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La huella insorteable

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El paso por el Santiago Bernabéu erosiona, aunque mínimamente, el crédito de un Quique Sánchez Flores aún con saldo a favor

El Sevilla vuelve a la realidad tras una previsible derrota ante el Real Madrid

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Quique Sánchez Flores busca soluciones durante el partido ante el Madrid. / AFP7

Pocos entrenadores en el Sevilla salen indemnes del Santiago Bernabéu. Es un escenario en el que el 85% de los seguidores nervionenses saben que su equipo va a salir derrotado juegue bien, juegue mal o juegue regular, pero curiosamente el paso del conjunto blanquirrojo por la casa blanca suele ser un termómetro muy particular sobre el crédito que le queda en sus alforjas al inquilino de turno del banquillo del Ramón Sánchez-Pizjuán.

Y además no cuenta lo hecho anteriormente. Quique Sánchez Flores había logrado enderezar el rumbo de la nave con la mejor secuencia del Sevilla en toda la temporada. Por primera vez cuatro partidos sin perder, por primera vez dos triunfos consecutivos, por primera vez dos partidos sin encajar un gol y por primera vez en todo el curso hasta siete puntos por encima del descenso. Al madrileño lo habían incluso nominado como mejor entrenador de LaLiga en febrero junto a Xavi Hernández y Ernesto Valverde, pero de nada valen todos estos buenos antecedentes si la imagen no gusta a todos, si el equipo acaba embotellado más de la cuenta o si no es capaz de disparar a puerta. Mucho más si, como en el caso de Quique, osa optar por un cambio rarito, que en esta ocasión llegó con la salida de un defenestrado irrecuperable como Januzaj.

El experimentado entrenador se afana en construir un equipo con los retales de plantilla que se ha encontrado, pero a la vez debe lograr lo imposible: que el sevillismo (incluidos los dirigentes) acabe entendiendo dónde está el Sevilla y a qué cotas puede aspirar como máximo. Por supuesto que entre ellas no está competir con el Real Madrid, pues no lo ha hecho en este escenario ni en sus mejores tiempos. Hasta cinco títulos de Europa League y uno de Copa han entrado en las vitrinas desde el último triunfo en Chamartín, un 8 de diciembre de 2008 que ya forma parte del culto particular de la religión sevillista.

El Santiago Bernabéu es algo así como una alternativa en Las Ventas, un todo o nada. Quique aún tiene crédito –faltaría más–, pero el sevillismo más crítico ya tiene tres o cuatro cositas apuntadas para cuando haya que echárselas en cara.

También puntúa lo que se diga en la rueda de prensa posterior. Aún le debe doler la cabeza a Unai Emery por aquello que dijo tras un 7-3 en contra, algo así como que lo prefería a una derrota por 1-0. En ese otro extremo se ubicó Quique tras el partido del domingo con una frase que tampoco cayó demasiado bien entre parte de la afición. Eso de la “derrota digna” no lo llevan bien muchos sevillistas.

Digamos que el Sevilla ha vuelto a la realidad tras su paso por la trituradora del Paseo de la Castellana, donde si no te pilla la afilada cuchilla de una superestrella en un solo fogonazo lo hace el arbitraje de turno, ya sea de manera sibilina o estruendosa con un mangazo de los de época.

El paso por el Bernabéu siempre deja huella en el entrenador del Sevilla, que escuchará reproches de si metió al equipo atrás o de por qué no sacó al Hannibal de turno y sí unos minutos a Januzaj.

El Sevilla, que pedía a gritos mejorar un sistema defensivo que ha dado un cambio espectacular, hizo una aceptable exhibición de resistencia que duró 81 minutos. Y ahí está el pecado, en que no fueron noventa y tantos. Ahora queda seguir y olvidar cuanto antes un paso que siempre, siempre deja secuelas.

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