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El ingeniero que libró a Sevilla de nuevos Tamarguillos

calle rioja

Llegó en 1968 desde el Duero para dirigir la Confederación del Guadalquivir

La exposición se inauguró en la Sala Vanguardia y se remató con una copa en la Sala Machado de la Fundación Cajasol. Era como un guiño a ese viaje a la inversa del autor de Campos de Castilla cuando Mariano Palancar Penella (1924-2020) cambió en 1968 el Duero por Sevilla para dirigir la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Este reconocimiento llega un año después de su centenario, pero era más persona de obras que de honores. Pasará otro siglo y el legado de este ingeniero de caminos seguirá presente en la ciudad a la que representó como concejal en el Ayuntamiento presidido por Soledad Becerril.

Llegó en 1968 desde el Duero para dirigir la Confederación del Guadalquivir

De ciudad inundada a ciudad transformada. Es el antetítulo de la exposición. El título es bien expresivo: … Y Sevilla se abrió al río. El homenaje surge en una comida en la que tres ingenieros de caminos, amigos y discípulos de Mariano Palancar Penella, José Luis Manzanares, Juan Saura y Luis Moral, le plantean a Mariano Palancar Sánchez (León, 1954), primogénito, ingeniero de caminos como su padre, la oportunidad de que Sevilla sepa lo que aquel ingeniero humanista hizo por la ciudad.

Entre 1988 y 1995 presidió la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir que ahora preside Joaquín Páez. Representó a un colectivo profesional al que ahora lidera Miguel Ángel Carrillo. En la exposición aparecen palabras apocalípticas, Historia Crítica de las Riadas, Recopilación de Desastres. Un inventario en el que fue fundamental el estudio de Francisco de Borja Palomo (1822-1884), que contabilizó entre 1297 y 1877 un total de 89 grandes riadas y avenidas, una cada seis años y medio. Y que proponía que los nombres de los individuos que habían librado a Sevilla de las inundaciones “deberían grabarse en mármoles eternos”.

En uno de esos mármoles debería ir escrito el nombre de Mariano Palancar Penella. En terrenos que eran de la familia de Queipo de Llano empieza a trabajar para hacer la Corta de la Cartuja. Las murallas de la ciudad eran una estructura defensiva contra sucesivas invasiones, pero fundamentalmente contra las inundaciones y riadas. “Como temía que con los terrenos resultantes hubiera especulación”, cuenta el hijo de Palancar, “se fue a ver a un compañero de promoción, el ministro de Vivienda Vicente Mortes Alfonso. Éste decidió expropiar los terrenos, y al pasar a ser públicos permitieron en un futuro hacer la Expo 92. Mi padre termina la Corta en 1982 y en 1984 empiezan las obras de la Expo”.

“No hay cosa más hermosa que tirar muros y tender puentes”. No es una metáfora. Es ingeniería pura. El Imprescindibles del pasado domingo en La 2 fue sobre Kiko Veneno. Se mostraban dos Sevillas, la del muro de Torneo y la que vino después de la Expo. El hilo musical de fondo son las dos Sevillas anterior y posterior a la obra de Palancar Penella, el ingeniero que en la presa leonesa del Porma representaba a la Administración mientras que Juan Benet, que en ese pantano terminó de escribir Volverás a Región, era el ingeniero de la contrata.

El hijo de Palancar llamó a muchas puertas para cerrar esta exposición y casi todas se le cerraban. Donde creía ver un puente, encontraba un muro. Por eso quiso nombrar a quienes le ayudaron a hacer posible este sueño: José Antonio Campoamor, José Morales, Andrés Prieto o Mercedes Molina, de Autismo Sevilla. El hijo del ingeniero que libró a Sevilla de nuevos Tamarguillos pidió que las ventas del libro que su padre escribió con 92 años, Diez temas básicos tratados con respeto, fueran destinadas a Autismo Sevilla.

No era el anuncio de un derbi balompédico. “Sevilla habla al Betis y se queja”. “Oh duro Betis, siempre has rechazado mis amores”. Versos de un poema anónimo junto a una carta de Rodrigo Caro a Quevedo fechada el 10 de febrero de 1626 hablando de una nueva inundación. Todas están recogidas en la exposición. La muerte de Franco coincidió con el milenario de la terrible riada del año 975.

La muestra está presidida por un dibujo de Arturo Redondo que muestra la Sevilla más fluvial, esa relación de amor/odio de la ciudad con su río. Toda la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir estuvo presente. Su presidente destacó que su trabajo nunca lo ve la gente, “sólo ven las molestias”. El presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos ha participado en unas jornadas sobre la dana de Valencia y dijo que “no podemos ni debemos aceptar que vuelva a repetirse una tragedia humana y material como la de octubre del año pasado”, para lo cual es fundamental que se gestionen “las inversiones previstas en los planes hidrológicos”. En Valencia pasó Mariano Palancar Penella los primeros meses de la Guerra Civil, cuando tenía doce años.

En la ingeniería de Palancar hay poesía, arte, técnica y humanismo. A su amigo José Luis Manzanares le pidió un modelo matemático de la dársena “desde Chapina hasta San Jerónimo”. El único sevillano (trianero) que hizo uno de los puentes de la Expo (el del Cachorro) en la Sevilla transformada por Mariano Palancar, rompió el protocolo para recordar al colega y amigo. Al que elogió como gestor y por su visión del urbanismo, “que había quedado en manos de los arquitectos”. “Sevilla vivía del arte y del turismo y pasó a vivir de la tecnología. Hoy día es una de las ciudades más tecnológicas del mundo y eso se lo debemos a Mariano Palancar Penella”, dijo Manzanares, que fundó una empresa con 13.000 empleados repartidos por 23 países.

Hubo otro puente del Cachorro. Juan Bueno, primer teniente de alcalde, y Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, llegaron tarde a la inauguración porque venían de la presentación en el Salón Colón del Ayuntamiento del cartel del Cachorro en Roma que ha realizado Fernando Vaquero. Bueno recordó al Palancar concejal del Ayuntamiento, que mucho antes de serlo consiguió que el Gobierno central de entonces asumiera todo el coste de la obra de la Corta de la Cartuja, liberando al Ayuntamiento, que proponía la solución “más barata”, que de haberse aplicado no habría permitido preservar el cauce histórico del Guadalquivir, arteria fundamental a día de hoy para actividades deportivas, de ocio, esparcimiento o recreación cultural.

De no haber sido por el trabajo del ingeniero Mariano Palancar Penella, probablemente figurarían algunas otras fechas en el calendario de riadas, avenidas e inundaciones. Junto a su obra, aparecen los ingenieros de caminos que hicieron posible la Expo (Jacinto Pellón, Ginés Aparicio, Francisco Álvarez Cascos, Damán Álvarez, Rafael López Palanco, José Antonio Fernández Ordóñez…), o proyectos como el del Charco de la Pava suscritos por el ministro Sáenz de Cosculluela, el alcalde Manuel del Valle y el propio Pellón que permitieron liberar unos terrenos en la margen izquierda del Guadalquivir que sirvieron sucesivamente como apoyo logístico de la Expo, aparcamientos de la Feria de abril y parque para Triana.

De ciudad inundada a ciudad transformada. Con la Corta de la Cartuja llegaron la rehabilitación del Monasterio donde pernoctó Colón, el tren de Alta Velocidad, la Exposición Universal y una nueva calle Torneo que hasta el puente del Alamillo lleva el nombre de Concejal Alberto Jiménez-Becerril, asesinado por ETA el 30 de enero de 1998 y compañero de corporación de Mariano Palancar Penella, una vocación tardía con el alma siempre joven. Tirando muros y tendiendo puentes. El ingeniero tuvo cuatro hijos: Mariano, Juan Manuel, Emma y José Luis.

Como concejal, dirigió Tussam y Emasesa y puso en marcha la zona azul.

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