Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Real Sociedad-Sevilla | Los nombres propios
Sólo 4 puntos de 15 posibles ha sumado el Sevilla de la mano de Diego Alonso, que sigue sin dar con la tecla para que el equipo juegue con ritmo, seguridad y verticalidad. Los cuatro empates anteriores rompieron en la primera derrota porque pocos jugadores ofrecieron un rendimiento positivo: Óliver Torres, Pedrosa, Lucas Ocampos.
Ante el PSV, sacó un brazo innecesario en la banda que el asistente vio punible y originó la falta del fatídico empate final. En Cádiz le marcó el terreno a Roger Martí con demasiada brusquedad pero el árbitro fue clemente. Pero esta vez, ya con amarilla, alargó la pierna enseñando los tacos y aunque cortó el balón con el exterior del pie, en su viaje impactó en la pierna de Brais. ¿Hubiera mirado el asistente para otra parte si el camero es aún del Madrid? Quién sabe. Pero juega para el Sevilla.
En este Sevilla lánguido y sin confianza, en el que apenas hay juego sin balón ni dinamismo, la entrada de Óliver Torres fue un soplo de aire fresco. Él no es un dechado de velocidad, pero sí que imprimió más vivacidad al juego grupal con sus rápidas y certeras aperturas hacia las zonas que pedían las jugadas. No bastó, claro.
El belga tiene una finura con el balón fuera de toda duda, pero se está quedando en detalles estériles: un caño en el centro del campo, por ejemplo. Es frío como la escarcha dentro de un equipo que suele salir frío a los partidos. Si no defiende, malo. Pero si trata de hacerlo, peor: una falta absurda y primer gol en contra.
El lateral catalán volvió a demostrar que sabe romper, buscar la línea de fondo y colgar buenos centros, pero casi nunca aprovecha ese caudal el equipo, que ataca con pocos efectivos y suma menos aún al área para rematar. Da la impresión de que en una formación bien engrasada, parecería mejor jugador aún.
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