Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Y a Jesús se le embarcó la pelota
sevilla f.c.
Sevilla/Ha tenido que pasar una crisis, incluso con las orejas del lobo bien vistas, para que el Sevilla en todos sus estamentos entienda y admita su realidad. Cualquiera que sepa algo de estrategias de dirección de equipos vinculadas al deporte conoce perfectamente cómo no es ninguna tontería abundar en el error tras los éxitos e incidir en las virtudes en época de vacas flacas para reforzar la moral y los conceptos. Hablando en plata, reñir cuando el profesional espera la mano por el lomo y recibir la palmada en la espalda cuando se teme lo peor. Justo lo contrario de lo que se hace o se ha hecho aquí.
El Sevilla ha vivido durante unos meses en una realidad que no era la suya, engolosinado en un objetivo materialmente imposible -o al menos idílico- y alimentando un monstruo que a las mínimas de cambio ha dado la cara y se le ha vuelto en contra.
El equipo de Sampaoli ni ha merecido tantos elogios como los que protagonizó particularmente las semanas posteriores a la remontada ante el Real Madrid ni tampoco el apocalíptico dictamen que ha deparado el mes que ha completado sin conocer la victoria y diciendo adiós a buena parte de sus objetivos. Más que nada en la Champions, donde el club tenía especial interés por superar la ronda de los octavos de final y dar otro salto importante en lo económico.
En la competición liguera el cuadro nervionense disfruta de una magnífica posición pese al evidente paso atrás que ha firmado en un nefasto mes de marzo, pero lo mejor de todo puede estar en que el sevillismo, un entorno en el que se pueden incluir incluso sus dirigentes y -por qué no- también el cuerpo técnico, ha experimentado las dos alturas de la montaña rusa.
Con esa enseñanza y con una plantilla que en líneas generales es muy superior en calidad a la media de los equipos de Primera División, el Sevilla debe convertirse en un rival sólido y más seguro de sí mismo en las siete jornadas que aún quedan para la finalización del torneo de la regularidad, en la que el objetivo fue, sigue siendo y será la clasificación para la Champions, ya sea a través de la tercera o de la cuarta plaza.
El efecto beneficioso de la victoria sobre el Deportivo en el peor momento de dudas limpia las mentes de cara a una recta final que igualmente va a ser dura para los de Sampaoli.
El propio entrenador parece haber cambiado el talante tras haber recibido un toque de atención tanto por parte del presidente como por otros miembros del consejo con peso en la ejecutiva del club que le han hecho entender que la institución y los objetivos están muy por encima de los intereses personales y que sus últimas manifestaciones públicas habían girado peligrosamente hacia una postura en la que prácticamente se desentendía de la competición y empezaba a planificar su futuro a partir del próximo verano.
Con el conflicto con los biris también ya solucionado y el adiós de Monchi ya como un hecho consumado cuando era algo que estaba latente como una amenazante y a la vez inevitable certeza, el Sevilla se sacude de cara a la lucha por una plaza de Champions ciertos complejos que de alguna manera habían lastrado su rendimiento en las últimas jornadas.
Ni antes eran tan buenos ni luego se tornaron tan malos. La frase, tan manida por repetida, cobra todo su valor y esconde una gran enseñanza, al mismo tiempo que desnuda al que se creía el rey del mambo. El rejón que clavaron buenos equipos como el Leicester o el Atlético casi sin tiempo para digerir el primer golpe y del que ha costado levantarse no fue un percance aislado. El Sevilla de Sampaoli ha seguido mostrando señales preocupantes ante equipos de la zona baja de la tabla e incluso en la visita del Deportivo dejó signos de debilidad en el sistema defensivo.
Y todo ello es bueno porque obliga a todos los estamentos del club a mantenerse en alerta. El valor es el justo medio.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios