje que no debería anunciarse hasta que finalice contrato con su club el 30 de junio.
La pelota (y las llagas) la tiene ahora el comité de dirección. ¿Se llama así?
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